Macedonia se declaraba independiente de Yugoslavia en 1991. Uno de los Estados más pequeños del continente europeo resulta apasionante por su recorrido histórico, por sus prismas sociales y estéticos, planos desde donde observarla y comprenderla. Una curiosidad, los hermanos Manaki, fundadores y pioneros del cine balcánico, filmaron a principios del siglo XX su primera película en la actual ciudad macedonia de Bitola, con una cámara importada de Londres en 1905. Hoy, llamada Macedonia del Norte, tras su acuerdo con Grecia en 2017, el país ofrece un cine de perfiles, paisajes y episodios que desnudan el arte local, y también su inmenso talento. Esta podría ser la verdadera “cuestión macedonia”: una sociedad desde la que explorar e identificarse con todos los Balcanes.

 

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Una novia vestida con ropa tradicional en Macedonia del Norte. DeAgostini/Getty Images

Boda de sangre macedonia

Trajče Popov, 1967

Película basada en la obra teatral del dramaturgo Vojdan Chernodrinski, publicada en 1900. La historia cuenta la resistencia de una chica a convertirse al islam después de ser secuestrada por un bey otomano. A partir de aquí se produce una pequeña revuelta local. Fue adaptada a la ópera en 1924 en Bulgaria y convertido en musical en Macedonia en 2012. Más allá del contenido y su repercusión cultural, el origen de la obra está sometido a discusión entre las reivindicaciones búlgaras y macedonias. Tal vez porque en Macedonia del Norte, como en el mundo entero, las identidades son también arenas movedizas. Una constante de la soberanía nacional macedonia, sus tensiones con el nacionalismo búlgaro, griego, albanés y serbio tras el contexto postotomano.

 

Semilla negra

Kiril Cenevski, 1971

Ofrece varias lecturas obligadas para entender la historia moderna macedonia. El sufrimiento de los comunistas eslavos derrotados por la Grecia monárquica durante la Guerra Civil Griega (1946-1950) y el cine patriota de propaganda. Más allá de eso, otras cuestiones menos obvias. La cultura local no le va a la zaga a las nuevas tendencias occidentales: cine de cárceles, en la misma onda del cine americano del momento, y un naturalismo típico de la época, que se corta con cuchillo. El solo sonido de los chasquidos de piedra en la cantera sofoca. Sin música. Maldad por maldad.

 

Feliz año nuevo ’49

Stole Popov, 1986

Es difícil entender la Yugoslavia de Tito sin la ruptura de relaciones con Iósif Stalin, pero también ese suceso histórico explica mucho sobre el sentido de la emancipación de las naciones locales. Un macedonio está recién llegado de la URSS, y las sospechas recaen sobre su presunta condición de espía soviético. Su hermano está envuelto en negocios turbios, y aquí se enfrentan tres variables locales a seguir en adelante: las restricciones políticas del partido único, el seguidismo ideológico de una masa acrítica y los vericuetos de la ilegalidad y la informalidad en ambientes conspiranoicos. Y la emancipación sigue indemne, aunque bajo un régimen autoritario. Cambien el socialismo autogestionario por el pluripartidismo y observarán las complejidades sociales de las futuras transiciones democráticas.

 

A través del lago

Antonio Mitrikeski, 1997

Poderosa historia de amor, con las intensidades locales del fatalismo y la injusticia como destino inexorable. Una pareja macedonio-albanesa dividida por el cierre de fronteras entre la Albania de Enver Hoxha y la Yugoslavia de Tito, cuando el mariscal rompe relaciones con Stalin (1948). Él, macedonio, atraviesa el lago de Ohrid para estar con su pareja. Es arrestado y condenado a trabajos forzados. Ella, albanesa, se ahoga en lágrimas en su anhelo y libra su batalla desde Tirana. Y aquí es donde el corazón duele y los silencios se condensan. Material para entender los sentimientos locales de esperanza y desesperanza. Las lealtades y las elipsis emotivas.

 

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Reloj de la antigua estación de trenes en Skopie. Flickr: Lassi Kurkijärvi

Skopie ’63

Veljko Bulajić, 1964

El terremoto de 1963 es una de las señales indelebles de la capital macedonia. Todavía el reloj de la antigua estación de trenes marca las 5:17. Cuentan los testigos de la época que vieron desde su ventana derrumbarse edificios como castillos de arena. Un documental para los desgarros materiales y personales: la tragedia, los funerales, los duelos, la reacción internacional, y la gestión política asamblearia en los tiempos de Tito. Una ciudad que tuvo que reconstruirse desde sus cimientos. Y la verdad es que hay algo de metáfora nacional en todo ello.

 

 

Australia, Australia

Stole Popov, 1977

Joya documental, pero también artística. Retrato realista de la emigración macedonia en Australia. Varias anotaciones para despistados: la adhesión étnica a la cultura y ortodoxia macedonia en pleno régimen anticlerical (no lo era tanto), el retrato del trabajador yugoslavo emigrado, mano de obra precaria para el despegue australiano. Paradojas no tan evidentes. El régimen socialista ayudando al desarrollo capitalista. Un escaparate de la pobreza rural macedonia en los tiempos de una Yugoslavia idealizada. Inspiradora, discursivamente crítica, reproduce la línea del realismo de la corriente cinematográfica de la Ola negra. Sudor y desorientación entre fábricas y canguros.

 

Hi-Fi

Vladimir Blazevski, 1987

Los años 80 parecen marcados por el conflicto entre repúblicas yugoslavas, la ausencia de Tito y la intensificación de los nacionalismos. Pero la cosa es más complicada. Hay fracturas más ondas, como heridas infectadas que no cicatrizan. Una generación yugoslavista, anclada en el pasado, autoritaria (incluso en la disidencia) y apegada a un ideario desactualizado, en un abierto choque de trenes con una nueva generación descarriada, sin referentes y carente de un sistema moral en el que verse reflejada. Caricaturesca por momentos, y excesiva en otros tantos, no deja de ser un retrato certero sobre las podredumbres morales de la época y sobre todos sus desajustes sociales.

 

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Lago Ohrid. Andia/Universal Images Group via Getty Images

Karaula

Rajko Grlić, 2006

Un oficial yugoslavo se inventa un conflicto en la frontera con Albania para poder ocultar haber sido contagiado con sífilis por una prostituta local. Excelentes actuaciones, diálogos hilarantes y una postal del desmadre militar con ocasión del colapso yugoslavo. No cuenta nada específico del mundo macedonio más allá del potencial de conflicto entre Albania y Yugoslavia en la frontera macedonia, pero nos muestra la geografía oriunda en todo su esplendor. Excelentes localizaciones paisajísticas en Bitola, Ohrid y la montaña de Galičica. Parajes maravillosos por descubrir en la zona occidental macedonia.

 

Tatuaje

Stole Popov, 1991

Comienza la transición democrática y con ello el desorden y la crisis de valores en una Macedonia que será en breve independiente. El régimen yugoslavo se desgarra por sus costuras y la cárcel es su escenario más fatídico y trepidante. En ese anarquismo no se impone la cordura, ni el sentido común, sino el poder y la violencia. Además de la sucesión de escenas histriónicas que pueden obturar al espectador, hay una moraleja de fondo que suelen solo entender los que lo han sufrido en sus carnes: los contextos esquizofrénicos causan esquizofrenia, dentro de las instituciones y en las personas; en los agresores y en sus víctimas. Lo extraño es que pudieras salir de todo eso como un adulto funcional.

 

Antes de la lluvia

Milčo Mančevski, 1994

Película bandera del cine macedonio. En un ambiente angustioso se descodifican las claves de un conflicto étnico. De un incidente aislado, marcado por la severidad costumbrista, a una deriva aparentemente incontenible entre la minoría albanesa y los macedonios ortodoxos. Y la perplejidad, la incomprensión y la descolocación extranjera muestran como el miedo puede ser un arma más potente que el disparo de un fusil. Su trama, dividida en tres partes, las actuaciones y el ambiente son historia orgánica del cine macedonio.

 

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Miembros de la comunidad romaní en Skopie. Nake Batev/Anadolu Agency/Getty Images

Gypsy Magic

Stole Popov, 1997

Retrato bufo del mundo romaní y de la presencia internacional en Macedonia. La película sigue el trazo coetáneo marcado por Emir Kusturica, tan popular a nivel europeo en los 90. Sin embargo, aunque el cineasta Popov no logra recrear la visión evocadora y la excelencia del cineasta pionero Aleksandar Petrović, en los 60, sí consigue profundizar en una conexión fascinante entre la cultura romaní balcánica y la cultura india a través de Bollywood. Un resorte identitario minúsculo y desatendido en la cultura europea, pero con una indiscutible vocación y dimensión global.

 

Bal-can-can

Darko Mitrevski, 2005

Un desertor y el cadáver de una madre envuelto en una alfombra, de road movie por los Balcanes. Tenemos un tipo de cine vertiginoso, apátrida, característico, sea macedonio, búlgaro o serbio. Bal-can-can se encuadra en el absurdo y también en el estereotipo balcánico, y, sin embargo, tiene escenas desternillantes. Tragicomedia con un llanto profundo. Sigan la escena donde croatas y bosniacos se enfrentan en el contexto de las guerras de la ex Yugoslavia. No es sobre Macedonia, pero cuando uno busca e incide en las diferencias nacionalista, pues las acaba encontrando, sea donde sea.

 

El punk no está muerto

Vladimir Blazevski, 2011

Mirada disruptiva entre la contracultura urbana y los biorritmos de la vida rural y la periferia. Varios aspectos resaltan de este film alegórico. Sociedades postsocialistas, postyugoslavas y divididas por líneas étnicas, en proceso tortuoso de cohesión social y construcción de una nueva ciudadanía. Un hilo fino de liberación individual, pero también tremendamente desubicado y melancólico, articulado desde los tiempos yugoslavos que tiene ahora que encajarse en un ambiente de colectivismos identitarios y de brecha generacional. La lógica sometida a una fuerte tensión durante las movilizaciones contra el Gobierno de Nikola Gruevski, entre 2014 y 2016. ¿Cómo articular un sentimiento de colectivo de voluntades individuales al margen de las prescripciones que imponen los nacionalismos étnicos o la fuerza del poder? El punk marca el camino a seguir con el sonido estridente de sus guitarras.

 

El ingrediente secreto

Gjorce Stavreski, 2017

Un hijo quiere salvar la vida de su padre, y ahí uno está dispuesto a todo y contra todo. Una píldora local para encontrar una risa universal. Arquetipo de comedia negra balcánica y de cómo combinar tragedia y enredo sin caer en la ridiculez. Temas: corrupción, mafia, resiliencia, superstición y el día a día entre los perdedores de la transición. La cola de señores mayores desesperados y la espera en un pasillo de hospital, paisaje devastado del fin del Estado social. Y, sin embargo, vale la pena hacerse esta pregunta: ¿Y si los hermanos Coen hubieran nacido en Skopie?

 

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Manifestación por el Día de la Mujer en Macedonia. ROBERT ATANASOVSKI/AFP via Getty Images

Dios existe, su nombre es Petrunia

Teona Strugar Mitevska, 2019

Cine de subversión y, sobre todo, feminista. Una mujer se niega a devolver un crucifijo a la comunidad ortodoxa pese a habérselo ganado por justicia. Y se desencadena todo tipo de miserias: relación entre la Iglesia y el Estado, abusos de poder, hooliganismo, sociedad patriarcal, cinismo e hipocresía social y la cabezonería local, porque a veces solo estar en contra es una victoria moral, de la razón y del sentido común. A los ineptos solo les queda romper cristales para imponer su intolerante verdad.

 

Honeyland

Kotevska y Stefanov, 2019

Un canto lírico a la decencia de la vida rural, y una clase de antropología balcánica en estado puro. Hatidže Muratova es una apicultora de abejas salvajes (de las últimas en Europa) de origen turco que se dedica también a cuidar de su madre, ciega, postrada el día entero en la cama. Un día, una familia nómada con niños se convierte en sus vecinos y empiezan también a trabajar en la apicultura. Y aquí empiezan las muestras de generosidad y diligencia de la protagonista, pero también empiezan sus problemas. Tres años y 400 horas de grabación para realizar una obra de arte y humanidad. Una expresión genuina de convivencia interétnica en el mercado de la ciudad. Escenas reales sin guion. Los Balcanes no son solo sus capitales. Queda la entereza de Hatidže y algo imperecedero en la memoria: los duros inviernos en su corazón tan cálido.