Trabajos_libro_1200x400_OK
Fotolia. Autor: Kritchanon

El antropólogo David Graeber revela por qué millones de personas consideran que sus trabajos no sirven para nada, y qué consecuencias psicológicas está teniendo esto a nivel social.

Bullshit Jobs

David Graeber

Simon & Schuster, 2018

En 2013 el antropólogo David Graeber consiguió que millones de personas pusieran nombre a un sentimiento que padecían cada día al llegar a la oficina, ese hastío por repetir trabajos que ellos mismos consideraban que no servían para nada —y que quizá incluso empeoraban el mundo—. “Bullshit jobs” fue el término que Graeber acuñó en el artículo viral que dio la vuelta al mundo, en el que explicaba un fenómeno que ya llevaba mucho tiempo entre nosotros, pero que nadie había apuntado directamente como problema. Centenares de personas le escribieron para darle las gracias y explicarle que ellos también estaban encerrados en un bullshit job.

El autor entrevistó a decenas de estas personas, analizó datos sobre los cambios en el empleo en el mundo desarrollado e investigó sobre los orígenes culturales y teológicos del trabajo. Todo esto ha quedado recogido en su reciente libro, un ensayo bien escrito y revelador, en el que Graeber explica cómo el capitalismo financiero ha generado una bolsa de trabajos en los que los empleados no tienen apenas nada que hacer y, por qué, a pesar de esta inutilidad económica y social, este tipo de trabajo va cada vez más en aumento.

Pero, ¿qué es exactamente un bullshit job? Graeber lo define así: “Es una forma de trabajo asalariado que es tan inútil, innecesaria o dañina, que incluso el propio trabajador no puede justificar su existencia, aunque —como parte de sus condiciones de empleo— se sienta obligado a fingir lo contrario”. La importancia de la definición del autor es que no se trata de una visión externa subjetiva —por ejemplo, si uno piensa que los estilistas profesionales no tienen ninguna utilidad real— sino que se trata de una percepción que los propios trabajadores tienen de sus empleos.

Según varias encuestas que presenta el autor, casi un 40% de la población —en países desarrollados— consideraría que su empleo es un bullshit job. Hay que diferenciarlos de los shit jobs (trabajos de mierda) que, aunque sean muy molestos o perniciosos —ser matón de un mafioso, por ejemplo— sí que tienen una utilidad clara, aunque nos parezca moralmente reprobable. O también de otros trabajos que tienen una parte bullshit (sandez, tontería), pero que no lo son en su totalidad: Graeber muestra estadísticas de cómo —en paralelo al auge de los bullshit jobs— las tareas administrativas superfluas han ido ocupando el tiempo que, por ejemplo, los profesores universitarios tenían para dar clase, leer o realizar investigación, es decir, para hacer su trabajo real.

Graeber ofrece una clasificación de bullshit jobs —basada en ejemplos reales—que nos muestra la magnitud de estos trabajos inútiles. Leyéndola, a todos se nos pasa por la cabeza algún ejemplo cercano. Hay por ejemplo los flunkies (lacayos), es decir, empleados que tienen como única ...