El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en una conferencia de prensa en Madrid, mayo de 2014. Gerard Julien/AFP/Getty Images
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en una conferencia de prensa en Madrid, mayo de 2014. Gerard Julien/AFP/Getty Images

Precisamente porque tienen muy pocas cosas parecidas y se encuentran en polos opuestos del espectro político, resulta curioso e intrigante que puedan compartir seis rasgos esenciales.

El tsunami progresista que ha dado a luz al partido político Podemos y el movimiento conservador que ha vivido su última reencarnación en el Tea Party se beneficiaron de un líder militante y minoritario que convirtió una determinada conciencia social en maquinaria política, supieron transformar en éxito histórico y punto de inflexión unas elecciones que nunca ganaron, se vieron impulsados por una impresionante red de jóvenes indignados con lo que percibían como el pensamiento único y bipartidista, emplearon las bases de datos, las redes y el crowdfunding para vertebrar sus movimientos, impusieron cambios y giros claves en la política y la estructura de otros partidos y, por último, corren el mismo peligro de que la fortaleza de sus convicciones degenere en una sensación de superioridad moral que les impida pactar acuerdos de mínimos con otras formaciones políticas. No son pocos paralelismos. Vamos por partes.

Un líder militante y necesariamente minoritario. Barry Goldwater, senador republicano por Arizona, fue capaz de transformar las 1.000 corrientes del movimiento conservador en un poderoso magma que aprendió a manifestarse unido. El Tea Party es sólo la penúltima fórmula que ha adoptado el movimiento que fundó Goldwater para marcar la agenda de los suyos, tomar el poder y condicionar las decisiones de sus rivales demócratas.  Al igual que Pablo Iglesias en las elecciones al Parlamento Europeo y en las generales del año próximo, este legendario senador se presentó por su partido como un candidato absolutamente minoritario en los comicios presidenciales de 1964.Sabía que iba a perder, es decir, que de ninguna manera podría ganar frente a Lyndon B. Johnson, pero comprendió que incluso la derrota electoral suponía sembrar una semilla fundamental de cambio y la introducción en el debate público de asuntos que una especie de pensamiento único y bipartidista había condenado al silencio y el ostracismo durante años. En el caso de Iglesias hablamos de modelos más próximos al progresismo de algunos países latinoamericanos y en el de Goldwater se trata de defender el Estado mínimo frente a la expansión del Estado del bienestar y los subsidios acumulados desde el New Deal. Al padre de Podemos no lo han llamado más veces “antisistema” de lo que se lo llamaron al abuelo del Tea Party.

Cuando el éxito político es mucho más que ganar unas elecciones. Hasta la fecha ningún sondeo ni proyección de voto dan a Pablo Iglesias como ganador de unas hipotéticas elecciones generales en 2015, de las que no saldría a hombros por la puerta grande ni con el apoyo de Alberto Garzón, su probable aliado al frente de Izquierda Unida. La altura de sus promesas, que pasan por reformar hasta el modelo del Estado, multiplicará probablemente la sensación de pérdida y animará a los medios de ...