Jóvenes revisando su móvil en la Puerta del Sol, Madid. (Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images)

La crisis y la revolución tecnológica han dividido en cuatro a la sociedad española: la de los acomodados digitales y los acomodados analógicos, y la de los empobrecidos digitales y los empobrecidos analógicos. ¿Cómo se refleja ese cambio en las opciones políticas y en las de consumo?

La sociedad que seremos

Belén Barreiro

Planeta, Barcelona, 2017

Permítanme que empiece con una anécdota personal. Cuando estábamos en lo peor de la crisis, tenía la sensación de que una parte de la sociedad española estaba agazapada, esperando a que pasara el temporal, para volver a las andadas; para volver a vivir por encima de nuestras posibilidades, para retomar ciertos hábitos, que, en buena medida, nos habían llevado a la situación en la que nos encontrábamos.

Una noche coincidí con Belén Barreiro y se lo comenté. Me dijo que no. Que el impacto de la crisis era tan profundo que apuntaba cambios duraderos: una sociedad más comprometida, más solidaria, más consciente de sus pautas de consumo. Y no se trataba de una impresión: su respuesta se basaba en su trabajo al frente de estudios de opinión y de mercado.

Tres años después volví a coincidir con ella y le volví a plantear el asunto. Y su respuesta confirmó su primera afirmación: la sociedad española ha cambiado a raíz de la crisis, se ha hecho más compleja y dicha transformación tiene su inevitable reflejo en las opciones políticas y en las de consumo.

Ese trabajo de la socióloga madrileña en estos últimos años ha visto recientemente la luz en forma de libro, La sociedad que seremos. Su principal conclusión es que de la crisis, acompañada por la revolución tecnológica, surge una España cuádruple, en una división marcada por la situación económica y la digitalización: la de los acomodados digitales y los acomodados analógicos, y la de los empobrecidos digitales y los empobrecidos analógicos.

Barreiro describe cada uno de esos grupos a partir de cuatro personajes concretos, cuatro españoles que con su realidad económica y laboral, con su manejo de la tecnología, con sus hábitos de consumo y de información ejemplifican esa sociedad cuádruple. Y lo más increíble es que en el retrato de cada uno de ellos se encuentran tipos perfectamente reconocibles por cualquiera de nosotros; la muestra de la capacidad del trabajo demoscópico de extraer los rasgos más definitorios de una colectividad. No en vano la autora, además de estar al frente de MyWord, una empresa de investigación social y de mercado, fue, entre otras muchas cosas, presidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Cada uno de dichos personajes, por cierto, se retrata también en sus preferencias políticas. Es interesante ver cómo los digitales se inclinan por los nuevos partidos (los acomodados digitales hacia Ciudadanos, y los empobrecidos digitales hacia Podemos), mientras que los analógicos optan por los partidos tradicionales (los acomodados por el PP y los empobrecidos por el PSOE).

El libro se divide en dos partes: la primera estudia el impacto de la crisis económica en la sociedad española; la segunda, el impacto de la revolución tecnológica.

La crisis ha dejado una sociedad más desigual. Incluso haciéndose eco ya de la recuperación económica, buena parte de los ciudadanos no consideran que el trabajo sea garantía de seguridad ni de bienestar. Los datos reflejan fielmente, en las percepciones personales, esa precarización de la realidad laboral de la que tanto se habla. Dicha inseguridad, la necesidad de recortar en gastos de todo tipo –desde alimentación a ocio, pasando por las facturas cotidianas- han dejado heridas que se traducen en una pérdida de felicidad colectiva. Pero esa experiencia traumática ha llevado también –y aquí el auténtico cambio- a una reordenación de valores, a una sociedad menos materialista y más solidaria. Solo un dato: junto a Eslovenia, España es el país en el que más ha crecido la solidaridad en los años de crisis.

España muestra además una característica propia: una menor tolerancia a la desigualdad que otros pueblos, en línea con algunos países en donde los índices de desigualdad son muy superiores a los del nuestro. Esto se da en las personas que se definen tanto de derechas como de izquierdas, y se traduce en hechos como que somos menos reacios, en general, que otras sociedades a pagar impuestos o en un menor apego al capitalismo.

Es obvio que todas estas actitudes tienen su reflejo en el plano político, sobre todo en la indignación y la decepción con un sistema que, piensan, pensamos, no ha estado a la altura de las expectativas y las necesidades. De ahí el gran aumento de la desafección y de la desconfianza en las instituciones políticas, hasta el punto de que, en plena crisis, las únicas instituciones socialmente apreciadas eran las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil.

Como se ha relatado en tantas ocasiones, otra consecuencia de esta nueva realidad es la pérdida de apoyos del bipartidismo y el nacimiento de los nuevos partidos. Pero también de la aparición de lo que la socióloga ha denominado los “huérfanos políticos”, aquellos que muestran su intención de abstenerse, votar en blanco o emitir un voto nulo, que no saben a quién votar o que no quieren decirlo.

En paralelo, surge también el fenómeno del “consumidor rebelde”, que muestra la gran brecha de confianza que se ha abierto entre los consumidores y las grandes corporaciones y sus grandes marcas, percibidas muy negativamente durante la crisis. En palabras de la autora: “Reconciliar al ciudadano con el sistema económico y político es uno de los retos más importantes que la democracia y la economía de mercado tienen por delante.”

La segunda parte del libro se centra en la relación de los españoles con la tecnología, como otro de los factores indudables de transformación, determinante en cuanto a actitudes y comportamientos.

España tiene un alto grado de digitalización –el sexto puesto en un ranking de 40 países, por encima de Francia e Italia– y un 87% de adultos declaran utilizar, al menos ocasionalmente, Internet. Hay también un 80% de españoles que posee un smartphone, un porcentaje muy superior al de Estados Unidos, Alemania, Francia o Reino Unido. A partir de ahí, se hace un repaso a nuestro uso de la Red, y de las redes sociales, a la relación entre el mundo analógico y el digital, a la penetración de la compra on line, o al impacto en nuestro modo de consumir y acceder a la información y los medios de comunicación. En este último caso, por ejemplo, You Tube se ha convertido en el quinto medio más utilizado en nuestro país, con las consiguientes implicaciones –que ya se han dejado notar- en todo el sector.

Sea en el campo que sea, los datos demuestran la importancia del factor tecnológico en la visión que cada uno tenemos del presente y del futuro. “La tecnología divide las sociedades de la misma manera que la clase social, las preferencias territoriales o la religión, los grandes cleavages o fracturas sociales que, históricamente, dieron origen a los sistemas de partidos”, afirma la autora.

Pese a la sucesión de cifras, datos y porcentajes, el texto se lee de un modo muy ágil, con explicaciones claras e interpretaciones y análisis que van conformando esa radiografía de la sociedad que, previsiblemente, seremos en el futuro próximo. La capacidad de “predicción” de Barreiro está más que contrastada: fue la persona que, dos años antes del nacimiento de Podemos, previó la aparición de un partido de ese corte en un artículo publicado en El País.

La diferencia con otros ejercicios adivinatorios es que este se basa exclusivamente en montañas de datos, muchos de los cuales se recogen al final de la obra en diversos anexos, y en un montón de años de observar la realidad de cerca. Por ello cada lector encontrará, sin duda, rasgos que lo reflejan, o que reflejan la parte de la sociedad que mejor conoce.

Y al final del libro la autora vuelve a destacar el que, probablemente, sea el rasgo más distintivo, en relación, tal vez, con nuestro pasado, pero, seguro, con nuestro entorno:  la escasa tolerancia hacia el sufrimiento ajeno. Aviso a políticos y empresarios.