Bruselas prepara una revisión de la Política Europea de Vecindad que debe reflejar los actuales acontecimientos de los vecinos árabes, ya que es una oportunidad para mostrar su importancia en la zona.

 

LIONEL BONAVENTURE/AFP/Gettyimages

 

 

La situación en el norte de África y Oriente Medio ocupa actualmente las portadas internacionales. El mundo árabe vive una profunda oleada de cambios en lo que se considera un momento histórico. En este marco, los Veintisiete preparan una revisión de la Política Europea de Vecindad (PEV) prevista para mayo de 2011. Sin duda, la revisión de ésta, que concierne a 16 países vecinos de la Unión a través de fronteras terrestres o marítimas, debe reflejar y tener en cuenta los actuales acontecimientos de los vecinos árabes. Y es que de esos Estados, al menos 7 han vivido manifestaciones en las plazas centrales de sus capitales solicitando la apertura política de sus Gobiernos. Túnez y Egipto, a la cabeza, han contagiado a países como Argelia, Jordania, Libia, Marruecos y Siria, todos ellos incluidos en la PEV.

Lejos de parecer una piedra en el camino, los aires de cambio en estos países se presentan como una gran oportunidad para Bruselas. Es ahora cuando la Unión debe demostrar que puede llegar a ser un actor importante en la esfera internacional a través de una renovada política de vecindad más atractiva que fomente las reformas políticas. Ahora más que nunca es necesaria una estrategia comunitaria coherente en la región, así como no dejarse eclipsar por los países que forman el BRICS, que han reforzado su presencia económica e influencia en regiones meridionales fronterizas con la UE.

Desde su puesta en marcha en 2004, esta política ha aportado beneficios tangibles tanto a los países socios como a la UE. Sin embargo, muchas han sido las críticas de su ineficacia. Una de las principales es que ofrece avanzar más en la integración económica y se centra menos en la reforma política, lo que implica el riesgo de dejar atrás en las relaciones con sus vecinos, valores tan defendidos por la propia Unión como la democracia, la justicia social y los derechos humanos. A su vez, uno de los debates que ha seguido a ésta estrategia es si puede ser efectiva una única política para el este y el sur, dos áreas geográficas muy distintas. Los defensores alegan que este diseño tiene como ventaja diluir la competencia entre los Veintisiete por privilegiar a sus vecinos más cercanos, por tanto, a ellos mismos. Además, esta acción, cuya esencial peculiaridad es su lógica estrictamente bilateral, se centra en Planes de Acción adaptados a las necesidades y situaciones concretas nacionales.

La UE debe demostrar que puede ser un actor importante en la esfera internacional a través de una renovada PEV

Es evidente que las características regionales son determinantes para la implementación eficaz de la PEV, ya que es cierto que no se puede esperar que las respuestas sean las mismas en los 16 países, ni siquiera serán similares dentro de las dos áreas geográficas. Por ejemplo, en líneas generales, los Estados del este han demostrado una mayor disposición a reforzar el diálogo político con el gigante europeo por su ambición de pertenecer algún día a la UE, especialmente Georgia, Ucrania y Moldavia. No sucede igual con los del Sur. Aún así, esta intención se ha visto truncada por la incapacidad de Bruselas para establecer una condicionalidad estricta y presentar incentivos atractivos.

En cuanto a los países del sur, la implementación de esta política deja mucho que desear, especialmente en Argelia, clave del espacio euromediterráneo. El Gobierno argelino ha visto con suspicacia durante años la PEV como una manera de interferir en los asuntos de soberanía nacional. Aunque la evaluación de los Planes de Acción bilaterales con estos Estados es muy dispar, de los 10 vecinos meridionales se han llegado a valorar, de forma muy negativa, los planes de acción en materia de democracia, especialmente en Túnez.  Llegados a este punto cabe preguntarse, ¿la ineficacia en la implementación es un problema del diseño de la política per se o del contexto político regional?

Los acontecimientos en el norte de África son una puerta abierta para que se acaben las dificultades de implementación de los Planes de Acción y se avance en la integración con los vecinos de la cuenca mediterránea. Desde que comenzaron las revueltas, la élite política europea ha sabido ver el nuevo potencial de los Gobiernos del sur. El pasado 8 de marzo la Comisión y la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, presentaron la Asociación para la Democracia y la Prosperidad Compartida con los países del Mediterráneo Meridional. Se puede intuir que este documento es una primera aproximación o un anticipo a la esperada revisión de la PEV, ya que se presenta como una amplia batería de medidas prácticas para ayudar al proceso de transición de los vecinos del sur.

El documento hace especial hincapié en la adecuada programación de instrumentos con los que lograr un enfoque que se base claramente en incentivos diferenciados por país y que responda al principio de más por más –por el cual Bruselas concede ventajas a los Estados que introducen reformas. Sin duda alguna, el punto fuerte es el énfasis que pone en la transformación democrática y la capacitación institucional, pero sin implicar una estricta condicionalidad, es decir, no necesariamente a la forma europea. Según afirmaba Catherine Ashton, “no es la UE la que debe imponer soluciones, estas revoluciones son de los pueblos de la región. Corresponde a estos mismos decidir cómo quieren que se les gobierne y qué ayuda necesitan”.

Desde el Parlamento Europeo, también se ha visto el potencial que los países del sur pueden tener ahora para la PEV. En sendas propuestas de resolución el pasado 16 de marzo, los eurodiputados Marek Siwec y Mario David, criticaban que desde su inicio, la política de vecindad ha resultado ineficaz para lograr sus objetivos en materia de derechos humanos y democracia. Sin embargo, como afirma el eurodiputado portugués de la Comisión de Asuntos Exteriores, Mario David: “los sucesos acaecidos en Túnez, Egipto y Libia exigen que la UE introduzca cambios adecuados en la PEV para que preste un apoyo eficaz al proceso de reformas políticas, económicas y sociales.” Y añade: “el diseño de la renovada política ha de ser lo suficientemente flexible como para ajustarla a las diferentes necesidades de los países y las regiones.” A su vez, el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso declaró que Bruselas “está empeñada en dar un salto cualitativo en las relaciones con sus vecinos, que están deseosos y prestos a emprender el camino de las reformas políticas y económicas. El miedo a las incógnitas del futuro no nos impedirá apoyar los cambios de hoy en día”.

De momento, las señales son positivas. La zona del Mediterráneo se revela como un ámbito importante en las relaciones externas de la UE, sin que ello quiera decir el abandono de las relaciones con los vecinos del este. La situación actual se presenta especialmente propicia para hacer de la PEV una política coherente que fortalezca las relaciones de los Veintisiete con sus vecinos. Para ello, la Unión deberá definir mejor sus metas y prioridades estratégicas en la asociación con los Estados tanto del este como del sur.

La élite política europea en su discurso descartó hace tiempo la noción de europeización, y ha dado protagonismo al concepto de partenariado. Pero la pregunta sigue en el aire, ¿qué tipo de incentivos se ofrecerá en la revisión de PEV? Está claro que tendrán que ser atractivos y con una condicionalidad clara para que los Veintisiete puedan ser capaces de influenciar en la consecución de reformas a largo plazo. No se trata de establecer medidas que miren hacia una inclusión de membresía, sino más bien a un más por más. En este sentido, ésta debe evitar la obsesión en la europeización e imponer su voluntad a toda costa.

 

 

 

 

 

 

Suplementos sobre la Presidencia española de la UE