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El presidente iraní, Hasán Rohaní, y su homólogo ruso, Vladímir Putin en una cumbre en Bishkek, junio 2019. VYACHESLAV OSELEDKO/AFP/Getty Images

Oriente Medio es una región donde las relaciones entre los actores son siempre más complejas de lo que parecen. En Siria, por ejemplo, suele repetirse que Rusia e Irán comparten muchos intereses, lo cual es cierto, pero también lo es el hecho de que las diferencias entre ambos Estados han estado creciendo y los ámbitos de cooperación están siendo superados por los de competencia.

Durante los momentos más álgidos del conflicto militar y desde el involucramiento de Rusia al mismo, existió una especie de división de trabajo: el poder aéreo fue responsabilidad de Moscú mientras que Irán, a través de asesores, miembros de sus fuerzas armadas y milicias, puso las botas en el terreno. Se generó una simbiosis necesaria entre ambos.

A medida que el aspecto militar del conflicto se encamina hacia el dominio casi total del gobierno de Damasco del territorio, con notables excepciones, como las zonas del margen oriental del río Éufrates bajo el control de las fuerzas kurdas, el área del noroeste ocupada por Turquía o la zona de Idlib. Allí precisamente, el último bastión de los grupos opositores, han comenzado las operaciones militares, y se corre el riesgo de una catástrofe humanitaria debido a que la población civil se encuentra literalmente entre dos fuegos. Es notorio que las milicias proiraníes no forman parte del esfuerzo bélico en este enclave.

A pesar de que los líderes siguen hablando de grandes niveles de entendimiento, dos importantes ámbitos de discusión emergen: la futura organización política de Siria y la reconstrucción de la infraestructura del país. En ambos temas, el resultado alcanzado determinará el grado de influencia en Siria, y el consecuente impacto regional que alcancen Moscú y Teherán en Oriente Medio.

 

Oportunidades económicas

Más allá de las pérdidas en cuanto a bajas y heridos, informes indican que Irán habría gastado 100.000 millones de dólares en Siria desde inicio del conflicto. Es entendible, por lo tanto, el interés iraní en asegurarse algún tipo de beneficio en momentos en que las sanciones económicas internacionales hacen que su política siria genere críticas entre su población. Rusia, también sujeta a sanciones derivadas del conflicto en Ucrania, se encuentra en una situación similar, tratando de obtener beneficios económicos para sus empresas en Siria.

El presidente Bashar al Assad, por su parte, se encuentra en una situación compleja entre sus dos aliados militares. Desde 2011 el presidente sirio ha realizado viajes a solo dos destinos: Rusia (octubre 2015, noviembre de 2018 y mayo 2018) e Irán (febrero de 2019). El apoyo militar y político de Moscú y Teherán ha sido fundamental para que la guerra se haya decantado a su favor. Ahora el desafío es cómo encontrar un equilibrio a las demandas de sus aliados, consciente de que no todos podrán verse beneficiados de igual manera.

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El puerto de la ciudad de Latakia, Siria. LOUAI BESHARA/AFP/Getty Images

El ámbito portuario, por su importancia estratégica en el Mediterráneo, es uno de los puntos donde rusos a iraníes han chocado de manera más pública.

El pasado mes de febrero, Bashar al Assad visitó Irán donde reunió con las más altas autoridades de la República Islámica (el mismo día Vladímir Putin recibía al Primer Ministro israelí en Moscú). En Teherán se anunció un acuerdo para que el puerto de Latakia pudiera ser utilizado por empresas iraníes, lo que comenzará a hacerse efectivo el próximo mes de octubre cuando finalice el contrato de concesión de la empresa que lo ejerce desde hace 10 años.

La respuesta rusa no se hizo esperar. A finales del mes de abril el Vice Primer Ministro ruso, Yuri Borisov, visitó Damasco para reunirse con el presidente sirio y anunció que la empresa rusa STG Engineering LLC estaba cerrando en esos momentos un acuerdo con el Ministerio de Transporte de Siria para modernizar y gestionar el puerto de Tartus por 29 años. El Parlamento sirio aprobó el contrato con la empresa rusa el pasado 13 de junio, lo cual parecería indicar un aumento de la influencia rusa frente a un Irán sumergido en una nueva crisis con Estados Unidos.

Debemos recordar, para contextualizar esta situación, que Teherán había intentado conseguir una posición en Tartus pero había chocado con la oposición rusa. Para Moscú ese puerto, que se encuentra a sólo 30 kilómetros de la frontera con Líbano y a 60 kilómetros del puerto libanés de Trípoli, resulta una prioridad. A medida que los yacimientos gasíferos del Mediterráneo oriental cobran importancia, lo mismo pasa con los puertos de la región.

Desde ese punto de vista sería interesante seguir lo que ocurre con el puerto de Banias donde iraníes han demostrado interés y rusos preocupación. Será un ámbito claro de oposición entre Teherán y Moscú. Ese puerto es de gran importancia debido a la refinería que se ubica en el mismo.

Siria sufre de un déficit crónico de hidrocarburos como producto de la guerra. Se considera que de los 136.000 barriles diarios que necesita la economía siria, tan solo produce 24.000, teniendo que importar el resto, es decir, unos 200 millones de dólares mensuales. Antes de 2011, el país producía 385.000 barriles diarios. Hasta octubre del año pasado Irán suministró una línea de crédito que le permitió a Siria comprar crudo iraní, a partir de ese momento las sanciones internacionales que pesan sobre Teherán han complicado la continuidad del programa que representaba el 80% de las necesidades energéticas del país.

En el mes de marzo el Departamento del Tesoro de EE UU impuso sanciones a los sectores de gas y petróleo sirios que vino a sumarse a las limitaciones iraníes para continuar el suministro de esos productos como resultado del fortalecimiento de las sanciones estadounidenses a Teherán. Se ha generado una crisis energética en Siria que deja al Gobierno con las mismas dos opciones, Rusia e Irán, cuya ayuda no saldrá gratis.

En ese sector, lo mismo que en el portuario, Rusia ha aprovechado la situación de debilidad iraní para conseguir ventajas para sus empresas en términos de contratos, concesiones y exenciones impositivas.

Siria se ha convertido en el escenario de lucha por ventajas económicas entre Moscú y Teherán.

 

Reforma en el sistema de defensa y seguridad

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Retrato del líder de Hezbolá, Hasán Nasralá. y de soldados muertos en combate luchando en el bando del presidente sirio, Damasco. JOSEPH EID/AFP/Getty Images

El futuro político de Siria no sólo se relaciona con la estructura constitucional del país sino también con la organización del aparato de seguridad y defensa.

No es un secreto que la presencia militar iraní (de manera directa o indirecta) es vista con gran preocupación por parte de Israel. Los ataques aéreos realizados en los últimos años contra esas tropas demuestran el lugar que ocupa ese tema en la agenda de seguridad de Tel Aviv y, a la vez, señala un punto de contacto entre Israel y Rusia. Ambos Estados, cada uno por razones particulares, están interesados en una menor presencia militar iraní en Siria.

La discusión central es determinar qué milicias van a desarmarse y cuáles van a ser integradas al sistema de seguridad y defensa sirio. La integración, por cierto, depende de los recursos del Estado central que le permita convertir a esos milicianos en funcionarios estatales.

El Gobierno ruso favorecerá un escenario postconflicto donde el Gobierno central sirio ejerza el monopolio de la fuerza, y para eso desarmar o integrar a las milicias que han participado en el conflicto y favorecer el retiro de las fuerzas extranjeras es una prioridad. No permitirá una situación como la libanesa con Hezbolá.

Es por ello que el presidente Putin no ha obstaculizado con sus medios militares desplegados en Siria los continuos ataques aéreos israelíes contra las posiciones iraníes o de las milicias cercanas a Teherán.

Moscú también ha logrado que a medida que las localidades que circundan a Damasco han dejado de ser escenarios de enfrentamientos, las tropas iraníes se retiren de la capital siria. Se ha señalado, en este sentido, que el nombramiento de Salim Harba como nuevo Jefe del estado Mayor del Ejército sirio a inicios del mes de abril indicaría un aumento de la influencia rusa debido a la postura cercana a Moscú de este influente oficial.

En este caso, la competencia irano-rusa tiene tres ejes: favorecer a funcionarios cercanos a sus posturas para puestos de responsabilidad, integrar a milicias para garantizar el monopolio de la fuerza por parte del Estado sirio y asegurar una presencia a largo plazo para sus respectivas fuerzas. Esto último ya ha sido logrado por Rusia que ha conseguido una base aérea y una naval en Siria. La ventaja para Moscú es clara en este aspecto.

 

Rusia dialoga sobre Siria con EE UU e Irán

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El Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu (en el centro), el consejero de seguridad de Rusia (Nikolai Patrushev), Israel (Meir Ben-Shabbat) y Estados Unidos (John Bolton) en Jerusalem, junio 2019. MENAHEM KAHANA/AFP/Getty Images

Una frase que se le adjudica a Zbigniew Brzezinski, “si no estás en la mesa, seguro estás en el menú”, ejemplifica perfectamente la situación que Irán puede estar viviendo en estos momentos. Recientemente se han reunido en Jerusalén los consejeros de seguridad nacional de Israel (Meir Ben Shabbat), Rusia (Nikolai Patrushev) y Estados Unidos (John Bolton). El tema central es Siria, aunque el tema iraní no ha estado fuera de la agenda. Es más, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que el asunto sirio en realidad se refiere a la posición de las tropas iraníes en ese país. Por razones diversas, los tres Estados coinciden en el objetivo de disminuir la presencia militar de Irán en Siria. Resta ver si EE UU e Israel propondrán algún tipo de incentivo a Rusia para avanzar en ese sentido en términos de levantamiento de sanciones que pesan sobre su economía, el reconocimiento de Crimea como parte de Rusia o la aceptación y reconocimiento de la continuidad de Bashar al Assad en el poder.

Aunque se lograra un acuerdo, ¿cómo podría implementarse?, ¿las tropas iraníes se retirarán sin decir palabra? No se trata solo de tropas iraníes o milicias extranjeras sino de una estructura de influencia en las Fuerzas Armadas y de seguridad sirias que se ha construido a lo largo de esos ocho años de guerra.

Todo ello nos lleva a pensar que Rusia no avanzará de manera agresiva contra Irán, eso podría generar un caos que ninguno de los actores involucrados desea. Será un lento reacomodamiento.

Teherán sabe que sus propios conflictos con Estados Unidos disminuyen cualquier posibilidad de ejercer algún grado de influencia en Siria. Su capital político es escaso y debe usarlo con cuidado. La apuesta de Teherán es la de apoyar el formato del Proceso de Astaná y favorecer el establecimiento de un comité constitucional que, entre otras cosas, asegure un entendimiento entre los kurdos sirios y el gobierno de Damasco.       Para Teherán la única forma de ejercer influencia en Siria pasa por apoyar un entendimiento entre los kurdos y el Gobierno central, y de esa manera vincular la zona este del país con Irak, otro Estado en el cual Irán tiene intereses y presencia.

 

Contrapesos y favores

Rusia tiene ventajas claras sobre Irán que seguramente pesan en los decisores sirios. Por un lado, y debido a sus propios problemas, Teherán no puede ofrecer el apoyo diplomático que puede dar Moscú. Aunque, por otro parte, en Damasco se piensa que algún tipo de contrapeso a la posición de influencia de Rusia no es algo que deba dejarse de lado con el objetivo de obtener algún nivel adicional de autonomía. Uno de puntos centrales del Gobierno sirio en el futuro será precisamente ese, y los sirios son conscientes de ello.

Para Rusia ya no se trata de cooperación militar con Irán sino de competencia económica y política, aunque todavía no podemos hablar de conflicto.

Posiblemente el Gobierno ruso aproveche la situación de tensión de Irán con la comunidad internacional para obtener ventajas en Siria y también intentará obtener algún rédito por lo mismo frente a Israel y EE UU. Rusia habla con todos y a todos cobra favores.