El Presidente ruso, Vladímir Putin (derecha), junto a su homólogo finlandés, Sauli Niinisto, en una rueda de prensa en Moscú, marzo de 2016. Kirill Kudryavtsev/AFP/Getty Images
El Presidente ruso, Vladímir Putin (derecha), junto a su homólogo finlandés, Sauli Niinisto, en una rueda de prensa en Moscú, marzo de 2016. Kirill Kudryavtsev/AFP/Getty Images

El Báltico se ha convertido en otro punto de tensión con Rusia. Mientras que el foco se pone en las ex repúblicas soviéticas, los países escandinavos tienen sus propios miedos.

Desde que la agresividad del Kremlin volviera a preocupar en Occidente por la guerra en el este de Ucrania, se ha mirado con preocupación un posible nuevo foco de conflicto en el Báltico. En especial en las ex repúblicas soviéticas. Pero Noruega, Suecia y Finlandia también han expresado su temor ante una escalada de la tensión con Rusia.

“No creo que haya una voluntad real de Moscú de agredir a estos países, pero sí que busca intimidarlos, retarlos y testar dónde están los límites”, explica Nicolás de Pedro, investigador principal de CIDOB.

De Pedro también apunta que “desde que ha empezado el conflicto de Ucrania, Finlandia y Suecia se han planteado debates serios sobre la entrada en la OTAN”. Así tendrían un paraguas protector ante un aumento de la tensión con Moscú. Noruega es miembro de la Alianza, aunque al compartir frontera con Rusia ha vuelto a recordar algunos momentos de la Guerra Fría.

 

El paraguas de la OTAN

Noruega ha vivido una vuelta a la Guerra Fría. Ha autorizado este 2016 que Estados Unidos despliegue equipamiento pesado (tanques y blindados) cerca de la frontera con Rusia para tenerlo disponible en caso de crisis.

El país nórdico también sigue con atención los movimientos rusos en el Ártico. Aunque Oslo y Moscú resolvieron sus disputas territoriales en el mar de Barents en 2010, el año pasado las maniobras militares de la OTAN Artic Challenge o Cold Response (con la participación de Noruega), provocaron una airada reacción del Kremlin que también realizó sus propios ejercicios en la zona.

Noruega y Rusia también han vivido momentos de tensión por la crisis de los refugiados de Oriente Medio. Lejos del foco de atención en las rutas balcánicas, a finales de 2015 centenares de personas entraron a Europa cruzando la frontera ruso-noruega  –el país nórdico no es miembro de la UE pero sí está integrado en Schengen–.

En enero de 2016 el Gobierno noruego comenzó a deportar a estos refugiados a Rusia, quien tampoco está dispuesta a admitir a estas personas. Human Right Watch ha criticado la actitud de ambos países al poner en riesgo centenares de vidas, por no darles un cobijo adecuado ante las duras temperaturas del Ártico.

Además, el Kremlin ha protestado por una serie de la televisión noruega, Okkupert (Ocupados), donde muestra como Rusia presiona militar y políticamente al país nórdico (hasta instalar un gobierno títere) para que siga una política energética de acorde a sus intereses. Puede parecer anecdótico, pero sirve de termómetro sobre el estado de las relaciones entre ambos países.

 

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