Unos jóvenes en el barrio de Shahran, en Teherán. (Atta Kenare/AFP/Getty Images)
Unos jóvenes en el barrio de Shahran, en Teherán. (Atta Kenare/AFP/Getty Images)

Un reflejo de la sociedad de la capital de Irán y las múltiples contradicciones bajo las que deben vivir. 

City of Lies: Love, sex, death and the search for truth in Tehran

Ramita Navai

Editorial PublicAFFAIRS, 2014 (recientemente traducido al francés y al alemán)

Jueves por la noche (en Irán los días de asueto son jueves y viernes). Varios jóvenes se llaman por teléfono una y otra vez, comentan si hay policía o no cerca y después de muchas dudas empiezan a llegar a una casa en Shahrak-e-Gharb, un barrio de clase media al oeste de Teherán. Cerca de la entrada hay una pequeña habitación donde las mujeres se desprenden con rapidez el chador y se quedan en minifalda y tirantes, enseñando sus piercings. Cruzan la puerta y entran en una fiesta de música electrónica similar a la que podrían celebrar cualquier grupo de jóvenes de cualquier ciudad europea, con la excepción de que siempre hay alguien vigilando cerca de la ventana. Si grita "policía", en un abrir y cerrar de ojos desaparece de la vista la tabla de mezclas, el equipo de música, la bebida y las jóvenes corren a vestirse según mandan las leyes islámicas del país desde la llegada al poder de los ayatolás.

En la Republica Islámica de Irán hace 36 años que está prohibida la música occidental – al igual que el uso del inglés, el baile o el alcohol entre otras muchas cosas – dando lugar a una nación de doble vida, donde nada es lo que parece, ni nada parece lo que es. Una piadosa ama de casa que se dedica a traficar con heroína; un vecino venerado en su barrio por sus frecuentes peregrinaciones a La Meca (el viaje a la ciudad saudí es uno de los cinco pilares del islam, que todo fiel debe cumplir al menos una vez en su vida, si tiene los medios para ello) que en realidad se dedica a recorrer los “barrio rojos” de Bangkok, la capital tailandesa; y un miembro de la temida Guardia Revolucionaria islámica (Pasdarán) que paga a extraños para que duerman con su mujer mientras el mira.

En su primer libro, City of Lies, la periodista británica-iraní Ramita Navai escarba el bajo vientre de Teherán en la búsqueda de hombres y mujeres obligados a llevar una vida en privado y otra en público. Ciudadanos con una vida paralela a la que dicta el poder clerical, en una megalópolis de casi 18 millones de habitantes donde celebrar un picnic al lado de una carretera de cuatro carriles significa libertad.

Ramita Navai sabe de lo que habla. Nació en Teherán, aunque su familia abandono el país cuando ella tenia seis años, durante la revolución de 1979 que derrocó la monarquía prooccidental del último Sha de Persia y sacudió el orden en el tablero mundial. Creció en Londres, donde se graduó en periodismo por la City University of London. En 2003 volvía a Irán como corresponsal de The Times. El año en el que más de 30.000 personas morían bajo los escombros en el terremoto que arraso la histórica ciudad de Bam. Y en el que otro, este de carácter político, empezaba a gestarse con la llegada a la alcaldía de Teherán de Mahmud Ahmadineyad. Un independiente que muy pronto no dejaría a nadie indiferente dentro y fuera del país.

En 2006 con Ahmadineyad convertido en presidente (el primer mandatario de Irán en 24 años que no era clérigo) el Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, el encargado de luchar contra los “comportamientos contrarios al islam” le retiro su permiso de trabajo. Ahí empezó la etapa de Navai como profesora voluntaria de inglés a los niños de los barrios pobres del sur de Teherán. Hijos y nietos de quienes alzaron al imán Jomeiní confiados en que les traería una vida mejor, pero que conviven sin mezclarse con los nuevos ricos del norte que han hecho fortuna al amparo de la revolución.

Fue en esos barrios, al sur del Gran Bazar (más que un mercado, un auténtico centro de poder) tras conocer a una prostituta toxicómana que le enseñó su mundo, pero sobre todo, un Teherán desconocido para ella donde Navai empezó a dar forma al libro. A intentar ordenar sobre papel las intimidades de una ciudad donde la gente es capaz de entenderse sin hablar por que sabe que las palabras se pueden tergiversar según convenga.

En City of lies “No hay nada ficticio" asegura la autora. Cada capítulo se basa en una historia verdadera. O en varias que se entremezclan. Un retrato vivido (y rotundo) de la complejidad, las contradicciones y los matices de la vida del Teherán actual, pero imposible de comprenderse sin el antiguo. De la mano de Asghar, Morteza o Haj Agha, tres de los ocho protagonistas del libro, el lector descubrirá que hay una ciudad donde todo lo prohibido tiene su reverso. Eso sí, ninguno aparece con su nombre real. Se les cita por su nombre de pila, un seudónimo o incluso solo una inicial. Lo contrario hubiera sido exponerles como mínimo a recibir latigazos, o peor, llevarles directamente a la cárcel. Enormes pudrideros donde se amontonan personas que han cometido delitos tan “graves” como reivindicar la libertad de expresión.

Ramita Navai ha encontrado a los protagonistas a los largo de la avenida Valiars. Una especie de enorme rampa que baja desde los montes Elburz hasta las arenas del desierto, desde los fastuosos barrios del norte de la ciudad hasta los míseros del sur. Del Teherán donde viven profesionales, políticos y artistas al Teherán donde escasean las gabardinas de colores claros y abundan los toxicómanos, las prostitutas y los niños de la calle. Una arteria de 33 km por la que fluyen mil y un contrastes de una sociedad en continua ebullición y el mejor escenario para un libro cuyo subtítulo incluye las palabras amor, sexo y muerte.

Es el Teherán de las apariencias, el del chador y la revolución, pero también la ciudad donde se bebe alcohol, se escucha música prohibida, se baila, se leen libros censurados y se ven decenas de canales de televisión de todo el mundo a través de antenas parabólicas ilegales.

36 años después de la revolución las normas públicas, lo oficial y lo legal, van por un lado y la tozuda realidad privada va por otro. En un país donde los “homosexuales no existen”, solo hay que darse una vuelta cualquier noche por el parque de los Tulipanes (Laleh Park) uno de los típicos lugares de encuentro gay de Teherán, donde se dan cita chicos tanto del norte rico como del sur más modesto.. A menos que alguno se muestre extremadamente cariñoso, la Police Park que vela por la “decencia” no suele intervenir. Este el quizá el lugar más democrático. A diferencia del centro comercial Palladium, uno de los que más éxito tienen de la ciudad.

Algo parecido pasa con el matrimonio temporal (sigheh) que también aparece en el libro de Narvai. Una fórmula utilizada por los iraníes para dar validez legal a sus relaciones extramatrimoniales en un país donde la ley islámica vigente prohíbe las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Aunque uno de los usos mas extendidos del sigheh en la actualidad es la prostitución. Muchas mujeres utilizan estos contratos para protegerse ante posibles represalias legales cuando están con un cliente. También ellos quedan protegidos ante la ley. Otros han buscado una aplicación más utilitaria y existen agencias de viajes que ofertan vacaciones en el Mar Caspio para las parejas que deseen un matrimonio temporal. El paquete incluye alojamiento y un clérigo para registrar el contrato.

La homosexualidad o la prostitución son solo dos de los muchos temas que aborda el libro. El Teherán real que se oculta a la vista y del que rara vez se escribe. Donde la supervivencia depende muchas veces de una compleja red de mentiras.

City of Lies: Love, sex, death and the search for truth in Tehran fue incluido en la lista de Los 25 libros de esglobal 2014.