El Papa Francisco, el rabino Abraham Skorka y el líder de la comunidad islámica argentina, Omar Abboud, en Jerusalén. Thomas Coex/AFP/Getty Images
El Papa Francisco, el rabino Abraham Skorka y el líder de la comunidad islámica argentina, Omar Abboud, en Jerusalén. Thomas Coex/AFP/Getty Images

¿Cuál es la contribución del diálogo interreligioso contemporáneo?

Es una trágica ironía pensar que fue precisamente un 11 de septiembre cuando se inauguró, en 1893, la primera sesión del Parlamento Mundial de las Religiones. Aquel encuentro embrionario del diálogo interreligioso se celebró en Chicago y contó con representantes de los principales credos, incluidas figuras del firmamento espiritual de la época como Swami Vivekananda, que representó al hinduismo.

El lustre de aquella reunión lo empaña el fracaso posterior de su cometido. Ciento dieciocho años después, la ciudad de Nueva York sufría un 11 de septiembre que desdecía las buenas intenciones que exuda este Parlamento Mundial que se ha venido celebrando, de manera callada pero continua, en diversas ciudades de todo el planeta.

La última edición tuvo lugar en 2015 en Salt Lake City, sede de la Iglesia mormona. Alrededor de 10.000 emisarios de todos los credos imaginables se dieron cita en la ciudad estadounidense, si bien llegaron fundamentalmente a acuerdos operativos (celebrar el encuentro con una frecuencia predecible, cada dos años, de tal forma que el siguiente tendrá lugar en 2017).

Ante el evidente resquebrajamiento de las relaciones interreligiosas después de casi un siglo y medio de iniciativas de entendimiento, cualquier crítica ante la ineficacia del Parlamento resulta tan evidente como superflua. La iniciativa parece ser un esfuerzo más retórico que práctico, excesivamente consciente de sus limitaciones y del fracaso continuado de sus empeños.

Estos encuentros han dado lugar, no obstante, a importantes adelantos teóricos, como el diseño de una ética global. La expuso el eminente teólogo católico Hans Küng en la reunión celebrada también en Chicago en 1993, con ocasión del centenario del evento.

Pero más allá de esta virtuosa búsqueda del denominador común moral de la humanidad, el mensaje de la conciliación no acaba de calar en un contexto internacional de intenso enfrentamiento religioso.

 

Una dudosa iniciativa saudí

El diálogo entre credos distintos se ha ido dotando de instrumentos que llevan a cabo un trabajo sostenido y van más allá de los grandes encuentros bianuales. Uno de los ejemplos más llamativos es el del Centro para el Diálogo Interreligioso e Intercultural del Rey Abdulá bin Abdulaziz (KAICIID). Inaugurado en 2012 y con sede en Viena, este instrumento patrocinado por Arabia Saudí –con el apoyo de España y Austria–intenta lo que para muchos es la cuadratura del círculo: promover valores de armonía interreligiosa a iniciativa del país más frecuentemente acusado de diseminar e institucionalizar el extremismo islámico y de impedir la práctica pública de religiones distintas a la musulmana.

Con todo ello, KAICIID lleva ya cuatro años realizando su trabajo y tratando de achicar los múltiples ataques que vierten sobre él. El más común, fundado o no, es el que le acusa de ser un caballo de Troya del wahabismo, la corriente islámica ultraconservadora del Reino que tanto se ha extendido por otros países ...