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Las cinco fases imprescindibles que podrían asegurar el éxito de la Conferencia sobre el Futuro de Europa.

La Conferencia sobre el Futuro de Europa era el nombre de moda en Bruselas a principios de este año. Hizo que se elevaran las expectativas sobre una mayor participación de los ciudadanos en las decisiones políticas de la UE, lo que suscitó ciertas críticas sobre el enfoque —considerado demasiado elitista por muchos observadores— y sobre el hecho de que la sociedad civil organizada no estuviera suficientemente involucrada y despertó la imaginación de think tanks y activistas democráticos a propósito de los métodos de trabajo más adecuados.

Varios meses después, el 16 de septiembre de 2020, la Conferencia recibió una sola mención durante el primer discurso de la presidenta de la Comisión, Ursula van der Leyen, sobre el estado de la Unión, al hablar de las posibilidades de ampliar las competencias de la UE en el ámbito de la sanidad. Eso provocó discusiones de lo más variado en las redes sociales, desde si la Conferencia sigue siendo una prioridad política para la Unión hasta si es mínimamente realista pensar que es posible un proceso de consultas de alcance europeo, significativo e incluyente, en la situación impuesta por la COVID19.

Aunque todavía está por ver qué acordarán la Comisión, el Parlamento Europeo y el Consejo sobre el formato de la Conferencia, es indudable que tendrá que basarse en la experiencia y las lecciones aprendidas a partir de iniciativas anteriores y actuales de participación ciudadana.

Hay ejemplos locales, nacionales e incluso europeos que ya han demostrado que funcionan y pueden ser útiles para decidir si la Conferencia debe “adaptarse a la pandemia”. Solo mediante la creación de sinergias entre los distintos instrumentos y métodos de innovación democrática podrá construirse un auténtico espacio público europeo como esfera de diálogo, debate y toma conjunta de decisiones, no solo para sino con los ciudadanos de Europa.

Aunque la modalidad preferida para la participación ciudadana siempre será la combinación de actividades presenciales y virtuales, también existen buenos ejemplos de innovación democrática basados sobre todo en la colaboración a través de Internet. Letonia tiene una plataforma digital —ManaBalss— para la elaboración colectiva de leyes que visita anualmente más del 70% de los letones y ayuda a configurar la agenda del Parlamento. El gobierno islandés ha involucrado a los partidos políticos, representantes del mundo académico y organizaciones de la sociedad civil en un proyecto colaborativo de varios años de duración para redactar una nueva Constitución, con un foro de colaboración llamado “Una Islandia mejor” (betraisland.is) que garantiza el debate en la red y facilita sugerencias constructivas sobre enmiendas, argumentos y votos a favor o en contra de las propuestas.

Lo que constituye una auténtica innovación democrática en el ámbito de la UE es, sin duda, la Iniciativa Ciudadana Europea, el primer instrumento transnacional de democracia participativa que permite a los ciudadanos europeos configurar la agenda política de la Unión, con su plataforma de colaboración multilingüe en Internet (el Foro) como método de apoyo a los organizadores.

Todos estos ejemplos y otros muchos deben servir de inspiración a las instituciones europeas para innovar, aprovechar plenamente las TCI para garantizar que la Conferencia sea “un nuevo foro público para un debate abierto, incluyente, transparente y estructurado con los ciudadanos”, utilizando una plataforma digital multilingüe a fin de obtener la máxima participación, accesibilidad y transparencia.

Las posibilidades de la democracia digital, aún poco estudiadas, son enormes, como demuestran ejemplos a nivel local y nacional, que prueban que puede añadir valor al compromiso democrático.

Una evaluación hecha por el Servicio Europeo de Acción Ciudadana (ECAS) sobre 27 casos nacionales de todo el mundo en los que se tomaron decisiones conjuntas con los ciudadanos empleando las TCI indica que las herramientas de colaboración, especialmente cuando son un elemento de innovación democrática, pueden incrementar la participación porque implican a ciudadanos y sectores de la sociedad civil que no son los habituales, como los jóvenes. También pueden garantizar el proceso de aprendizaje para los ciudadanos y los responsables políticos gracias al intercambio constante de ideas y opiniones sobre el contenido y los métodos de las políticas y su elaboración. Así pueden aparecer ideas nuevas e innovadoras para construir políticas a partir de la “sabiduría colectiva” e incorporar los conocimientos “ocultos” al debate. Además, realza la legitimidad de las decisiones políticas, que es algo cada vez más necesario en la UE.

No obstante, para explorar todas las posibilidades de las TCI a la hora de reforzar la democracia, las innovaciones democráticas deben ir de la mano de unas políticas firmes que permitan garantizar la privacidad, resolver la brecha digital, promover los nuevos medios y el dominio de los medios digitales y combinar las actividades presenciales y en la Red. Sin estos factores, cualquier marco de funcionamiento de la democracia digital puede ser contraproducente. Y esto afecta tanto a las generaciones jóvenes, que pasan mucho tiempo en Internet y no tienen ningún interés por las formas tradicionales de participación política, como con los mayores. Al mismo tiempo, los responsables políticos tienen que emplear las herramientas digitales para relacionarse con los jóvenes en su entorno natural —el espacio digital— y no esperar a que se involucren en la política tal como se ejerce hoy.

Ya sea en un formato híbrido o por Internet, si queremos que la Conferencia sobre el Futuro de Europa sea un proceso real de participación y elaboración conjunta de soluciones para Europa, necesitamos un plan de acción claro.

El proceso puede consistir en un modelo divergente y convergente en el que entren ciudadanos seleccionados de forma aleatoria, organizaciones de la sociedad civil que representen a otros ciudadanos con sus preocupaciones, expertos y responsables institucionales en distintas etapas del proceso, con una combinación de métodos presenciales y digitales.

El objetivo es garantizar la inclusión y la transparencia en todo el proceso y la participación general en la Conferencia de todos los sectores sociales, pero que los encargados de hacer cumplir el mandato democrático tengan la voz definitiva sobre cómo aplicar en concreto las recomendaciones.

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Además, el proceso deberá tener en cuenta el papel de toda la esfera pública, incluidos los medios de comunicación, como pilar fundamental de la democracia y, por tanto, de su futuro.

Para asegurarse el éxito son esenciales las cinco fases que figuran a continuación:

La primera fase, preparación y organización. Debe consistir en cuatro tareas principales de las que se encargarán las instituciones en coordinación con las organizaciones de la sociedad civil, a escala de la UE cuando corresponda: mantener una comunicación clara y generalizada a todos los niveles sobre los objetivos y el proceso de la Conferencia, especialmente para gestionar las expectativas sobre los resultados; establecer directrices comunes sobre el desarrollo del proceso (idiomas, herramientas, etcétera) que deberán utilizar todos los Estados miembros de la UE; obtener la financiación a nivel europeo, nacional y local para que el proceso sea sólido y serio; y organizar la infraestructura de las consultas digitales y presenciales que se celebrarán en fases posteriores: plataformas colaborativas, aplicaciones, etcétera.

La fase de identificación (divergente). Debe durar aproximadamente ocho meses y estar abierta a las aportaciones de todos los ciudadanos de los Estados miembros y otros países cuando sea pertinente, sobre todo aprovechando las posibilidades de las herramientas y plataformas digitales y el alcance de los vínculos sobre el terreno de las organizaciones de la sociedad civil, para llegar a todos los rincones posibles de la manera más eficaz y sin los obstáculos levantados por la brecha digital.

De acuerdo con los objetivos de la Conferencia, los ciudadanos participantes y las organizaciones de la sociedad civil que representen a otros deberán plantear sus demandas y sus preocupaciones y votar sobre las prioridades a través de páginas web y aplicaciones fáciles de usar, creadas durante la fase de preparación. El objeto de esta fase de integración es que los ciudadanos hagan con libertad sus peticiones sobre cuestiones que no sean demasiado técnicas (por ejemplo, si les gustaría que la UE tuviera más competencias en determinados asuntos) o incluso que digan qué valores le gustaría ver más reflejados en los tratados actuales o futuros.

En teoría, la UE debe ser la que provea la plataforma digital que se vaya a utilizar, para proteger la identidad de los ciudadanos (en caso de que teman represalias por sus ideas en sus respectivos países). Las tecnologías digitales pueden contribuir de muchas maneras a categorizar las ideas, descartar el spam y asegurar la plena transparencia del proceso. Pero también es importante disponer de los recursos humanos necesarios para examinar las ideas y sugerencias una vez reunidas en la Red.

La tercera fase es la de elaboración de ideas (primera fase convergente). En la que grupos representativos y aleatorios de ciudadanos particulares, representantes de las sociedades de la sociedad civil y expertos trabajarán, en teoría, durante unos ocho meses.

Esta fase empleará un método denominado encuesta deliberativa (creada por el profesor Fishkin), que consiste en invitar a unos ciudadanos seleccionados al azar y representativos de la población de la UE y otros en representación de las organizaciones de la sociedad civil a debatir una serie de ideas para abordar las cuestiones especificadas en la primera fase, con el fin de escoger las más relevantes y formular recomendaciones. El formato consistirá en mesas de discusión entre ciudadanos, presenciales, en distintas partes de la UE. Se designará a organizaciones de la sociedad civil y a expertos como moderadores para que conduzcan las reflexiones de los participantes, los animen a hacer más preguntas y les den las respuestas sobre la UE que puedan ser necesarias.

El proceso, las discusiones y los resultados de estas reuniones tienen que ser transparentes y quedar registrados en plataformas digitales para que los vean otros ciudadanos (siempre protegiendo la identidad de los participantes). Hay que pensar en aspectos económicos como el reembolso de los gastos de los ciudadanos, incluidos los ingresos que puedan demostrar que han perdido.

En la fase de evaluación (segunda fase convergente) y toma de decisiones intervendrán autoridades de la UE (además de organizaciones de la sociedad civil y expertos) y debería prolongarse hasta 12 meses. Dependiendo de lo claras que sean las ideas de la tercera fase, las evaluarán los ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil, expertos y otros interesados o directamente los responsables políticos.

Si las recomendaciones están muy claras, las autoridades de la UE valorarán las propuestas y decidirán cómo plasmarlas en cambios legislativos, políticos e institucionales e incluso modificaciones del Tratado. Para ello, los responsables utilizarán un método de “cumplir o dar explicaciones”.

Si las recomendaciones de la tercera fase no son todavía suficientemente concretas y concluyentes, la evaluación pueden hacerla los ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil y expertos a través de una plataforma digital y con métodos de evaluación sencillos (por ejemplo, calificar y comparar propuestas) que permitan analizar y volver a calificar posteriormente cada recomendación.

La última fase es la de comentarios y repercusión. La Conferencia sobre el Futuro de Europa debe terminar con un mensaje claro de la UE a todos los ciudadanos que detalle qué repercusión han tenido sus aportaciones y qué han hecho los actores institucionales con los resultados.

Asimismo, es importante informar a los ciudadanos sobre todas las fases del proceso y pedirles comentarios sobre él mediante una encuesta detallada. Y la UE también debe prever suficientes recursos financieros para una organizar campaña de información de ámbito europeo sobre los resultados, una inversión importante para acciones futuras.

Si queremos que se reduzca la distancia entre las instituciones y los ciudadanos, las autoridades de la UE deben adoptar la innovación democrática y desarrollar herramientas de democracia digital para la participación ciudadana como parte integrante del Mercado Único Digital, con el fin de convertir su relación con los ciudadanos en una colaboración.

La Conferencia sobre el Futuro de Europa ofrece una gran oportunidad para probar diferentes métodos de democracia digital, valorar su eficacia, mejorarlos a partir de las lecciones aprendidas y transformarlos en parte integrante del arsenal democrático europeo.

 

Este artículo es un compendio de Digital Democracy could Engage Citizens in Europe y Design, Engage, Impact: The Improved European Citizens’ Initiative Leads the Way to a Stronger, Citizen – Centered  European Union, de Assya Kavrakova, e incluye las propuestas detalladas sobre metodología presentadas por ECAS como anexo a las Recommendations for the Set up of the Conference on the Future of Europe by 12 European Civil Society Organisations.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

 

Este artículo forma parte del especial

Contar con la ciudadanía: algunas ideas para la Conferencia sobre el Futuro de Europa 

CONTAR CON LA CIUDADANÍA_ ALGUNAS IDEAS PARA LA CONFERENCIA SOBRE EL FUTURO DE EUROPA (4)

 

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