El candidato del PVV,Geert Wilders, escoltado por la policía después de un mitin. (Dean Mouhtaropoulos/Getty Images)

Aunque a Geert Wilders le gusta decir que va a ser el próximo primer ministro de Holanda, en realidad tiene una estrategia a más largo plazo.

Los medios de comunicación internacionales suelen decir que Wilders es el nuevo Donald Trump y que vamos a seguir viendo el efecto dominó de las victorias populistas en los últimos referendos y elecciones. Pero no tienen en cuenta la abrumadora necesidad de negociación y cooperación que existe en el sistema político holandés. De hecho, aunque Wilders ha encabezado las encuestas hasta esta semana, y asegura que va a ser el próximo dirigente holandés, su estrategia es a más largo plazo.

Fase 1: la campaña electoral

En las semanas previas a las elecciones del 15 de marzo, Wilders ha hecho hincapié en lo que le diferencia de otros partidos. Mientras que los partidos tradicionales presentan sus programas con planes y presupuestos detallados (el plan de Demócratas 66 tiene las dimensiones de una novela, 242 páginas), Wilders presentó una sola página con 10 puntos en Facebook. Además, para distanciarse físicamente de otros candidatos, se ha retirado de varios debates televisivos. Eso le permite seguir acusando a los medios holandeses de ser partidistas y evitar tener que someter sus posturas a discusión.

Esta mentalidad de "nosotros contra ellos" se refuerza por sus problemas legales y de seguridad. En un país en el que el primer ministro va a trabajar en bicicleta y sin protección, Wilders lleva 12 años viviendo las 24 horas del día con protección policial debido a serias amenazas de muerte. En 2011, le procesaron por incitar a la discriminación, un proceso que él calificó de "juicio del siglo" y en el que se atribuyó el papel protagonista como defensor de la libertad de expresión. En aquella ocasión le declararon no culpable, pero sus acciones del año pasado, cuando encabezó a sus partidarios en los gritos de "menos marroquíes", desembocaron en una condena, aunque sin castigo. Si, para la mayoría de los políticos, un juicio penal sería un desastre, en el caso de Wilders es una oportunidad perfecta para demostrar que es una víctima del sistema.

Fase 2: la formación

En Holanda, el sistema de representación directa y el hecho de que el voto esté cada vez más dividido hacen que la noche electoral no sea más que el principio del proceso de formar gobierno. Este año se presenta a las elecciones un número de partidos sin precedentes, y eso revela una epidemia de políticas identitarias: los votantes pueden escoger entre el partido de los empresarios, el partido de los mayores de 50 años, el de los abstencionistas, el de las minorías y tres partidos diferentes del grupo que lanzó el referéndum sobre Ucrania. Los gobiernos de coalición son habituales, pero, en la mayoría de los casos, suele ser una coalición de dos o tres partidos. Esta vez, a juzgar por las encuestas, el Ejecutivo seguramente tendrá que ser de cuatro o incluso cinco partidos.

La formación de gobierno es la versión holandesa de la copa del mundo de cricket: un acontecimiento cuatrienal, que se prolonga y tiene un ligero suspense, y que uno puede seguir de forma intermitente sin perderse gran cosa.

Los líderes de los partidos empiezan a hablar de coaliciones, se reparten los ministerios y los temas políticos, y transmiten mensajes crípticos a los periodistas que toman el sol en el Binnenhof. En 2010, se negociaron cinco posibles coaliciones con partidos de todo el espectro político, en un proceso que se prolongó durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre. Eso significa que, para alcanzar el poder en el sistema holandés, hace falta transigir y hacer concesiones.

Si el PVV obtiene la mayoría de los votos, Geert Wilders pondría en marcha el proceso, pero parece muy poco probable que pueda formar gobierno. Para empezar, no es precisamente un modelo de transigencia. Además, casi todos los demás grandes partidos se oponen firmemente a formar una coalición con el PVV. De hecho, uno de los motivos por los que el proceso de formación de gobierno de 2010 duró 127 días fue que las bases de varios partidos protestaron ante sus dirigentes por el mero hecho de reunirse con el PVV. De modo que los líderes habrán aprendido de la experiencia. También sabrán que Wilders no es un socio del que se puedan fiar. En 2010 aceptó dar su apoyo electoral a una coalición de minorías y, antes de que pasaran dos años, se lo retiró y cayó el Ejecutivo.

Fase 3: oposición

Si el proceso de formación de gobierno no le da a Wilders el puesto de primer ministro, regresará a la oposición. Con un grupo parlamentario más amplio y un nuevo relato que defenderá que le han robado las elecciones al pueblo. Tendrá todavía más munición para atacar desde los márgenes.

La trayectoria de voto en el Parlamento también demuestra que el PVV es una fuerza obstruccionista. Los otros 10 partidos que están en la actualidad en la Cámara suelen llegar, la mayor parte del tiempo, a acuerdos sobre las propuestas de unos y otros. El PVV, por el contrario, discrepa la mayoría de las veces con seis de esos 10 partidos. Es curioso el hecho de que ha presentado un porcentaje relativamente escaso de propuestas en materia de inmigración e integración, mientras que es uno de los que más proposiciones ha puesto sobre la mesa en asuntos internacionales.

Fase 4: espera tu momento

Repetir las fases 1, 2 y 3 durante varios ciclos electorales es una estupenda manera de tener cada vez más seguidores sin tener que responsabilizarse de ninguna política real. Wilders puede eludir hacer cualquier concesión hasta el momento en el que ocurra algún acontecimiento fundamental.

Un grave atentado terrorista en suelo holandés o una crisis económica podrían inclinar la opinión pública todavía más en favor del PVV. De ser así, el partido podría obtener un mayor porcentaje de votos y tener menos necesidad de negociar para formar gobierno. Hasta entonces, Wilders tendrá que limitarse a vitorear a Trump y Le Pen desde la línea de banda.

 

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Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia