Un hombre pega un póster del candidato de derechas Francois Fillon al lado de otro cartel del candidato de izquierdas Benoit Hamon. AFP/Getty Images

Así está el panorama de unas elecciones presidenciales francesas que prometen ser intensas hasta el último minuto.

Las elecciones presidenciales en Francia, el próximo 7 de mayo, lógicamente, levantan un gran interés tanto a nivel europeo como fuera de nuestro continente. El papel del país galo como motor de la cohesión de la Unión Europea, combinado con sus intereses estratégicos a escala global y su papel en el Consejo de Seguridad de la ONU, no pueden dejar indiferente a nadie. Por esto, las primarias en las grandes formaciones políticas (Partido Socialista Francés y los Republicanos), igual que la sucesiva campaña de desprestigio entre los candidatos, son un tema recurrente en la prensa, las tertulias políticas y económicas y hasta en los análisis bursátiles alrededor del mundo.

Por el momento, Marine Le Pen del Frente Nacional lidera los sondeos y es probable que se quede así hasta la primera ronda. Por eso, los focos se centran en los candidatos a ocupar el puesto de su contrincante en la segunda vuelta. Parece que en este juego de petanca parisina, las cartas van a repartirse entre los representantes de la izquierda Benoît Hamon y Jean-Luc Mélenchon, el centrista Emmanuel Macron y el candidato de la derecha gaullista, François Fillon.

En este panorama destaca una obviedad, incluso para los más ingenuos: las perspectivas de los representantes de la izquierda de entrar en el Elíseo son mínimas. La gestión de la situación política y económica del actual Gobierno ha estado repleta de errores que han dejado en evidencia la imposibilidad del Partido Socialista de mantener unidos la ideología con el pragmatismo. Es un problema dentro de varios partidos de la izquierda en el viejo continente, pero los grandes desafíos del terrorismo y la crisis económica hicieron que el dilema se sintiese aún más fuerte en el Hexágono. Como resultado, el discurso ganador de Hamon en las primarias socialistas fue más radical de lo habitual y de allí, victoria frente a Manuel Valls, acercamiento a la línea de Mélenchon y pérdida de los votos del centro. Como un tuit definió bien la candidatura de Hamon en la noche de las primarias, ya se sabía quién iba a capitanear el Titanic…

El candidato centrista Emmanuel Macron. AFP/Getty Images

Con mucha más esperanza afronta su futuro político el antiguo ministro de Economía de Hollande, Emmanuel Macron. Elegante, hábil y popular por su mediatizado matrimonio con su antigua maestra de colegio, él ha conseguido situarse en las encuestas en una posición ventajosa, justo detrás de Le Pen. La incertidumbre relacionada con su candidatura viene más por otro lado – sin grupo parlamentario, Macron se verá obligado a negociar cualquier propuesta legislativa. Por el momento, ha recibido el apoyo de François Bayrou,  que siempre se ha jactado de ser, si usamos una expresión francesa, le premier pair du roi (el que corona a los reyes). Aunque para reinar, al ex banquero de Rothschild aún le faltan algunos ases, ya que últimamente ha cometido varios errores, como por ejemplo volver a pronunciarse en público sobre la guerra en Argelia, tachar de inexistente la idiosincrasia de la cultura francesa o reunirse con la Primera Ministra británica, Theresa May, justo después de su comentada visita al presidente de EE UU, Donald Trump.

De errores, o mejor de escándalos, tampoco se libró el candidato de la derecha  François Fillon. Para los seguidores de la política europea, Fillon no es un desconocido. Lleva décadas en las altas esferas de las formaciones gaullistas y su recorrido, en cierto punto, se parece al del británico Gordon Brown. Ambos son tecnócratas inteligentes, que durante años han trabajado eficazmente bajo la sombra de otros políticos ambiciosos, Tony Blair y Nicolás Sarkozy, respectivamente. A ambos sus antiguos jefes les hicieron sendas jugadas –Blair no cumplió el acuerdo político de dejar la segunda legislatura a Brown y Sarkozy llegó a dividir al UMP en el 2012 con el obvio propósito de frenar la candidatura de Fillon a sucederle. A pesar de todo, el año pasado, este último ganó las primarias de la derecha, cinco años más tarde, frente a Alain Juppé, el líder de la rama centrista de Les Républicains (Los Republicanos).  El problema que hoy afronta Fillon, que ha desatado una verdadera tormenta en los últimos días, está relacionado con la investigación de la Fiscalía sobre la presunta contratación ficticia de familiares como ayudantes (Penelope gate). Aun así, él ha resistido, ha mostrado músculo en la última manifestación en su apoyo en la Plaza de Trocadero, ha calmado las bolsas y todo hace pensar que si no hubiera tenido este flanco débil, su llegada a la segunda ronda de las presidenciales hubiera sido mucho más factible. Antes del escándalo, con un discurso claramente conservador, el ex primer ministro llegó a rozar el 27 % de la intención de voto en las encuestas. Quizás por esta razón, el Comité político del partido ha decidido por unanimidad volver a apoyarle.

A fecha de hoy, el único elemento seguro en las elecciones francesas de mayo parece ser el avance imparable de la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen. A su favor juegan varios factores: la complicada situación política y económica doméstica e internacional; el fracaso de las fuerzas tradicionales galas a la hora de enfrentar los múltiples desafíos en el ámbito de la seguridad y la competitividad; la consecuente radicalización de la sociedad y la ampliación de las bases electorales de la extrema derecha. Sus aspiraciones ni siquiera se han visto tocadas por la investigación del retuiteo de ejecuciones de Daesh y por la acusación oficial de la Oficina Europea contra el fraude (OLAF) de varios delitos, entre ellos, pagar de sus fondos reservados como eurodiputada a cargos del partido y a sus guardaespaldas.

Es preciso hacer una diferencia entre los casos de Fillon y Le Pen, no sólo por matices jurídicos, sino por su manera, radicalmente distinta, de abordar el tema de la legalidad. Según la ley francesa, contratar familiares no es ilegal y uno de cada seis parlamentarios lo ha hecho. La duda en el caso de Fillon surgió si su mujer y dos de sus hijos de verdad han contribuido de forma intensa para poder percibir dicha remuneración. Por otro lado, los eurodiputados, como es el caso de Marine Le Pen, disponen de fondos especiales del Parlamento Europeo, destinados a sus asistentes en Bruselas. Ya se ha comprobado que varios activistas del Frente Nacional y residentes en Francia (sin padrón, ni cuentas belgas) han recibido pagos como personal del PE. Entretanto el pleno de la Eurocámara ha levantado la inmunidad parlamentaria de Le Pen. Y mientras Fillon ha decidido respetar la decisión de la Fiscalía, a pesar de sus diferencias con el procedimiento, y prestar declaración, la líder de la extrema derecha ha rechazado rotundamente someterse a todo examen jurídico.

La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Boris Horvat/AFP/Getty Images

Aun así, desde su posición de favorita y casi sin hacer campaña, Le Pen sigue mirando la lucha sin cuartel entre los demás candidatos con cierta guasa. Si la situación de Fillon no hubiera sido tan complicada, el Frente Nacional hubiera tenido que trabajar más duro en las regiones del centro y sur de Francia, ya que él era y es, el único candidato que puede atraer una parte más significativa de sus votantes. Los que votaban antes extrema izquierda se han pasado al Frente Nacional, y Emmanuel Macron sería un peligro si llegase a reunir los votos de un abanico más amplio, que por el momento se le resiste. Su discurso todavía no llega a convencer a una clase media francesa decepcionada por el Gobierno socialista al que él perteneció. En todo caso, hay que observar con mucha precisión a dónde irán los votos de la rama centrista de Los Republicanos, los seguidores de Alain Juppé, que están decepcionados por la mala gestión de la crisis por parte de François Fillon. Y esto está todavía por decidir.

Los próximos dos meses darán mucho que hablar sobre la política doméstica francesa. Los candidatos y sus equipos están en alerta y van a aprovechar cualquier información negativa para destruir las posibilidades de sus contrincantes. Se va a husmear en todos los armarios para encontrar cadáveres, y este es el ejercicio favorito de la prensa francesa. Por ejemplo, ya se ha dejado caer que la infiltración del Penelope Gate ha sido obra de los enarques de Macron (sus amigos de promoción de la Escuela Nacional de Administración). La ofensiva también se ha puesto en marcha a toda velocidad: se espera que el periódico Le Figaro, tradicionalmente unido a la derecha conservadora, intentará sutilmente dar ventaja a Fillon. El diario Le Monde, cuyo dueño es Pierre Bergé, la pareja del difunto diseñador Yves Saint-Laurent y uno de los mentores de Macron, ya se ha posicionado oficialmente a su favor. No hay duda sobre la orientación de  Libération, si Hamon de repente tiene alguna posibilidad y le sacan los datos ocultos sobre su patrimonio, algunos tendrán que salir en su defensa. Mientras las miradas siguen enfocadas por si el periódico satírico Le Canard Enchaîné saca más trapos sucios, el conejo podría salir de cualquier sombrero, incluso de alguna revista de la prensa rosa…Para entender la atmósfera de presión en la prensa gala, sólo hay que recordar que el ex presidente francés François Mitterrand tuvo que negociar con la misma gente durante años el mantenimiento en secreto de su doble vida, hija incluida. Qué habrá hecho para convencerlos es otra cosa. Desgraciadamente, hoy el país no cuenta con un hombre de tanta habilidad, inteligencia y visión. Y no sólo Francia necesita como líder una figura fuerte, constructiva y positiva, en la mesa está el futuro de la Unión Europea y del Consejo de Seguridad. Y esto no es poco, tanto a escala regional como global.

El país galo es la cuna de la Ilustración y los valores de la libertad, justicia social y tolerancia. Es un férreo defensor de la Política Agraria Común, de la cohesión europea y de la idiosincrasia cultural. Así mismo es una de las grandes potencias nucleares y mantiene el mayor ejército de la OTAN, después de EE UU y del Reino Unido. ¿Estará a la altura del enorme desafío el nuevo inquilino del Elíseo? El tiempo lo demostrará. Mientras tanto, el suspense está servido y todos estamos en la primera fila de butacas.