
La comedia romántica Crazy Rich Asians -protagonizada sólo por actores de origen asiático- está triunfando en Estados Unidos, mostrando el conflicto entre el individualismo occidental y la tradición china. Pero, sobre todo, es un retrato realista de una élite económica cada vez más potente.
En la escena inicial de Crazy Rich Asians, una mujer asiática llega, junto a sus hijos, a un lujoso hotel de Londres en plena noche lluviosa, a mitad de los 90. Se acerca a los recepcionistas y les pide que le acompañen a la suite que ha reservado su marido, el señor Young. Los recepcionistas le responden con sorna que no hay ninguna suite a su nombre, y que mejor se busque otro hotel, por ejemplo “en Chinatown”. La señora Young, con cara consternada, les pide hacer una llamada a su marido. Ellos la mandan a una cabina pública en pleno chaparrón nocturno. Cuando la señora vuelve a entrar en el hotel, totalmente empapada, aparece un hombre mayor -el propietario de la cadena de hoteles- y pide a los sorprendidos recepcionistas que acompañen a la señora a la suite. El señor Young acaba de comprar toda la cadena de hoteles.
Esta escena de Crazy Rich Asians podría ser el inicio de cualquier película de súperricos que, a golpe de talonario, pueden comprar el mundo que les rodea a su antojo. La cuestión diferencial, en este caso, está clara: las caras que realizan esta compra sin despeinarse no son ni occidentales, ni rusas, ni árabes, sino asiáticas. Una realidad económica que aparece cada vez más en los periódicos y en las revistas de tendencias, pero que pocas veces se había visto de manera tan clara en una película de escala mundial.
Pero, ¿por qué ha triunfado tanto en Estados Unidos -con unos números arrolladores, liderando la taquilla varias semanas- una película sobre súperricos asiáticos? ¿Por qué la revista Time anunciaba sin miedo en su portada que Crazy Rich Asians “va a cambiar Hollywood”? El motivo principal es que, desde 1993, el cine estadounidense no se arriesgaba con una película protagonizada exclusivamente por caras asiáticas. Este film -con todas las expectativas que ha generado en la comunidad asiática estadounidense- ha conseguido demostrar que una película de estas características no está destinada al fracaso, sino que puede triunfar, ser divertida y conseguir contar una extravagante historia de millonarios asiáticos que, por delirante que nos parezca, encaje bien en nuestro imaginario. También hay otros motivos más circunstanciales que explican su éxito, como apunta el ya citado artículo de Time: las audiencias asiáticas de Hollywood están creciendo (y también el dinero oriental invertido en esta industria), y además hay un aumento del interés occidental alrededor de la cultura pop asiática (las series, la música k-pop y los productos de belleza surcoreanos; el estilo de ropa japonés exportado por ...
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