Personas pasando frente a la tienda de Louis Vuitton en Hong Kong, China. (Philippe Lopez/AFP/GettyImages)

Las medidas contra la corrupción puestas en marcha por el PCCh afectan de manera directa al mercado de productos de lujo en el país. 

Un lujo es algo a lo que la mayoría de las personas no pueden acceder ya sea porque es demasiado caro, porque es algo que se da pocas veces en la vida, o porque son oportunidades especiales y escasas que unos pocos pueden aprovechar. En este sentido, una de las características que hacen al lujo es el hecho de su exclusividad. Esto significa que es un beneficio que establece estatus social y que diferencia a los diversos grupos de la sociedad de acuerdo al estilo de vida que lleven o al tipo de productos que consuman. El mundo y la industria del lujo siempre ha ejercido gran fascinación en el público, por una razón muy concreta: el valor del “sueño”, algo que cada vez está más presente en al sociedad y economía china.

Gran parte de este crecimiento exponencial en el mercado del lujo tiene lugar en todo el continente de Asia y el Pacífico, siendo la cosmética la que agrupa el 35% del total de las ventas. Surgen nuevas clases altas cada vez más sofisticadas a quienes gusta ostentar su nuevo estatus económico y social. Un comportamiento que forma parte del acervo cultural oriental. Los datos incluidos en el informe de la revista económica china Hurun muestran que a pesar del débil crecimiento mundial, el número de superricos alcanzó la cifra de 2.188 personas, lo que establece un nuevo récord histórico. Su fortuna creció en conjunto un 9% hasta los 7,3 billones de dólares, más que el valor de las economías de Alemania y Reino Unido juntas. China es el país que experimentó un mayor aumento de multimillonarios en 2015 (90 más). Las boutiques abiertas en su territorio se triplicaron entre 2008 y 2011. Louis Vuitton que abrió la primera en Pekín en 1992, cuenta con más de 40 tiendas en 25 ciudades. En un futuro cercano y debido a su dimensión territorial y humana se convertirá en el primer mercado mundial del sector del lujo, desbancando al norteamericano.

Sin embargo, en 2015 el mercado del lujo en China decreció un 2%, facturando 15.788 millones de euros. Un gran país donde, hasta no hace mucho, el modelo y el concepto de este sector crecía a un ritmo de hasta doble dígito. Pero no fue la única causa de dicho decrecimiento, a la falta de tirón económico se unió la política gubernamental de lucha contra la corrupción impulsada por el presidente chino, Xi Jinping, para quien la lucha contra esta lacra resulta esencial para la propia supervivencia del partido. Más ante una sociedad resentida por los casos de corrupción de sus funcionarios, con una clase empresarial harta de tener que pagar sobornos y hacer regalos para que los negocios lleguen a buen puerto. En los últimos años, ha habido diferentes detenciones. En 2013, hubo detenciones de funcionarios de alto nivel, tres de ellos miembros del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), así como de antiguos ejecutivos de China National Petroleum Corporation (el mayor productor de petróleo del país). En 2015, fue detenido por corrupción el presidente del primer banco privado del país. Más recientemente, en 2016 la operación “Caza del Zorro” de lucha contra la corrupción supuso la detención de más de 630 funcionarios.

El movimiento de lucha contra la corrupción alcanza a numerosos empleados gubernamentales de menor rango y a las multinacionales extranjeras instaladas en China y afecta a sectores económicos como el de los licores y los alimentos, productos que son regalados habitualmente a funcionarios a cambio de influencia y favores, y automóviles (la demanda de coches de lujo se han erigido en un símbolo de la corrupción en China). Eugenio Bregolat explica que “desde el inicio de la reforma económica, en 1978, tanto a causa de su propio éxito como de las nuevas consignas (“enriquecerse es glorioso”, proclamó Deng Xiaoping) se registró un gran auge de la corrupción, denunciado por todos los dirigentes chinos. Ya Deng sentenció: “Sin lucha contra los crímenes económicos, las cuatro modernizaciones y la política de reforma económica y apertura al exterior fracasarán”. Jiang Zemin, secretario general del PCCh, dijo en 2002: “Si no luchamos contra la corrupción con firmeza, los lazos de sangre que unen al Partido y al pueblo sufrirán un grave deterioro; y el Partido correrá el peligro de perder el poder e incluso de sumirse en la autodestrucción”

Un coche de lujo aparcado en el distrito comercial en Pekín, China. (Frayer/Getty Images)

Uno de los ejemplos donde las marcas de lujo sufren los efectos de la gran campaña contra la corrupción es en la provincia septentrional china de Shanxi, donde se está experimentado el nuevo programa piloto de reforma del denominado sistema supervisor que integrará a los departamentos que luchan contra los sobornos, la negligencia, prevención de los delitos o la corrupción. Este programa piloto se aplica también en Pekín y Zhejiang. Este nuevo modelo supervisor fue aprobado en diciembre de 2016 por el órgano legislativo nacional chino. En su bullicioso distrito comercial del centro de Taiyaun, capital de Shanxi, donde las marcas como Louis Vuitton, Gucci, Dolce & Gabbana y Hermès han abierto tiendas, las ventas están experimentando fuertes descensos. Los funcionarios chinos están siendo muy cautelosos en la provincia de Shanxi -rica en carbón-, donde más de 15.000 mandos del Partido y funcionarios del Gobierno fueron investigados por violación disciplinaria. En China, se acostumbra a regalar de relojes caros, bolsos o ropa a cambio de favores empresariales. “En el pasado, vestir con las mejores marcas en el lugar de trabajo era objeto de admiración, ahora despierta sospechas de corrupción; por lo que en la actualidad todo el mundo intenta mantener un perfil bajo y discreto“, asegura un funcionario del gobierno local.

En general, los sectores del lujo, antes volcados con los funcionarios, evidencian importantes caídas. Es el caso de la venta de vuelos de primera clase, que ha bajado en un 10%. A su vez los restaurantes de lujo ven reducidas sus ganancias entorno al 30%, y todo ello sin olvidar como el nivel de facturación de los hoteles han visto reducido sus beneficios en un 30%. Fabricantes de coches de lujo y deportivos como Bentley y Lamborghini, y otras firmas exclusivas como Louis Vuitton, Hennessy y Burberry han advertido sobre una disminución significativa de sus ventas en China el último año, en parte debido a las medidas contra el gasto excesivo y los sobornos. La demanda de coches de primera clase, que se han erigido en un símbolo de la corrupción en el gigante asiático, es especialmente sensible a la campaña.

Esta industria en China no se va a derrumbar, pero su crecimiento sí se va a moderar, después de años de un desarollo insostenible -donde la corrupción y los sobornos han formado parte, en algunos casos, de una manera obscena en dicho desarrollo-, la necesidad del lujo en las altas esferas y su utilización como un medio para lograr fines políticos y económicos dentro de la actuación burocrática y del propio partido político se convierte en la cuestión esencial de la lucha contra la corrupción.