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Dos policías en Argelia junto a la bandera del país. (FAROUK BATICHE/AFP/Getty Images)

Los argelinos asisten a una sucesión de ceses en la cúpula militar, una deriva sin precedentes desde la llegada al poder del presidente Abdelasis Buteflika, en 1999. Con trasfondo de supuesta lucha contra la corrupción y tras haber descompuesto y subyugado a los todopoderosos servicios de inteligencia, la maniobra puede interpretarse como la demostración de fuerza del clan presidencial a pocos meses de unos comicios llamados a aupar al octogenario y físicamente incapacitado político a su quinto mandato consecutivo.

En un breve lapso de tiempo algunas de las personalidades militares más importantes de Argelia han sido cesadas de sus funciones, conducidas ante los tribunales de justicia o, en el mejor de los casos, jubiladas sin remisión. Desde el pasado mes de junio el entorno del presidente Abdelasis Buteflika, quien también es jefe supremo de los ejércitos y ministro de Defensa, ha maniobrado para reconstituir la alta jerarquía militar, relevando de sus cargos a hasta una veintena de generales-mayores y generales. “No se trata de un movimiento anodino, sin intencionalidad política, sino que nos encontramos ante el comienzo de una nueva etapa dentro de un proceso más amplio de concentración de poderes en manos del presidente y su clan”, estima Adlen Medi, periodista y escritor argelino. Y es que, según éste, “el reinado de Buteflika ha estado marcado por la dialéctica entre el Palacio de El Muradía, la sede presidencial, y la institución castrense, con los generales como tradicional e indiscutido epicentro del poder argelino desde la independencia del país”.

La incautación en un navío atracado en el puerto de Orán el 26 de junio de 2018 con 701 kilos de cocaína, presuntamente relacionada con altos mandos del Ejército, precipitó la apertura de una investigación. El máximo responsable de la Dirección General de la Seguridad Nacional (DGSN), el general-mayor Abdelgani Jamel, profirió entonces unas declaraciones denunciando “excesos en las pesquisas previas”, precisando que “quienes pretenden luchar contra la corrupción no deben tener las manos manchadas”. El mensaje significaba que la lucha contra las prácticas irregulares no era sino una excusa para ajustar cuentas y realizar cambios en lo más alto de la cúpula militar. Los propósitos de Jamel no sentaron nada bien en el Palacio de El Muradía que ordenó el cese fulminante de quien pasaba por ser uno de los hombres fuertes del régimen como principal responsable policial del país.

La cuestión fue mucho más allá y se multiplicaron acciones y gestos para doblegar, e incluso humillar, al militar. Un aviso a navegantes que reforzaba, de paso, la teoría de la caza de brujas. El clan presidencial, con el hermano del jefe del Estado, Said, al frente, transmitió instrucciones precisas al general-mayor Ahmed Gaid Salaj en su calidad de viceministro de Defensa para “seguir de cerca el tema”, lo cual en el lenguaje del poder argelino suele significar sanciones graves. Las medidas adoptadas contra Jamel no difieren de las infligidas a militares inculpados de “alta traición”. ...