
¿Estamos asistiendo a la validación global del pensamiento feminista? Claves de un pensamiento que no empieza ni acaba con el MeToo.
A finales del siglo pasado, algunos pensadores, entre ellos Alain Touraine y Cecilia Amorós, decían que la magnitud del discurso y de la acción política feminista era tal que las transformaciones que proponía para la emancipación de las mujeres eran de las más radicales y revolucionarias del siglo. Lo eran y lo deben ser aún mucho más. En realidad, la gran rebelión feminista del siglo XXI está aún por llegar.
Como sucede con casi todo, las redes y plataformas digitales ayudan a difundir ideas. La vindicación histórica feminista por la igualdad entre hombres y mujeres también se ha visto beneficiada por la rapidez y facilidad con la que se propagan imágenes e ideas, y sí, podemos ver en el fenómeno global MeToo una confluencia de mensajes con una fuerza inusitada a favor de la causa feminista, que efectivamente, confirman que esta causa, la feminista, está arraigada en la sociedad. Pero el feminismo ni ha nacido con el MeToo, ni acaba aquí.
El feminismo es una idea dominante.
No exactamente, primero hay que deconstruir. Si estamos de acuerdo en que el feminismo se funda en la toma de consciencia de las mujeres sobre sus derechos a partir del reconocimiento de la opresión, dominación y explotación a los que siguen sometidas, por la simple razón de que su sexo está subordinado al masculino, entonces, coincidimos en que este pensamiento constituye hoy una idea dominante en nuestras sociedades. Plantear, convencer y evidenciar que existe una discriminación estructural y multidimensional hacia las mujeres y ponerlo en la agenda política fue un hito de la teoría política feminista. Con ello, en los últimos 25 años (si nos situamos en el cambio que supuso la plataforma de acción de Beijing en 1995), se han puesto en marcha transformaciones históricas para la vida de las niñas y las mujeres de todo el mundo. Y hoy, ciertamente, el pensamiento feminista impregna las instituciones, políticas y normas, acompañándose de campañas institucionales y del sector privado, desde lo global hasta lo local.
Para llegar a esa institucionalización del feminismo hubo que desarrollar una teorización política que rompía con la tradición del pensamiento patriarcal y con la misoginia que está en los cimientos del orden político y social que construyeron ilustrados y modernos, como indican Rosa Cobo y Alicia Miyares. Es decir, hubo que repensar cómo pensamos que deben ser las cosas. La revolución de las palabras y de paradigmas que hace el pensamiento feminista no fue en absoluto pacífica ni sencilla. Es fruto de un gran esfuerzo intelectual y de la valentía de muchas grandes pensadoras que nos han regalado conceptos como: el nuevo contrato sexual de Carole Pateman, lo personal es político de Carol Hanisch y ...
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