
Con el acercamiento de Filipinas y China, ¿habrá sabido Duterte calcular bien el riesgo que conlleva?
El hecho más destacable en la política exterior del polémico presidente Rodrigo Duterte ha sido el acercamiento de Manila a Pekín. Un hecho que implica el alejamiento de Washington, su tradicional aliado. La decisión del errático Duterte es importante ya que a partir de enero Filipinas desempeñará la presidencia de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático.
Pekín actúa como si considerase la mayor parte del mar Meridional de China un lago interior. En concreto reclama el 90% de los 3,5 millones de kilómetros cuadrados de superficie de ese mar, donde se concentra una décima porción de la pesca mundial y el transporte comercial supone un ingreso de cinco billones de dólares anuales.
El gigante del norte ha activado su reclamación convirtiéndola en prioridad de su política exterior. Su estrategia ha consistido en construir de forma unilateral distintas islas artificiales sobre arrecifes parcialmente sumergidos en las aguas disputadas. El propósito es claro: fortalecer con su presencia sus exigencias de soberanía sobre el mar adyacente.
Por si la tensión no fuera suficiente, imágenes de satélite de la Iniciativa de Transparencia Marítima de Asia (AMTI) del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales basado en Estados Unidos han detectado la instalación de “importantes” sistemas de defensa antiaérea y antimisiles en las islas. El presidente chino, Xi Jinping, ha declarado que China no tiene intención de militarizar el archipiélago. El estudio de la AMTI mostraría lo contrario.
Los Estados vecinos ribereños ven con inquietud el expansionismo de su poderoso vecino. Hasta ahora, también Filipinas lo creía así.
El polémico Rodrigo Duterte acaba de cumplir los primeros seis meses como presidente. Según informaciones de algunos medios, su balance en el interior es pésimo con más de seis mil personas asesinadas en la guerra sucia contra las drogas donde la Policía cuenta con “licencia para matar”. Pese a ello su índice de aceptación en Filipinas ronda el 63%, de acuerdo con un sondeo publicado en diciembre de 2016 por Social Weather Stations, una de las firmas de encuestas más acreditadas del país.
En el exterior ese balance se caracteriza por la incertidumbre. Su errática diplomacia plagada de insultos contra EE UU y la Unión Europea siembra la inquietud. Tras décadas de alianza con Washington su relación ahora ha pasado a la tirantez desde que Duterte insultara al saliente presidente Barack Obama.
El acercamiento de Manila a Pekín y la desavenencia con el tradicional aliado es vista con especial desconcierto y alarma por los demás miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). China siempre había acusado, en particular a Filipinas y Vietnam, de aprovecharse del apoyo de EE UU para avivar la tensión en la región. El ejemplo más claro es el mencionado en las islas Spratly, reivindicadas por los tres países. ...
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