Fotolia
Fotolia

¿Está la geopolítica presente en el anhelado proceso de descarbonización del planeta?

Las energías renovables son percibidas en la actualidad como la respuesta más efectiva a los retos y desafíos asociados con el actual modelo de desarrollo económico internacional, basado en la producción y consumo de los recursos fósiles. En este sentido, se comprenden como la solución que permitiría enfrentar de forma efectiva los efectos nocivos que el cambio climático está teniendo sobre los ecosistemas del planeta.

Por lo tanto, parece que no es posible plantear mayores objeciones a la transición energética de las energías fósiles hacia las energías renovables. Sin embargo, el cambio de modelo implica también tener presentes otras dimensiones que a menudo no son tan evidentes cuando se habla de energías renovables.

Entre estas dimensiones opacas podríamos mencionar la dimensión geopolítica que plantea un nuevo modelo energético. En un orden jerárquico internacional en el que los recursos naturales se traducen en capacidades materiales que han permitido el desarrollo de modelos de civilización, es comprensible que las energías renovables constituyan un reordenamiento del status quo energético vigente e introduzcan alteraciones en las relaciones internacionales, tal y como las conocemos hoy en día.

Aún así, en medio de los cambios resultantes de la implantación de un nuevo modelo energético, lo que permanecería constante en el escenario geopolítico es la utilización de las fuentes de energía como un instrumento de poder.

Sobre este particular, al igual que sucede con las energías fósiles, permanecen como variables la distribución espacial de los recursos naturales, la posición de los actores dentro del nuevo modelo (ya sean productores de energías renovables, consumidores de éstas o que converjan en una tercera categoría como prosumidores), los riesgos derivados del acceso a las nuevas tecnologías necesarias para el desarrollo del sector de las renovables y recursos raros, así como la instauración de nuevas pautas de mercados (nacionales, regionales o continentales), que reafirman los dilemas de seguridad que condicionan a las relaciones internacionales.

Esta situación generaría un cambio en las reglas de juego en las que serían cada vez más comunes elementos tales como: el impacto de las pautas de eficiencia energética, la desglobalización de los flujos energéticos vigentes actualmente, la propia competitividad del sector de las renovables, la sostenibilidad del modelo energético basado en las renovables, el empoderamiento de los ciudadanos como consumidores finales dentro del nuevo modelo y la corresponsabilidad a futuro de la sociedad de hoy con las próximas generaciones en materia ambiental.

Entonces, ¿quién controla(rá) el modelo energético basado en las renovables? Este interrogante es el centro del dilema geopolítico relativo a estas fuentes alternativas de energía. Igualmente, este planteamiento permite reafirmar la percepción tradicional que existe de las fuentes de energía como espacios políticos que inciden en los procesos globales. Situación que se intensifica con el aumento de las interdependencias entre los diferentes actores del sistema internacional, como resultado del actual proceso de globalización.

Pero el paulatino afianzamiento de un modelo de desarrollo basado en energías renovables no sólo ocasionaría cambios en la esfera internacional, también tiene incidencias internas de los actores estatales. La implantación de un nuevo modelo energético se traduciría en el ámbito nacional de los Estados en la consideración de cinco áreas que serían vitales para el desarrollo de las capacidades materiales en el marco del nuevo modelo, uno de cuyos mejores exponentes es la Hoja de Ruta de la Energía para 2050 de la Unión Europea: el consumidor-ciudadano como objeto referente del nuevo modelo; las energías renovables como factor clave para la consecución de la seguridad energética y de la seguridad de suministro que permita la reducción del consumo de energías fósiles; el liderazgo en la producción tecnológica y en la integración de estas energías en las infraestructuras; la creación de un mercado interno activo basado en la propia demanda nacional y el crecimiento económico y la creación de empleo.

Este fortalecimiento de las capacidades materiales infiere en una redefinición del modelo económico actual, mayor eficiencia en la producción y el consumo, y una mayor resiliencia ante los efectos del cambio climático. Por lo que el ciudadano, como consumidor, adquiere un papel protagonista en la adopción de este modelo sostenible.

Lo anterior permitiría afirmar que la geopolítica de las energías renovables va más allá de la mera racionalidad económica, aún cuando para estas energías es aplicable mutatis mutandis el mismo modelo tradicional de geopolítica de los recursos utilizado para las energías fósiles; aunque dentro de un modelo de desarrollo basado en las energías renovables se aboga por una mayor democratización de los recursos.

También permite afianzar la noción actual (clave del éxito de la última Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en París) del cambio climático como un problema global que, aunque afecta a los Estados y demás actores del sistema internacional de forma desigual, requiere una solución conjunta.

En este apartado, la diplomacia climática es una herramienta útil para la creación de nuevas pautas de cooperación que promuevan el interés común frente a los intereses particulares, y al mismo tiempo sea clave para erradicar cuestiones relacionadas con la implantación del nuevo modelo de desarrollo basado en las renovables como la pobreza energética y el auge de discursos ecoradicales y ecoterroristas en materia ambiental.

Un nuevo modelo de desarrollo basado en las energías renovables puede ser la clave para la resolución de los enormes, e incluso hasta graves, desafíos asociados con el consumo de combustibles fósiles. No obstante, incluso cuando la utilización de las energías renovables disminuye la escasez de energía y la contaminación ambiental, queda por dilucidar las tensiones geopolíticas que puede generar entre los Estados productores, consumidores y aquellos de tránsito de los nuevos flujos energéticos.

Al final, parece ser que cualquier tipo de preocupación geopolítica respecto a la utilización de energías renovables parece concentrarse en la modalidad bajo la cual los Estados puedan incorporarse a este nuevo modelo: como productores de energías renovables, como consumidores de las mismas u optando por una tercera vía: prosumidores en sí mismos.

 

Este artículo ha sido el seleccionado entre los entregados por todas las personas que participaron en el taller "La geopolítica de las renovables".