El vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y Lin Manuel Miranda, creador de la banda sonora de la película Encanto, charlan entre bastidores, el 27 de julio de 2015 en la ciudad de Nueva York. (Foto de Bruce Glikas/FilmMagic)

Si Washington quiere mejorar las relaciones con Latinoamérica y el Caribe, las autoridades tienen que conseguir un apoyo sólido de la población para dialogar con la región. El cine, el reggaetón y la educación son algunas vías para lograrlo.

Tanto si tienen hijos como si no, es muy probable que en algún momento del pasado año hayan oído “We Don’t Talk About Bruno” (No hablamos de Bruno), de la película Encanto de Disney. En la canción, la familia Madrigal y los habitantes del pueblo en el que viven se quejan de Bruno, a quien echan la culpa de sus propias frustraciones y señalan que, por las malas experiencias que han tenido con él, no hablan de Bruno. Esta canción capta el espíritu general de la imagen popular que hay en Estados Unidos de América Latina. Los estadounidenses prestan poca atención a sus vecinos del sur. Y, cuando lo hacen, es sobre todo desde una perspectiva negativa e imaginaria, impulsada por las preocupaciones sobre la inmigración y las historias de corrupción, drogas y violencia en los medios de comunicación. Si EE UU quiere mejorar las relaciones con la región —una promesa del presidente Joe Biden durante su campaña de 2020—, las autoridades deben lograr un apoyo sólido de la población para dialogar con América Latina.

La implicación histórica de la población estadounidense 

La relación política entre Estados Unidos y América Latina ha oscilado a menudo entre la intervención y el abandono. EE UU se enfrenta a dos obstáculos fundamentales que prolongan de forma indefinida este ciclo: en primer lugar, los acontecimientos en otras partes del mundo que requieren su atención, como la guerra en Ucrania; y en segundo, la falta de incentivos electorales por parte de la mayoría de la población estadounidense. Si el Gobierno estadounidense quiere verdaderamente mejorar las relaciones con la región, tendrá que asegurarse de que cualquier diálogo esté pensado a largo plazo y tenga un propósito, una estrategia que puede reforzarse si cuenta con el apoyo de los ciudadanos. Para involucrarse a largo plazo con América Latina es fundamental que la población estadounidense se implique más en la región, porque una mayor visibilidad restará importancia a los cambios de dirigentes.

En distintas épocas doradas de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, las autoridades han acogido con los brazos abiertos que los ciudadanos estadounidenses se implicaran en la región. A principios del siglo XIX, el país apoyó a las “repúblicas hermanas” del sur cuando lanzaron sus propios movimientos democráticos. Durante ese periodo, EE UU adoptó una imagen más favorable de América Latina, en la medida en que los responsables políticos vislumbraban una época de cooperación interamericana, caracterizada por unos valores e ideales democráticos comunes. En contraste con la Europa desgarrada por la guerra, la gente sintió que el hemisferio occidental formaba un frente unido.

En el mismo sentido, con arreglo a la Política de Buena Vecindad del presidente Roosevelt, el gobierno estadounidense tomó medidas concretas para mejorar no solo la imagen de Estados Unidos en América Latina, sino también la imagen de Latinoamérica entre la población estadounidense. Para ello, se creó la Oficina del Coordinador de Asuntos Interamericanos (CIAA). La CIAA supervisó varios proyectos en América Latina con vistas al público estadounidense e incluso envió a Walt Disney en una gira de buena voluntad por la región para mejorar la imagen popular de EE UU y, al mismo tiempo, recopilar material cinematográfico.

Tras la Revolución Cubana y la posterior crisis de los misiles, que despertaron el interés de Estados Unidos por América Latina, el presidente Kennedy puso en marcha la Alianza para el progreso con el objetivo de mejorar las relaciones bilaterales mediante los vínculos individuales. Dentro del programa, creó el Cuerpo de paz, que en su primer año envió aproximadamente 20.000 voluntarios a Suramérica.

Los Socios de las Américas, una organización sin ánimo de lucro inspirada en las medidas de Kennedy, se dedicó a promover unos vínculos interamericanos más estrechos. Creada en un momento en el que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba eran especialmente tensas, la organización era independiente del gobierno y estableció secciones comunitarias en países de toda América Latina y en la mayoría de los estados de EE UU. Posteriormente, a instancias de Kennedy, David Rockefeller creó los precursores de la Sociedad de las Américas y el Consejo de las Américas (AS/COA) con el fin de fomentar la cooperación económica y cultural.

Todos estos ejemplos ponen de manifiesto la importancia de involucrar a la opinión pública estadounidense para poder dar un giro positivo a las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Es indudable que en cada uno de esos períodos hubo ciertos cambios generales en la política exterior estadounidense. Ahora bien, el apoyo de la población fue fundamental para garantizar que esas transformaciones fueran fructíferas. Hoy debería pasar lo mismo. Aunque en la IX Cumbre de las Américas el gobierno de Biden anunció una serie de nuevas políticas para mejorar las relaciones interamericanas, hasta ahora las autoridades estadounidenses no han hecho gran cosa para mejorar la imagen de América Latina en el país ni para crear apoyos a las iniciativas de la Cumbre entre sus propios ciudadanos. Sin embargo, hay varios campos en los que Estados Unidos puede, y debe, utilizar la cultura popular y la educación para lograr la participación en la mejora de los asuntos del hemisferio.

El poder de la cultura popular

Una vía de cooperación quizá no tan visible es la música latina, cuya popularidad está creciendo entre los estadounidenses. Cantantes latinos como J Balvin, Maluma y Bad Bunny tienen varios de los mayores éxitos mundiales y han colaborado a menudo con artistas pop estadounidenses. El auge del reggaetón entre los oyentes estadounidenses es una forma posible de incrementar la cooperación y cambiar la imagen de la región, igual que hizo la bossa nova por Brasil en los 60. Considerado como la música de la “nueva” América Latina, el reggaetón está modificando la forma que tiene la gente de hablar sobre las ideas equivocadas respecto a la región y tratar de resolverlas. Aparte de sus repercusiones culturales, el reggaetón también puede ser político.

Los cantantes Karol G y J Balvin actúan en el Escenario Principal durante el Fin de Semana 2, Día 2 del Festival de Música y Artes del Valle de Coachella 2022 el 24 de abril de 2022 en Indio, California. (Foto de Scott Dudelson/Getty Images para Coachella)

Otro posible agente de cambio es la industria cinematográfica. Con la popularidad y el éxito de los directores latinoamericanos cada vez mayores, el gobierno de Estados Unidos puede tener en ellos a unos socios que ayuden a presentar una imagen más integral y positiva de la región y destaquen las experiencias comunes. No obstante, aunque es de aplaudir la amplia presencia de la cultura hispana y latina en los medios de comunicación, su representación sigue siendo limitada y consiste en estereotipos. Por ejemplo, la serie de televisión Narcos dramatiza acontecimientos reales sucedidos en Colombia, pero reduce el país a una tierra de drogas y violencia.

A pesar de que esas representaciones de América Latina a veces sean simplistas y a menudo negativas, existen oportunidades para que el Gobierno estadounidense se asocie con Hollywood con el fin de mejorar la imagen pública de la región y respetar las diversas culturas de las Américas. Tal como hizo en la época de la Política de Buena Vecindad, Disney ha vuelto a contribuir a fomentar entre los niños imágenes más positivas de la región y sus diferencias nacionales en películas recientes como Coco y Encanto. A pesar de algunas críticas, ambas películas fueron, en generalbien recibidas por los ciudadanos tanto de México como de Colombia. Sin embargo, a diferencia de la campaña de Disney en los años 30, estas películas no han contado con ningún apoyo directo de la administración estadounidense ni se han utilizado para promover una identidad panamericana que tenga resonancia entre los ciudadanos de EE UU o de toda la región.

Las enseñanzas sobre América Latina en Estados Unidos

Aparte de la cultura popular, las reformas y los incentivos educativos también pueden contribuir a mejorar las relaciones en el hemisferio. En 1958, en pleno temor a la expansión mundial del comunismo, el gobierno estadounidense aprobó el Título VI de la Ley de Educación para la Defensa Nacional, que posteriormente incorporó a la Ley de Educación Superior de 1965. El Título VI preveía la asignación de fondos para crear centros de estudios de área —incluidos centros de estudios latinoamericanos en varias universidades del país—, con el fin de fomentar el desarrollo de conocimientos sobre la región. Aunque los fondos previstos en el Título VI siguen existiendo —en 2022 han financiado 17 centros nacionales de recursos sobre América—, la cantidad de dinero asignada ha disminuido desde que acabó la Guerra Fría. Aumentar esta financiación podría contribuir a impulsar el interés de los estudiantes y profesores universitarios.

Además de promover los estudios sobre América Latina en la educación superior, EE UU debe hacer lo posible para fomentar el interés y el conocimiento de la región entre los niños de educación primaria y secundaria. Aunque en los programas de educación avanzada (Advanced Placement, AP) ya existen asignaturas sobre la historia de Estados Unidos, Europa y el mundo, no las hay sobre África ni América Latina. Hay muchos momentos de la historia de Estados Unidos que no pueden entenderse sin estudiar Latinoamérica. Si se ofrecen asignaturas más especializadas en AP, como Historia Interamericana, o incluso cursos de idiomas más variados (que incluyan las lenguas indígenas), los estudiantes desarrollarán un interés por la región que luego podrían continuar en la educación superior. Y de esa forma, cuando surjan problemas mundiales que afecten a toda la región, habrá más probabilidades de que las futuras generaciones tengan la capacidad y los conocimientos necesarios para tener una reacción proactiva en lugar de limitarse a esperar.

Este es el momento de hablar de América Latina y el Caribe

Sin la participación ciudadana, será difícil que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina resistan los cambios de gobierno o los ciclos informativos constantes. Unir el apoyo de la población y los intereses económicos estadounidenses a través de medidas gubernamentales puede abrir vías para implantar políticas duraderas. Para ello hay que ir más allá de Narcos y de las percepciones equivocadas de la gente y entablar una relación real con la región, tanto a través de la educación como del reconocimiento de los vínculos culturales que comparte todo el hemisferio.

La versión original de este artículo se publicó con anterioridad en Global Americans. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.