
La infancia y la juventud llevan años reclamando que sus voces sean escuchadas para afrontar el calentamiento global. Sin embargo, la justicia intergeneracional y las generaciones futuras apenas tienen cabida en las estrategias que plantean los diferentes países.
Siendo apenas una niña, Greta Thunberg se sentó frente al Parlamento de Suecia para exigir acciones ante la emergencia climática. Aquellos viernes de protesta fueron el germen del movimiento Fridays for Future (Viernes por el futuro) y también llevaron a la joven sueca a usar el altavoz de la ONU. “Nuestra civilización está siendo sacrificada para que otros tengan la oportunidad de hacer grandes sumas de dinero”, aseveró en la 24 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP24), celebrada en Katowice (Polonia). Corría el año 2018.
La visibilidad de la generación Thunberg no se quedó ahí. Un año después, Nueva York celebró la Cumbre Climática para Jóvenes. María Laín estuvo allí y también en la COP25, con sede en Madrid. “Los gobernantes no dieron la talla en puntos clave y fue otro fracaso”, recuerda Laín, quien reconoce que la acción de la juventud se vio frenada por la emergencia mundial del coronavirus y la imposibilidad de salir a las calles para protestar [las manifestaciones han vuelto a finales de septiembre]. “Los activistas estamos un poco indignados y exigimos que se haga más. Porque llegamos muy tarde y las medidas no están a la altura”, lamenta la joven española por teléfono. La implicación de Laín queda también manifiesta en su Trabajo Fin de Máster (TFM) Movilizaciones ecologistas juveniles y desarrollo alternativo. Estudio de caso: Fridays For Future Madrid (2019-2020), en el que concluye que “muchas de las personas involucradas en el movimiento no recibieron formación sobre la situación climática ni un apoyo sólido por parte de su centro educativo a la hora de manifestarse”. Subraya de hecho que “la formación ecosocial no está presente en ninguno de los colegios” de las personas entrevistadas para su investigación académica.
Siendo también apenas una niña, Malala Yousafzai sufrió un intento de asesinato por parte de un talibán mientras iba en autobús a su escuela en Pakistán. Llevaba años denunciando la ocupación talibán en el valle en el que vivía y sus repercusiones en la educación de las chicas de la región. Tras salvar la vida, su visibilidad y su activismo la auparon al Premio Nobel de la Paz de 2014. Un año antes, había creado la Fundación Malala junto a su padre; el objetivo: defender el derecho de todas las niñas a una educación gratuita, segura y de calidad.
Un futuro más verde y justo: por qué los líderes deben invertir en el clima y en la educación de las niñas es el título de una de las últimas investigaciones de la Fundación Malala, que ahora liga la lucha de Yousafzai con la de Thunberg y Laín. “Se estima que en 2021 los eventos relacionados ...
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