
Mientras el plan de Naciones Unidas para Libia languidece tras un año de su puesta en marcha, las maniobras políticas de Francia e Italia, apoyando a unos u otros actores del conflicto, dan una vuelta de tuerca más al laberinto libio.
A finales de septiembre de 2017, escasos días después de ser designado nuevo enviado especial de la ONU para Libia, Ghassam Saleme presentó un ambicioso plan diseñado para atajar la inestabilidad política, la crisis económica y la violencia crónica que ensangrientan y paralizan el país desde que en 2011 la OTAN contribuyera militarmente a la victoria de los distintos grupos rebeldes sobre la larga y estrambótica dictadura de Muamar al Gadafi. El proyecto del ex ministro de Cultura libanés, que un año después languidece, descansaba sobre cuatro pilares y tenía como objetivo declarado restablecer la quebradiza armonía legislativa rota tras las aciagas elecciones de 2014. Desde entonces Libia es, de facto, un Estado fallido, un moderno reino de Taifas con varios territorios autónomos y dos gobiernos que no se reconocen mutuamente, uno en el Este bajo la tutela del controvertido mariscal Jalifa Hafter, y otro aislado en Trípoli sostenido por Naciones Unidas y la Unión Europea. Ambos adolecen de legitimidad democrática.
El primero, conocido como Parlamento de Tobruk, emergió de aquellos mismos comicios pero nunca pudo ejercer en la capital. Obligado a refugiarse en la citada localidad oriental a causa de la negativa del antiguo gobierno islamista a abandonar el poder y reconocer su derrota, fue recibido y acogido por el taimado oficial, un antiguo miembro de la cúpula militar que en 1969 aupó al poder a Al Gadafi y que años después, reclutado por la CIA, devino en uno de sus principales opositores en el exilio. Ayudado por Estados Unidos, Hafter había regresado a Libia en marzo de 2011, apenas un mes después de que estallara la insurrección, y cabildeado entre las brigadas rebeldes hasta lograr que en 2014 la cámara de Tobruk y el gobierno dependiente de ésta –establecido en la ciudad de Al Bayda– le designaran jefe del desmantelado Ejército Regular Libio (LNA, en sus siglas en inglés). Cuatro años más tarde, sus tropas controlan cerca del 70% del territorio libio y la mayor parte de los recursos petroleros.

El segundo permanece confinado Trípoli y es fruto del llamado Acuerdo Político Libio (PAL), un pacto forzado en diciembre de 2015 por el entonces enviado especial de la ONU para Libia, Bernardino León, tras el fracaso de las negociaciones entre el este y el oeste que él mismo fomentó y marró. Liderado por Fayez al Serraj, se instaló de forma furtiva en la capital en abril de 2016 y desde entonces no ha sido capaz, siquiera, de imponer su total ...
Artículo
para suscriptores
Para disfrutar de todos nuestros contenidos suscríbete hoy:
Plan mensual
3,70€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF
Plan anual
37€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF