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Niños en Argelia vuelan una cometa. (Farouk Batiche/AFP/Getty Images)

He aquí una radiografía de la situación de los países de la región, cuáles son sus desafíos y qué futuro les podría esperar.

 

"Caminan hacia la democracia"

Más al contrario. En enero de 2011, una revuelta popular en Túnez, fruto de la indignación y la desigualdad social, desató una avalancha de protestas en todo el mundo árabe que sacudió y zarandeó los cimientos de un sistema, el de las dictaduras parlamentarias, que había dominado Oriente Medio y el Norte de África a lo largo del último tercio del siglo XX con la anuencia de las potencias mundiales. Al grito de "libertad, derechos y justicia social", las ahora marchitadas primaveras árabes sorprendieron al mundo y despertaron la ilusión de que la reforma y el cambio eran posibles. Siete años después es, sin embargo, una nueva y remozada forma de cesarismo la que cabalga por ambas regiones, subida a lomos de la guerra, los intereses de las potencias internacionales y el éxito de la contrarrevolución reaccionaria desencadenada por Arabia Saudí. Alarmada ante la posibilidad de que el triunfo del laicismo y de los movimientos moderados del islam político socavaran las bases del entramado radical wahabí sobre el que se sostiene, la familia real saudí reprimió primero, a sangre y fuego, el conato de insurrección popular que brotó en su sociedad y se aferró, después, a su cornucopia petrolera y a la influencia política, diplomática y religiosa que ésta le procura para truncar y revertir el tsunami libertario. En Siria, respaldando con armas y financiación a los grupos suníes de ideología radical salafí opuestos al régimen de Bashar al Asad; en Yemen apoyando el clientelismo de Mansur Hadi, un habitual en los palacios de Riad, y en Egipto favoreciendo el complot y la asonada del Ejército contra los Hermanos Musulmanes, uno de los representantes de ese islam político que tanto teme.

Avanzado 2018, aquel optimista siroco de democracia con aroma a revolución popular no es más que otro espejismo desvanecido. Ejércitos regionales y potencias occidentales, más Rusia, dirimen sus ambiciones imperialistas en Siria, un país ensangrentado, escenario de la mayor tragedia humanitaria de nuestro tiempo, abocado a una prolongada y cruenta guerra poliédrica de la que el pueblo sirio solo puede esperar ya pobreza crónica, desesperanza y represión, sea cual sea el desenlace de un conflicto que hace ya mucho tiempo es ajeno a la promisoria revolución que lo detonó. Egipto, por su parte, ha regresado a la casilla de salida tras un círculo vicioso de muerte y opresión que ha culminado en una nueva satrapía militar, más cruel y sanguinaria que la que logró derribar. Miseria, violencia, corrupción, tortura, abusos y violaciones sistemáticas de los derechos humanos fundamentales caracterizan la autocracia espartana del general Abdel Fatah al Sisi, quien aún así ha obtenido su hueco de legitimidad entre los líderes mundiales. Ni siquiera Túnez, único Estado que ha logrado recorrer con fortuna la mayor parte del espinoso camino hacia la democracia, parece ...