Un repaso a los retos que pondrán a prueba la fortaleza del Ejecutivo italiano de coalición entre el Partido Democrático y el Movimiento Cinco Estrellas.

El pasado verano trajo como novedad la conformación de un nuevo gobierno italiano, el número 66 de la historia de la I República italiana (república que, por cierto, aún no ha llegado a los 75 años de vida). Un gobierno de circunstancias, ya que tuvo su punto de origen en la moción de confianza presentada contra el Primer Ministro (Giuseppe  Conte) por parte de uno de los dos miembros de la coalición que gobernaba (la Liga de Matteo Salvini), y que tuvo su punto de llegada en la configuración de una nueva coalición solo unas semanas antes sencillamente impensable: la formada por el Partido Democrático (PD) y el Movimiento Cinco Estrellas, acérrimos enemigos desde la campaña del referéndum constitucional que tuvo lugar en diciembre de 2016 y que tuvo como consecuencia la caída del Gobierno Matteo Renzi.

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El Primer Ministro italiano, Giuseppe Conte, toca una campanilla de plata para dar comienzo a la legislatura del nuevo Gobierno de coalición entre el Partido Democrático y el Movimiento Cinco Estrellas, septiembre 2019. FILIPPO MONTEFORTE/AFP/Getty Images

En realidad, la coalición inicialmente trabada entre PD y Cinco Estrellas se ha transformado rápidamente en coalición a cuatro, por dos razones fundamentales. La primera era la necesidad de ensanchar la mayoría de gobierno: teniendo en cuenta que entre ambas formaciones solo sumaban 158 senadores (en la cámara baja la mayoría era mucho más amplia) sobre un total de 319, hubo que acudir al voto de la escisión por la izquierda del Partido Democrático (Libres e Iguales, cuyo origen está en el partido Articulo I-Movimiento Democrático y Progresista, nacido en marzo de 2017), ya que aportaba hasta cuatro senadores más. Pero, una vez jurado el cargo por el nuevo Ejecutivo el 5 de septiembre pasado, la coalición pasó en menos de dos semanas a ser de cuatro, ya que el 18 de septiembre Matteo Renzi, ex primer ministro y exsecretario general del PD, decidió escindirse (ahora por la derecha) también del Partido Democrático y crear una nueva formación llamada Italia Viva, a la que se llevó más de cuarenta parlamentarios entre las dos cámaras (formación que, por otra parte, sigue creciendo numéricamente).

Ello ha hecho aún más compleja la negociación dentro de este gobierno que, eso sí, mantiene el mismo Primer Ministro (Giuseppe Conte, jurista independiente pero cercano a Cinco Estrellas). Y la primera prueba a la que se someterá esta coalición a cuatro será los Presupuestos Generales del Estado, cuyo borrador será remitido a las autoridades comunitarias en octubre, aunque seguirá habiendo margen para negociar hasta final del presente año.

¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta el Gobierno? El primero de ellos, la urgente necesidad de ordenar las cuentas públicas tras un último año desastroso para el país. Debe pensarse que el llamado “gobierno del cambio” (junio de 2018-agosto de 2019) llevó el crecimiento del PIB de un 1,7% en 2017, a un 0,6% en 2018 para dejarlo, en el momento de caer  en 0% (incluso llegó a haber recesión entre medias al encadenar dos trimestres en negativo en la segunda mitad de 2018). Como consecuencia de la paralización de la actividad económica y, en definitiva, del crecimiento, y todo ello sumado a un importante aumento del gasto público (debido a la puesta en marcha de la llamada “renta de ciudadanía”, un subsidio de hasta 780 euros para familias sin recursos, y de la derogación de la Ley Fornero, que permitió a muchos italiano jubilarse antes de los 67 años, edad prevista por la anterior ley), la deuda pública sobre PIB nacional se ha disparado hasta el 135%, la cifra más alta con mucha diferencia del conjunto de la Unión Europea.

Sin embargo, dado que estamos asistiendo al final de las llamadas “políticas de austeridad” y a la puesta en vigor de la expansión en el gasto público, la intención del nuevo ministro de Economía y Finanzas (Roberto Gualteri, persona de mucho peso en círculos comunitarios) es continuar con un elevado nivel de gasto, de ahí que la intención inicial de este Ejecutivo sea que el objetivo de déficit se sitúe en el 2,2%, solo dos décimas por debajo del que intentó el anterior gobierno (que finalmente tuvo que resignarse a aceptar el 2,04%). La cuestión es hasta dónde reducirán las autoridades comunitarias este nivel de gasto, siendo la clave la previsión de ingresos que tiene el  Estado italiano. Y ahí la baza fundamental que tienen es, ante la negativa tanto de Cinco Estrellas como de Italia Viva de subir los impuestos con carácter general, aumentar sensiblemente la lucha contra la economía sumergida, fomentando el pago con tarjeta en lugar de metálico (una práctica, la segunda, muy normal en la nación transalpina). En cualquier caso, no sabremos hasta dentro de unas semanas cuál es finalmente el objetivo de déficit que permite la UE a la tercera economía de la eurozona, pero lo que sí parece claro es que el nivel de conflicto será mucho menor que el vivido hace un año.

Y es que ahora las circunstancias son muy diferentes, sobre todo con la salida de la Liga de Matteo Salvini (una formación claramente contraria a la construcción europea) y la entrada del Partido Democrático (que siempre ha defendido el actual modelo de integración). Porque Italia ha vuelto a colocar a hombres clave en las instituciones europeas y además en el momento más importante. En efecto, Gualteri, titular de Economía y Finanzas, va a tener que negociar los PGE de su país con un Comisario de Asuntos Económicos que no sólo es también italiano, sino perteneciente al mismo partido (el PD). Hablamos de Paolo Gentiloni, primer ministro entre diciembre de 2016 y mayo de 2018, luego Presidente del Partido Democrático y ahora recién nombrado comisario en el equipo de la nueva Presidenta de la Comisión, la alemana Ursula Von der Leyen. A lo que hay que sumar que el Presidente del Parlamento europeo desde junio pasado es precisamente otro miembro del PD (Davide Sassuoli, europarlamentario desde 2009). Lo que seguramente compensará la salida de Mario Draghi, quien finaliza su mandato de Presidente del Banco Central Europeo precisamente en octubre de este año tras ocho años al mando del mismo. Así que la previsión es que se llegue a un pacto rápido entre todas las partes, sobre todo porque los representantes del PD ya han hecho comprender a la cúpula comunitaria que, si la UE no cambia su actitud en relación a Italia, entonces se abonará el campo para que vuelva el populismo ultranacionalista encabezado por el polémico Matteo Salvini.

Eso sí, más difícil será resolver la siempre peliaguda cuestión migratoria, entre otras cosas porque la agresiva política de puertos cerrados de Salvini cuando era ministro del Interior gozaba de un altísimo grado de apoyo entre los italianos (en torno al 70%). Eso explica que los miembros de la coalición aceptaran que este ministerio sea llevado ahora por una independiente (la lombarda Luciana Lamorgese, exprefecta de Milán) que conoce como pocos la cuestión relacionada con la inmigración. Pero, por mucho que Lamorgese sea una persona muy competente en la materia, si los países integrantes de la Unión no ponen en marcha una nueva política migratoria (basada en repartos mucho más justos y equitativos de los flujos que llegan fundamentalmente a las costas meridionales del continente), de nada servirá el cambio en un ministerio tan complejo como es Interior. Así que veremos de qué manera se desenvuelve este asunto, ya que sigue siendo una de las principales asignaturas pendientes de la UE.

En cualquier caso, la fortaleza de este Gobierno será puesta a prueba en poco tiempo, ya que esperan hasta tres elecciones regionales (Umbria, Calabria y Emilia-Romagna) antes de que finalice el año. Comicios en los que lo previsible es que vuelva a ganar de una manera muy clara la coalición de centroderecha encabezada por la Liga de Salvini. Y, si el PD pierde claramente un bastión tan importante para la izquierda italiana como es Emilia-Romagna, entonces resultará cada vez más difícil aguantar el peso de una opinión pública que ha recibido en líneas generales con muy poco agrado este Gobierno (solo el 41% manifestó su apoyo, frente al 60% que recibió el anterior Ejecutivo). Pero cierto es que precisamente ahí reside una de las fortalezas de la coalición: por muchas diferencias que pueda llegar a haber entre PD, Cinco Estrellas, Italia Viva y Libres e Iguales, para todos ellos (que aún tienen casi tres años y medio de legislatura por delante) ir a unos comicios anticipados supondría asegurarse un auténtico descalabro electoral, y por ello harán lo posible por no romper la actual coalición.

En ese sentido, la situación más preocupante es la que presenta el Movimiento Cinco Estrellas, con un líder (el ahora Ministro de Asuntos Exteriores Luigi Di Maio) cada vez muy cuestionado y con una dirigencia fuertemente dividida en torno al pacto que se alcanzó con el PD. Pero cierto es también que la política italiana suele mostrar un alto grado de inestabilidad en el primer año de legislatura (como sucedió, por ejemplo, entre 2013 y 2014, en que el Gobierno de Enrico Letta no llegó al primer año de vida), y lo normal es que a partir de entonces se entre en una fase de relativa tranquilidad, como sucedió entre 2014 y 2018.

Además, no debe olvidarse la delicada situación por la que atraviesa el principal opositor a este gobierno (Matteo Salvini), con dos causas judiciales pendientes: la primera (y, además, la más grave) relacionada con una posible trama de financiación ilegal de su partido a través de fondos concedidos por Rusia (lo que ya se conoce como “Moscopoli”); y la segunda, la actuación en torno al barco “Open Arms” durante el verano pasado, que supuso tener retenidos en aguas territoriales italianas y frente a la costa de isla de Lampedusa a más de un centenar de inmigrantes que llegaron a estar en una situación absolutamente crítica, hasta que la fiscalía de Agrigento (Sicilia) decretó su desembarco. Lo cierto es que, a pesar de lo dicho, en todas las encuestas en intención de voto el partido de Salvini es el que tiene mayor grado de apoyo entre los italianos, y no da la impresión de que vaya a haber cambios inmediatos. En cualquier caso, el primer y más importante reto serán los nuevos Presupuestos Generales del Estado, así como recuperar el control de las cuentas públicas, algo a lo que habrá que estar muy atentos.