“Los tiempos en que podíamos confiar en otros han quedado atrás…”. Según la prensa alemana, esta afirmación de Angela Merkel –después de la reunión reciente del G7–, podría indicar un plan que empezaría con medidas concretas para hacer frente a la crisis de los refugiados y para profundizar la cooperación en defensa. El plan continuaría con una armonización de las políticas económicas. Este plan puede indicar la dirección de futuro de Europa. A esta dirección es a la que Emmanuel Macron está llamado a contribuir como nuevo presidente de Francia.

Macron, filósofo de carrera, político de nueva profesión y ayudante del escritor Paul Ricoeur, seguramente suscribe las palabras que su maestro escribió hace 17 años en su “Filosofia e Liberazione. La sfida del pensiero del Terzo-Mondo”. En él afirmaba que, hoy, la aventura de Europa “es vivida bajo todos los aspectos como una experiencia de liberación”. Una liberación a futuro, podríamos decir, de los retos urgentes a los que nos enfrentamos los europeos y que se resumen en la afirmación antes mencionada de Angela Merkel. Posiblemente estemos ante una de esas épocas (que no periodos) de la historia que Péguy (otro autor de cabecera de Macron) identificaba como grandes momentos de la vida de un pueblo.

La victoria de Macron se vive como un espaldarazo para la construcción de una Europa relevante. Mas, ¿de qué Europa estamos hablando? La nueva situación de equilibrio de poder en Europa, que cambiará radicalmente cuando se materialice brexit, significa que países pequeños o menos fuertes en la negociación constante con Bruselas tenderán a hacerse más federalistas. Esta tendencia pide un liderazgo de los demás. La promesa de Macron es reformar la Unión Europea. Sin embargo, quizá no apoye el proyecto en su forma actual. Por ejemplo, pide una mayor integración en la Eurozona, ha prometido luchar por unas condiciones más equitativas en el ámbito fiscal, y hacer de la unidad digital y unidad energéticas una realidad.

Ahora bien, cuando Merkel afirma que Macron responde a las esperanzas de muchos europeos, es conveniente recordar que tendrá las manos atadas a menos que la propia UE le ampare. Y no solo en el seno de las instituciones europeas, siendo realmente flexibles, sino también en su propia Francia, este mismo mes de junio en las elecciones legislativas. Macron necesita una mayoría para tener margen de maniobra. Por ahora, la petición de Macron de presupuesto para la Eurozona, por ejemplo, no ha encontrado mucho eco en Berlín. Si Berlín escuchara las peticiones, respaldando a Francia como “socio camarada” y no como “socio protegido”, la carga del liderazgo en Europa sería compartida, y no dependería de Alemania únicamente.

Observando la experiencia europea en el pasado, desde la CECA hasta el euro, las decisiones conjuntas de ambos países en economía y en política dieron forma a proyectos de éxito. De forma pragmática y no demasiado lesiva para sus miembros y vecinos, los proyectos que convierten a Europa en protagonista de su historia necesitan un liderazgo común. A fin de cuentas, si nos remontamos a Monnet o a Schuman, Europa se hará poco a poco, proyecto a proyecto, pero alguien ha de comenzar y mostrar el rumbo. A ese rumbo nos iremos uniendo los demás.

Almudena González del Valle, profesora de Relaciones Internacionales de Comillas ICAI.ICADE

Con el apoyo de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE