Una manifestante sostiene un cartel en el que se lee "Palestina libre, pan y libertad" durante la manifestación del "Movimiento Civil Democrático" en apoyo de Palestina, frente a la mezquita Mustafa Mahmoud de Giza, Egipto. (Ayman Aref/NurPhoto via Getty Images)

La enorme violencia desatada en la Franja de Gaza y la tensiones generadas en Oriente Medio ponen en una situación aún más complicada al Egipto de Al Sisi, que aspira a revalidar mandato por tercera vez en los comicios de finales de 2023. 

Egipto celebra elecciones presidenciales los días 10 y 12 de diciembre. En un intento por frenar el desgaste del presidente Abdel Fatah Al Sisi y justificar las impopulares medidas económicas que el Gobierno deberá tomar por la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las autoridades egipcias han adelantado estos comicios, que estaban previstos para la primavera de 2024. El férreo control que ejerce el Estado sobre la población, especialmente desde el golpe militar en julio de 2013, nos obliga a pensar que nada podría afectar al resultado electoral ni a la salud del régimen, a pesar de la grave crisis económica que atraviesa y del creciente descontento entre los egipcios. Pero el atentado terrorista perpetrado por el grupo islamista Hamás el pasado 7 de octubre, que dejó 1.400 muertos en suelo israelí, y la posterior respuesta del Ejecutivo de Benjamin Netanyahu sobre la Franja de Gaza parecen dejar al Egipto de Al Sisi en una situación delicada.

Los equilibrios y cálculos de Al Sisi

Como en otras capitales del mundo árabe y más allá, miles de ciudadanos egipcios llevan días saliendo a las calles en apoyo al pueblo palestino y para condenar los bombardeos del Ejército israelí, que ya han causado más de 5.000 víctimas mortales, según el último balance del Ministerio de Salud gazatí. En un país donde las manifestaciones están prácticamente prohibidas y cualquier disidencia es castigada, puede resultar sorprendente que el propio Al Sisi haya llamado a la movilización: "Egipto tiene 105 millones de habitantes y la opinión pública egipcia y árabe está afectada. Si se da la situación, será necesario pedir al pueblo egipcio que salga para expresar su rechazo a esta idea", en referencia a las pretensiones de Israel de evacuar a los gazatíes a territorio egipcio a través de la península del Sinaí.

El presidente egipcio Abdel Fatah Al Sisi preside La Cumbre de Paz de El Cairo en la Nueva Capital Administrativa, al este de la capital egipcia, El Cairo, el 21 de octubre de 2023. (EU Council /Pool/Handout/Anadolu/Getty Images)

Algunos analistas afirman que el régimen estaría intentando desviar la ira y el hartazgo que recorre el país hacia la causa palestina y los ataques israelíes a las puertas de Gaza, para fomentar la propaganda electoral. De acuerdo con la arabista Bárbara Azaola, Al Sisi está aprovechando la coyuntura con dos objetivos. Por un lado, está buscando reconocimiento internacional con la celebración de la reciente Cumbre de la Paz que, sin embargo, ha terminado sin acuerdo. Por otro, apunta esta profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha, el régimen está promoviendo manifestaciones acotadas con vistas a obtener así una suerte de “autorización popular” a su decisión de no acoger a población palestina por una cuestión de “seguridad nacional”. 

Esta estrategia de alentar las marchas entre la ciudadanía podría, sin embargo, volverse en su contra. El pasado viernes, 20 de octubre, decenas de miles de egipcios se manifestaron en varias localidades del país incluida la capital. Dirigiéndose a la emblemática plaza Tahrir de El Cairo, lugar de concentración de las masivas protestas que acabaron con 30 años de autoritarismo de Hosni Mubarak, algunos manifestantes coreaban “pan, libertad y justicia”, a pesar de que las movilizaciones estaban convocadas por el Gobierno. Los manifestantes no acataron las consignas oficiales y el lema de las Primaveras árabes se volvía a escuchar tras 12 años. Poco después de que la gente se plantara en Tahrir, las fuerzas de seguridad empezaron a emplear la fuerza para evacuar a los manifestantes y 43 personas fueron detenidas, según publica Mada Masr, el único medio independiente que sobrevive en Egipto. 

Hasta el momento las manifestaciones se habían limitado a los ataques en Gaza, pero con el tiempo estas podrían tener repercusiones domésticas. Al Sisi teme que las movilizaciones puedan tentar a los manifestantes a expresarse sobre otras cuestiones y que el Estado pueda perder su férreo control de la calle.

La causa palestina como catalizador

En cualquier caso, no hay que olvidar que muchas demandas de cambio político en Egipto comenzaron con manifestaciones de solidaridad hacia el pueblo palestino. Precisamente así ocurrió en los 70 con las revueltas del pan, en el año 2000 con la Segunda Intifada e incluso más allá de la cuestión palestina, con la invasión estadounidense de Irak en marzo de 2003, apunta Laura Galián, profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, en conversaciones con esglobal: “Estas ventanas de acción política que se abren con la solidaridad con Palestina da lugar a que las autoridades en general permitan a los ciudadanos poder encontrarse en las plazas, en este caso en Tahrir, símbolo de la liberación, pero también en otros espacios como mezquitas y universidades”. 

Así, lo que comenzó con expresiones de apoyo hacia el pueblo palestino y el movimiento contra la guerra, piedras angulares del activismo egipcio, se convirtieron progresivamente en demandas prodemocracia y en críticas de manera explícita dirigidas al régimen de Hosni Mubarak por su connivencia directa con Israel, el apoyo de Estados Unidos y la brutal represión de los manifestantes que coreaban: ¡Vete, Mubarak, vete! o ¡Queremos que Egipto sea libre! 

Teniendo en cuenta estos precedentes, hasta ahora parece que El Cairo ha sido inteligente a la hora de no expresar de manera abierta su complicidad con el Estado hebreo, aunque de facto exista. De cara a la opinión pública egipcia, el régimen de Al Sisi está conteniendo las demandas de Israel: “los gazatíes deben mantenerse firmes y permanecer en su tierra”, ha defendido desde el pasado 12 de octubre. Al mismo tiempo, está permitiendo, no sin limitaciones y represión, la celebración de manifestaciones, lo que ha hecho que veamos concentraciones en ciudades tan importantes como Alejandría y El Cairo que no se veían desde 2013 con mensajes en contra del Gobierno y sus políticas. Galián establece de este modo un paralelismo entre el pasado y el presente del activismo en el país: “Los manifestantes egipcios tienen la necesidad de apoyar a los gazatíes y a todos los palestinos en general, con quienes se sienten identificados y, sobre todo, de canalizar su propio deseo de libertad en un panorama político y un contexto económico extremadamente difíciles”.

¿Giro electoral para un régimen en crisis? 

No es ningún secreto que el principal motivo de la nueva fecha de las elecciones está relacionado con las durísimas medidas económicas que se aplicarán a principios de 2024, como los recortes acordados con el FMI en un esfuerzo por hacer frente a la grave situación. El sistema actual ha dado lugar a una deuda externa sin precedentes (165.000 millones de dólares), que el país tendrá que pagar en los próximos meses en medio de un período de escasez de divisas, con la libra egipcia devaluada en un 50% respecto al dólar. 

Egipto lleva más de un año sufriendo una elevada inflación. El pasado agosto, esta alcanzó la cifra récord del 39,7% y los alimentos costaban casi un 72% más que en la misma fecha del año anterior, según la agencia oficial de estadística egipcia CAPMAS (por sus siglas en inglés). Detrás del alza de los precios está la invasión rusa de Ucrania a principios de 2022 (Egipto importaba de estos dos países el 80% de su trigo), pero también sus elevadísimos niveles de corrupción (en 2022, ocupaba el puesto 130 de 180 en el ránking de Transparency International) y el dominio absoluto de los militares en la economía, hasta el punto de ser los mayores contratistas del Estado. Abocados a la inseguridad alimentaria, los egipcios constituyen hoy el grupo más numeroso entre los migrantes que llegan a Italia por mar atravesando la ruta del Mediterráneo central, una cifra que ha aumentado en un 200% desde principios del año pasado. 

Además de evitar un mayor desgaste de su figura y del régimen, con este adelanto electoral el Gobierno buscaba “algún tipo de apoyo popular y de seguridad para dar una legitimidad a esas futuras decisiones económicas que se tomarán como si derivaran del deseo de la población”, explica el periodista y escritor egipcio Faisal Abdelwahab en declaraciones a esglobal. Esto le permitiría justificar esas impopulares medidas en un contexto de posible agitación. 

Al Sisi ganó las elecciones de 2014 y 2018 con un 96 y un 98% de los votos, respectivamente. En un país cuyo sistema político carece de competencia electoral entre partidos o entre candidatos, esta legitimidad popular a la que apela el régimen a través de las urnas resulta una ficción. Desde el golpe de Estado de 2013, el Gobierno actúa de forma cada vez más autoritaria, con una oposición prácticamente inexistente y unas políticas encaminadas a asegurar la propia supervivencia de un régimen que no muestra interés en fomentar la democratización, sino que ha consolidado el autoritarismo. 

Incapaz de desvincularse de la crisis económica, la popularidad del presidente Al Sisi ha caído en picado y sus declaraciones, lejos de tranquilizar, están causando escándalo. En la conferencia “Historia de una patria”, que precedió al anuncio de su candidatura a las elecciones a principios de octubre, Al Sisi afirmó que es mejor que los egipcios "pasen hambre" a que impidan el progreso nacional: "Por Dios, si el precio del progreso y la prosperidad de una nación es pasar hambre y sed, entonces no comeremos ni beberemos", dijo a los asistentes. En cuestión de horas, los vídeos de su discurso se viralizaron y criticaron en redes sociales, a pesar del creciente recelo de los egipcios a expresarse libremente ante el elevado número de detenciones que se realizan por escritos online. Al día siguiente estos ya estaban retirados “en respuesta a un informe del propietario de los derechos de autor”. Las imágenes de la conferencia se retransmitieron de nuevo por los canales de televisión, aunque no incorporaban los ofensivos comentarios del Presidente.

¿Está preparándose el régimen para una confrontación? 

Se estima que están llamados a las urnas unos 65 millones de egipcios. Entre estos, existe un pequeño pero creciente grupo de opositores que intenta cambiar la situación política, a pesar de que las autoridades equiparan intencionadamente toda forma de disidencia y crítica con el terrorismo, por lo que 650 medios de comunicación han sido prohibidos y 171 periodistas puestos entre rejas en la última década. 

Entre estos opositores, destaca el ex parlamentario Ahmed Tantawi, que recientemente se ha retirado de la campaña por falta de apoyos. Aunque la probabilidad de que este joven político, que se instaló en Líbano en agosto de 2022 tras recibir presiones, pudiera disputarle la presidencia a Al Sisi era escasa, el mandatario egipcio conoce el interés y teme la capacidad de movilización que parecía haber generado, al menos en un primer momento, la candidatura de Tantawi. Algo que sostiene Abdelwahab: “El régimen, por muy opresivo y brutal que sea, sabe que la calle egipcia está llegando a un punto de ebullición de explosión social, por lo que sospecho que la sensación de miedo de Sisi no es a Ahmed Tantawi como persona, sino un miedo a lo que este representa, es decir, la ira del pueblo”. “El presidente siente temblar su trono, y el hecho de que él mismo haya provocado este temblor”, opina el periodista.

En cuanto a la mayoría de votantes y de ciudadanos en general, viven temerosos de la represión y el encarcelamiento, ya que saben que el simple hecho de hablar por Internet les conducirá inevitablemente a la cárcel. En 2022 había en Egipto al menos 60.000 presos políticos, según algunas estimaciones. Amnistía Internacional ha denunciado condenas a muerte y ejecuciones extrajudiciales, además de numerosas desapariciones forzadas. Los abusos policiales y la tortura siguen siendo generalizados en comisarías de policía y prisiones, donde las condiciones son “crueles e inhumanas”: el hacinamiento, la falta de higiene y la insuficiencia de alimentos, agua potable y aire fresco son el pan de cada día.

Una vista general de la Nueva Capital Administrativa de Egipto, que incluye la presidencia, el primer ministerio, el parlamento, los ministerios y otros edificios gubernamentales, así como embajadas. (Fareed Kotb/Anadolu Agency/Getty Images)

En lo que parece una medida de protección del régimen, se está construyendo la Nueva Capital Administrativa (NAC), un faraónico proyecto de 58.000 millones de dólares para las arcas públicas que el columnista egipcio Maged Mandour describe como la “infraestructura física de la represión”. A 65 km al este de la capital egipcia y vigilada por 6.000 cámaras, la ciudad está lo suficientemente lejos y es lo suficientemente cara para proteger al régimen de la masa de pobres urbanos. ¿Se está preparando el régimen para una futura agitación social? Aunque a día de hoy es poco probable que se produzca un levantamiento popular en Egipto, según algunos analistas críticos, el régimen estaría alejando los centros de poder del ciudadano medio. En su lugar, estos estarían rodeados por las élites y los apoyos del régimen, lo que le permitiría emplear la represión masiva contra las masas rebeldes de las grandes urbes si surgiera la necesidad. 

La fragmentación y la debilidad de la oposición, pero sobre todo el fuerte aparato represivo del Estado, hace muy difícil que puedan organizarse manifestaciones multitudinarias contra el régimen de Al Sisi, que probablemente seguirá siendo presidente. ¿Hasta cuándo? A corto plazo, parece que lo sabemos. Si el Gobierno sigue adelante con la convocatoria electoral, el presidente egipcio podría salir reforzado aprovechando que los ciudadanos están más centrados en lo que sucede en Palestina que en cuestiones internas.

Por otra parte, tampoco puede descartarse una suspensión de las elecciones por las autoridades, que podrían alegar motivos de seguridad. La única certeza es que el régimen se encuentra en un momento muy delicado y la incertidumbre a nivel regional es enorme. La gestión del paso fronterizo con Rafah, las negociaciones con Israel, y las últimas explosiones en la frontera que están obstaculizando la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, además de la evidencia de que Egipto ya no juega su tradicional papel de mediador entre las partes y cómo todo esto se percibe a nivel interno podrían afectar al gobierno de Al Sisi, que en las próximas semanas tendrá que tomar decisiones difíciles.