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Vista aérea de una villa miseria en Buenos Aires, Argentina. Getty Images/Getty Image

He aquí cuatro tendencias urbanísticas innovadoras para la mejora de las ciudades en América Latina.

La crisis sanitaria global provocada por la COVID-19 ha vuelto a situar en el centro de atención los asentamientos irregulares y los fracasos políticos que representan. Se han puesto en marcha estrategias inmediatas para combatir el virus en las barriadas de toda Latinoamérica, donde están cinco de los países —Brasil, Perú, Colombia, México y Argentina—que más muertes por cápita debidas a la COVID-19 han sufrido. Sin embargo, la enorme repercusión regional de la epidemia exige unas soluciones administrativas y políticas diferenciadas.

 

Los barrios marginales en primera línea de la COVID-19

En las dos últimas décadas, la urbanización masiva ha sido una de las tendencias más importantes y complicadas en Latinoamérica, la región más urbanizada del planeta: el 80% de los latinoamericanos viven en ciudades. Uno de los problemas de un desarrollo tan rápido es que, cuando las urbes crecen, pueden encarecerse de forma excesiva, lo que obliga tanto a los viejos residentes como a los recién llegados (sobre todo del campo), que no pueden permitirse el aumento del valor económico de la zona, a instalarse en asentamientos irregulares. Esos asentamientos, habitualmente llamados "favelas" en Brasil o "villas miseria" en Argentina, son partes de la ciudad mal diseñadas, densamente pobladas y muy olvidadas, con unas condiciones de vida muy duras y desfavorables, sobre todo porque los gobiernos no son capaces de proporcionar en la medida suficiente servicios urbanos e infraestructuras básicas como vivienda y transporte público para responder a las necesidades de una población cada vez más numerosa. Además, los habitantes de estas áreas tan deterioradas están siendo los más vulnerables durante la crisis de la COVID-19, con unas tasas de infección que suelen ser más altas debido a las condiciones estructurales y sociales en las que viven, sin acceso a agua potable, saneamiento ni servicios de emergencia, y con mala nutrición, problemas de salud previos y hacinamiento. La pandemia del coronavirus ha agudizado la vulnerabilidad de los 113 millones de latinoamericanos —casi uno de cada cuatro— que viven en estas barriadas.

La repercusión económica de la pandemia también es mucho más devastadora para quienes viven en estas zonas. Con una tasa de trabajo irregular del 54% en la región, la gente que habita en los barrios marginales suele vivir al día, con trabajos informales que requieren el contacto con otras personas y sin recursos económicos que les permitan resistir cuando se imponen cierres y confinamientos. Y eso sin tener en cuenta que la recuperación económica de Latinoamérica sigue siendo muy vulnerable a posibles nuevas convulsiones. Los presupuestos estatales y locales sufren unos déficits sin precedentes, y es indudable que las consecuencias económicas y sanitarias de la crisis sanitaria van a frenar el desarrollo urbano y la capacidad de financiar e invertir en programas de vivienda a la escala necesaria.

 

Tendencias en la mejora de las barriadas y enseñanzas de la COVID-19

El número de actores sociales y elementos involucrados en los asentamientos irregulares pone de manifiesto la complejidad de los procesos de mejora de los barrios marginales, que a menudo ponen en tela de juicio las prácticas tradicionales de las políticas públicas. Además, las estrategias de los gobiernos respecto a la política de asentamientos irregulares ha cambiado enormemente con el tiempo. Sin embargo, en el último decenio, se ha consolidado el modelo de renovación de barrios marginales consistente en la mejora gradual de las viviendas, los servicios urbanos básicos y las infraestructuras, incluida la red de distribución de agua, los servicios sanitarios, el alcantarillado y la electricidad.

Al mismo tiempo, las nuevas presiones creadas por la crisis de la COVID-19 han acelerado varias de las tendencias urbanísticas más innovadoras en los países que tienen amplios programas de mejora de las ciudades (es decir, Argentina, Colombia, México, Brasil y Bolivia), y ahí hay varias lecciones que pueden extraer los gobiernos locales y nacionales de Latinoamérica a la hora de poner en marcha las campañas de recuperación y que pueden inspirar sus políticas tanto a corto como a largo plazo. Estas son algunas de esas tendencias:

Un papel central para las comunidades. El aspecto más importante de los programas de renovación de los barrios marginales en la región es el papel fundamental que atribuyen a la participación y la acción colectiva de varias partes interesadas en el diseño de las mejoras. Los ejemplos de procesos participativos en los que el gobierno respalda los programas encabezados por la comunidad —como el implantado en la ciudad de Buenos Aires— muestran que la participación ciudadana y la democratización de las tomas de decisiones contribuyen a reforzar la gobernanza y el sentimiento de propiedad, algo crucial para poder contar con programas sostenibles a largo plazo y, sobre todo, para la integración definitiva de los asentamientos irregulares en sus respectivas ciudades y resolver la brecha urbana. La pandemia de la COVID-19 ha demostrado que la organización comunitaria cobra importancia especial en el contexto de una crisis. Las iniciativas comunitarias para el reparto de alimentos y la vigilancia de las condiciones sanitarias en los barrios marginales, como los comedores sociales de Lima y la decisión de las asociaciones de residentes de las favelas en Brasil de contratar médicos por su cuenta para combatir la COVID-19 no son más que dos de los numerosos casos que prueban que las iniciativas de este tipo pueden crear barrios más resilientes.

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Un militar colombiano entrega alimentos a los habitantes de una barriada en Bogotá, Colombia., durante la pandemia. Guillermo Legaria/Getty Images

Una estrategia integral. Los programas tradicionales de renovación de los barrios marginales, en general, tienen como objetivo la propiedad de la vivienda. Pero esos planes de intervención individual para mejorar el nivel de vida de los pobres en las ciudades no mejoran sustancialmente los datos socioeconómicos fundamentales de los residentes de esos barrios; por eso, en la última década, han aparecido programas más integrales. Esta estrategia, en la que la mejora de las infraestructuras (vivienda, pavimentación, agua, electricidad y alcantarillado) va acompañada de sólidos programas de desarrollo sociocultural y económico, como el acceso a la sanidad y la educación, la creación de empleo y la formación laboral, suele ser más eficaz. Barrio 31 en Buenos Aires, Favela Barrio en Rio de Janeiro y PRIMED en Medellín, Colombia, son ejemplos destacados de programas de éxito en los que el gobierno invierte no sólo en infraestructuras sino también en capital humano y desarrollo económico local. Además, se ha visto que los lazos entre los organismos públicos y los grupos comunitarios son especialmente importantes durante las crisis. En el sur de Buenos Aires, la respuesta integral en Villa 20 —un asentamiento urbano irregular— entre la administración local y las organizaciones comunitarias consiguió reducir la propagación de la COVID-19 convenciendo a los residentes para que ejercieran la distancia física, participaran en el reparto de alimentos y se hicieran pruebas.

Herramientas de alta tecnología para proyectos innovadores y económicos de transformación de los barrios marginales. Una de las tendencias más importantes que parece estar surgiendo en la recuperación para después de la pandemia es la dependencia creciente de soluciones tecnológicas baratas para los problemas de los asentamientos irregulares. Las tecnologías de la construcción tienen un papel crucial en estos proyectos, porque permiten erigir viviendas de bajo coste como las prefabricadas en Lima e instalar energía solar en las favelas de Brasil y las villas miseria de Buenos Aires, una alternativa barata y limpia a la electricidad tradicional. Al mismo tiempo, la incorporación de tecnologías de la información y la comunicación que fomentan la eficacia del gobierno está permitiendo instaurar la planificación colaborativa y la participación ciudadana. En la capital de Uruguay, Montevideo, están promoviendo la participación ciudadana mediante una plataforma de código abierto que refuerza la colaboración entre los organismos del gobierno y los ciudadanos.

Mayor atención a los datos y los indicadores. Uno de los mayores obstáculos de los programas para mejorar los barrios marginales es la falta de información. La carencia de datos ha sido siempre un obstáculo a la hora de elaborar planes y establecer ayudas para los barrios marginales. Tanto los instrumentos geoespaciales existentes que emplean tecnologías como la observación terrestre, la teledetección y los drones como la inteligencia artificial pueden ayudar a localizar, cuantificar y clasificar viviendas y barrios que necesitan mejoras. Asimismo, la toma de decisiones basada en datos y la observación permanente de esos barrios son cada vez más fáciles gracias a que herramientas tecnológicas como las redes sociales permiten más comunicación. Por ejemplo, una herramienta cartográfica del Banco Mundial que utiliza inteligencia artificial, satélites e imágenes tridimensionales está sirviendo a las ciudades para identificar zonas que tienen alto riesgo de propagación del virus. Y se ha visto que los datos locales son esenciales para responder a la crisis de la COVID-19, porque se convierten en conocimientos que pueden facilitar las estrategias de respuesta inmediata. Por ejemplo, en Rio de Janeiro, hay una aplicación que proporciona información en tiempo real sobre la difusión del virus en las favelas, que sirve de complemento a los datos, a menudo limitados e inexactos, que suelen tener las autoridades municipales sobre estos asentamientos. Los métodos baratos para recolectar datos son muy valiosos para determinar las políticas —no solo en tiempos de crisis—, pero también para fijar objetivos estratégicos y ayudar a los gobiernos a optimizar la expansión de las infraestructuras. Si tenemos en cuenta el aumento actual de los índices de pobreza, en concreto que, según el FMI, se calcula que unos 17 millones de personas han caído en la pobreza durante la pandemia, es indudable que la información sobre las necesidades y los peligros de los asentamientos irregulares es crucial para resolver los problemas de los habitantes de las ciudades y conocer mejor el grado de urbanización de la región.

 

Construir mejor: ciudades en red

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Limpieza de calles de una favela brasileña durante la crisis sanitario de la Covid-19. Fabio Teixeira/NurPhoto via Getty Images

La pandemia de la COVID-19 ha demostrado que, para que las políticas de los gobiernos mejoren la vida de los residentes de los barrios marginales, es esencial que los asentamientos irregulares se consideren parte de la ciudad. Las enseñanzas obtenidas de programas como los desarrollados en Río de Janeiro, Buenos Aires y Medellín destacan un nuevo paradigma en el que los responsables políticos comprenden mejor los asentamientos irregulares, no como islas sino como parte de la red urbana.

Las redes pueden ser físicas, referirse a la mejora del transporte y las calles en un barrio pobre; pueden ser socioeconómicas, como la variedad de relaciones entre los residentes de una ciudad o las redes que hacen posible la circulación de bienes y servicios; y también pueden ser políticas, mediante la participación democrática y la toma de decisiones entre los habitantes de los barrios marginales y la administración. Las redes comunitarias dentro de esos barrios y las redes entre los barrios marginales y los no marginales interactúan y se superponen entre sí. En este sentido, una de las principales lecciones de la pandemia de la COVID-19 es que las redes que se apoyan en políticas concebidas de abajo arriba son cruciales, no solo para prever y gestionar las catástrofes, sino también para la administración de las ciudades.

Esta concepción de los asentamientos irregulares como parte integrante de las ciudades transformará nuestra forma de percibir y diseñar los barrios marginales y las ciudades, mediante la elaboración y ejecución de políticas más apropiadas que no solo incorporen esos asentamientos a sus ciudades respectivas, con la instalación de infraestructuras básicas, sino también mejorando el acceso a la educación, la sanidad, los cuidados infantiles y las oportunidades de empleo. La importancia de utilizar un marco que tenga en cuenta las vulnerabilidades y los aspectos interrelacionados dentro de los barrios marginales ha quedado de manifiesto con los problemas asociados a la COVID-19 y está obligando a las autoridades a reinventar estos barrios y a centrar sus esfuerzos en esas comunidades —con la ayuda de los avances tecnológicos—, para que el diseño de las políticas a largo plazo produzca unas ciudades saludables, resilientes e integradas para todos sus habitantes.

La versión en original y en inglés se ha publicado con anterioridad en Global Americans. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.