
La mala calidad del aire provoca la muerte anual de más de 700.000 personas en el continente. La ausencia de muestreos complica un problema sangrante, del que los vertederos de basura electrónica son la cara más visible.
África. Del lado alegre de la balanza, retratos rebosantes de luz y color, de vida. Del lado más desagradable, instantáneas de sufrimiento y oscuridad, de muerte. Se haya visitado o no el continente, son muchas las imágenes que se agolpan en la mente cuando se piensa en alguno de sus 54 países. La parte negativa suele llegar asociada a cuestiones como la falta de agua potable y de saneamiento, o la malnutrición.
No se iría mal encaminado, pues el mal estado del vital líquido se cobra al año unas 542.000 vidas, un saneamiento precario otras 391.000 y la deficiente ingesta de calorías y nutrientes cerca de 275.000, según cifras todas ellas de la OCDE. Con frecuencia se pasa por alto, sin embargo, un drama cuya mortalidad supera con creces a todas las anteriores: la contaminación atmosférica, a razón de 712.000 vidas anuales, en cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La contaminación atmosférica afecta a todas las regiones del mundo (siete millones de muertes al año en total), si bien las poblaciones con ingresos bajos que viven en las ciudades son las más damnificadas. No es una cuestión numérica, pero a veces las cifras sirven para hacerse una mejor idea de la gravedad de un problema: el 97% de las ciudades de más de 100.000 habitantes de los países con ingresos medios y bajos no cumplen los estándares mínimos que establece la OMS, una relación que en los Estados privilegiados se reduce al 49%.
La OMS está a cargo de la mayor base de datos global de contaminación del aire urbano. Allí donde disminuye la calidad del aire, aumenta el riesgo de padecer accidentes cerebrovasculares, enfermedades cardíacas, cáncer de pulmón y otras dolencias crónicas y agudas, incluido el asma. Palabra de la OMS, que señala de forma especialmente preocupante en la actualidad al Sureste Asiático, China y la India. Pero si la tendencia continúa como hasta ahora, los problemas de África y, afinando aún más, del África subsahariana “superarán en gravedad y dificultad al resto del mundo, en un futuro próximo”, alerta el consultor Rana Roy.
Una predicción en la que también influye el crecimiento demográfico previsto por Naciones Unidas: de los más de 1.300 millones de habitantes actuales en África (el 17% del total), a los cerca de 2.500 millones en 2050 (25%) y a los casi 4.300 de 2100 (el 40%). “África dominará los números, también los de mortalidad”, recalca Roy.

El asesino silencioso
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