Inundaciones en Sant Joan Les Fonts, La Garrotxa, España.

¿Cómo está reaccionando la UE a las amenazas actuales del cambio climático y qué está haciendo para reducir los efectos en el futuro?

El cambio climático crea y va a crear cada vez más peligros para las personas, algunos más directamente relacionados con el aumento de las temperaturas medias y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos y otros más indirectos, como las repercusiones en el suministro energético o los cambios en la propagación y la prevalencia de enfermedades transmitidas por vectores como la malaria. En Europa, y en todo el mundo, el cambio climático va a tener efectos negativos para la biodiversidad terrestre y marina, la fertilidad del suelo, las reservas de agua dulce, el empleo, la agricultura, el turismo y muchos otros ámbitos. Aunque todavía tenemos cierto margen (más bien estrecho) para poder tomar medidas que mitiguen los efectos del cambio climático a largo plazo, por ejemplo, si pasamos cuanto antes de los combustibles fósiles a fuentes de energía renovables o si reducimos el consumo excesivo en los países occidentales, algunas consecuencias ya se están viendo y exigen que hagamos inmediatamente algo para adaptarnos.

El cambio climático suele medirse por los niveles de calentamiento global, expresados como cambios de la temperatura media de la superficie del planeta en comparación con los niveles preindustriales. Según las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el incremento del calentamiento global provocará con más frecuencia y más intensidad del calor extremo, fuertes precipitaciones y sequías, entre otras consecuencias. Por ejemplo, con un calentamiento global de 1,5 ºC, es probable que en todo el mundo se produzcan precipitaciones con un 10% de más intensidad y aproximadamente con el doble de frecuencia, durante un periodo de 10 años, en comparación con los niveles anteriores a 1990. Con un calentamiento global de 4 °C, es posible que esos fenómenos sean un 30% más intensos y tres veces más frecuentes.

Ahora bien, las repercusiones del cambio climático son muy distintas en unas y otras regiones del mundo. Por ejemplo, en Europa, la región mediterránea será probablemente un 20% más seca, con veranos más calurosos y sequías más frecuentes, mientras que el norte de Europa será hasta un 20% más húmedo (el aumento de las precipitaciones anuales con respecto al periodo de referencia, 1850-1990).

¿Qué amenazas inmediatas presenta el cambio climático en Europa?

El humo de las brasas se eleva en el lugar de un incendio que se desató el 17 de agosto de 2022 consumiendo un área de 650 hectáreas, principalmente eucaliptos, en Caldas da Rainha, Portugal. (Horacio Villalobos/Getty Images)

Fenómenos meteorológicos extremos

Como también ha señalado la Agencia Europea de Medio Ambiente, el cambio climático causado por las actividades humanas es ya, claramente, responsable del aumento de los fenómenos meteorológicos extremos en Europa. Estos fenómenos constituyen una grave amenaza para la vida humana, las infraestructuras y la producción agraria. Entre las numerosas amenazas relacionadas con el cambio climático, las olas de calor son las que provocan el mayor número de muertes en Europa. La mortalidad relacionada con éste ha aumentado en toda Europa desde principios del siglo XXI, especialmente en el sur del continente. En una situación hipotética de un calentamiento global de 3 °C, sin tomar ninguna medida de adaptación, podrían morir debido al calor extremo 90.000 europeos al año. Entre las medidas para reducir la exposición al calor están el aumento de los espacios verdes en las zonas urbanas y las intervenciones en los entornos construidos: por ejemplo, instalar contraventanas y persianas solares e implantar requisitos legales sobre tejados y fachadas reflectantes. Los países europeos están elaborando estas y otras soluciones mediante planes de acción nacionales contra las olas de calor, que incluyen sistemas de alerta y respuesta tempranas y programas para educar a la población sobre los riesgos que entrañan las altas temperaturas. Sin embargo, un estudio reciente demuestra que solo hay planes de este tipo en 16 de los 32 países del Espacio Económico Europeo y que muchos carecen de una estrategia para mitigar y adaptarse al aumento de las temperaturas extremas.

Otro efecto inmediato del cambio climático que se observa cada vez más en Europa son las inundaciones. Su frecuencia ha aumentado como consecuencia de unas precipitaciones más intensas. Según el proyecto Climate Cost, financiado por la UE, de aquí a 2050 es probable que las inundaciones costeras y fluviales afecten cada año a una media de 345.000 personas, si no se toman medidas para invertir el cambio climático. En conjunto, el proyecto calcula que estos y otros efectos climatológicos podrían tener unos costes de hasta el 4% del Producto Interior Bruto (PIB) de la UE.

Enfermedades transmitidas por vectores

Los cambios climáticos están provocando rápidas alteraciones de la prevalencia y los brotes de muchas enfermedades transmitidas por vectores alimentarios e hídricos. Se prevé que las condiciones climáticas idóneas para los mosquitos vectores de enfermedades como la malaria, el dengue y el virus de Zika se intensifiquen en toda Europa, por lo que habrá más probabilidades de transmisión local de estas enfermedades. En la UE, las enfermedades sensibles al clima están bajo el control de los Estados miembros, que informan al Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades dentro de la red de vigilancia epidemiológica de la Unión. Además, diversos marcos legislativos de la Unión Europea como el Sistema Europeo de Vigilancia TESS y el Observatorio Europeo del Clima y la Salud sirven de base para los sistemas nacionales de vigilancia como los que han instaurado casi todos los países europeos con el fin de observar las tendencias patológicas y prever soluciones. En 2018, se añadieron a la lista de vigilancia de Europa varias enfermedades recién aparecidas o reaparecidas, como el chikungunya, el dengue, la neuroborreliosis de Lyme y el virus del Zika, con cada vez más peso en la UE por culpa del cambio climático.

¿Qué amenazas a largo plazo tendrá que afrontar Europa debido al cambio climático?

Si nos fijamos en las consecuencias del cambio climático a largo plazo, su gravedad dependerá en gran parte de las medidas que tomemos hoy, que determinarán los niveles de calentamiento global en el futuro. Las investigaciones científicas sobre los efectos del cambio climático, los modelos climáticos y las proyecciones de emisiones de gases de efecto invernadero muestran que limitar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los niveles de 1990 es la mejor oportunidad que tenemos para mitigar los peores efectos de la crisis climática. En 2015, 196 gobiernos adoptaron el Acuerdo de París, jurídicamente vinculante y que establecía el objetivo de “limitar el calentamiento global a una subida muy inferior a los 2ºC, preferiblemente 1,5°C” de aquí a 2030-2050. En Europa, si no se alcanza el objetivo de 2°C del Acuerdo de París, las repercusiones a largo plazo serán mucho más graves. De acuerdo con esa hipótesis, y por nombrar algunos efectos significativos, en 2100 Europa experimentará, en comparación con el periodo 1971-2010, 2.100 sequías meteorológicas mucho más frecuentes (sobre todo en Portugal, España, el sur de Italia, Grecia y Turquía), lluvias torrenciales hasta un 35% más frecuentes en Europa central y oriental, incendios forestales hasta un 40% más habituales en el sur de Europa y un aumento entre 0,6 y 1 metro del nivel del mar en la mayoría de las zonas costeras del Mediterráneo y de la UE. En conjunto, si los gobiernos y otras partes interesadas no adoptan medidas urgentes, el cambio climático hará que disminuyan la calidad de vida y el bienestar y que empeoren las desigualdades, los conflictos y la escasez de recursos.

¿Cómo puede Europa adaptarse a los cambios a corto plazo y mitigar los peligros a largo plazo del cambio climático?

Para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París hace falta una transición hacia economías más sostenibles, utilizar menos los combustibles fósiles y adaptarnos a opciones de consumo con bajas emisiones de carbono y niveles de consumo más sostenibles. Para lograr esta meta tan difícil, es necesario que cambien los sistemas de producción, los modelos empresariales, las políticas, las tecnologías y las infraestructuras y que los procesos de transición se basen en pruebas científicas y den a las personas la capacidad de reducir su huella de carbono. Por eso, es fundamental explicar a la gente qué estilos de vida concuerdan con los objetivos de adaptación y mitigación del cambio climático y transformar las instituciones y otras estructuras para facilitar la adopción de esos estilos de vida. Se calcula que las emisiones de carbono procedentes del consumo doméstico representan en torno al 72% de las emisiones mundiales, si se tienen en cuenta la vivienda, el transporte, los alimentos y otros bienes y servicios. No obstante, aunque reducir la huella de carbono del consumo doméstico es esencial para abordar la crisis climática, además de la gente corriente también son responsables los dirigentes políticos, las empresas y otros actores que puedan facilitar o restringir la adopción de cualquier forma de consumo o estilo de vida.

El Hot or Cool Institute, con sede en Berlín, calcula que, para alcanzar el objetivo del 1,5ºC al que aspira el Acuerdo de París, una gran parte de la población tendría que disminuir los desplazamientos en coche y en avión, el consumo de carne y el uso de energías fósiles. Pero la puesta en práctica de un estilo de vida alternativo dependería, en gran medida, de que hubiera políticas adecuadas y otros factores que la facilitaran. Según el Climate Action Tracker, los objetivos climáticos, las políticas y las subvenciones actuales de la UE no son suficientes y tienen que mejorar de forma sustancial para ajustarse al límite de 1,5ºC fijado en el Acuerdo. Para estar en sintonía con ese límite, la UE debe endurecer su objetivo de reducción de emisiones y situarlo al menos un 62% por debajo de los niveles de 1990. El Plan REPowerEU, presentado por la Comisión Europea en mayo de 2022, es un paso en la dirección adecuada. Incluye una propuesta para aumentar de aquí a 2030 la proporción de energías renovables en la energía final del 40% al 45% y reducir el consumo de energía final a 750 Mtep en lugar de las 787 Mtep incluidas en el paquete “Fit for 55” desde julio de 2021. Eso permitiría reducir las emisiones, de aquí a 2030, entre el 58% y el 60% respecto a los niveles de 1990.

Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania y el resurgimiento de fuentes de energía de alto impacto como el carbón están retrasando aún más la aplicación de medidas eficaces para mitigar el cambio climático. Las medidas de emergencia pueden servir para garantizar el suministro energético en momentos de crisis, pero aumentan todavía más los riesgos de efectos climáticos perjudiciales e irreversibles para la población europea, hacen que los Estados miembros sean todavía más dependientes de los combustibles fósiles y retrasan las inversiones en energías renovables.

En resumen: hay una necesidad urgente de adaptarnos a los efectos del cambio climático que ya experimentamos, pero también de reducir las emisiones de carbono para mitigar las consecuencias futuras. Ambas tareas implican intensificar la educación, la recogida de datos y la vigilancia, así como adoptar políticas eficaces y cambios de comportamiento. Aunque Europa está avanzando en esta dirección, la transición hacia unas economías más sostenibles debe acelerarse con unas estrategias más eficaces, políticas más activas y con la atribución de responsabilidades a los consumidores, las empresas y los responsables políticos.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia