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Las banderas de Argelia y Marruecos en Argel. FAROUK BATICHE/AFP/Getty Images

El rey de Marruecos abogó recientemente por un “diálogo directo y franco” con su vecino del este, proponiendo la instauración de un mecanismo conjunto destinado a “sobrepasar los diferendos” de una historia, compleja, marcada por los desencuentros. Argelia, que desconfía de las intenciones del soberano marroquí, ha obviado la mano tendida, abogando por la multilateralidad, en medio de un contexto que acentúa las tensiones que hacen improbable cualquier tipo de arreglo entre Rabat y Argel.

Las relaciones entre Rabat y Argel “escapan a la normalidad y esto crea una situación inaceptable”, afirmó Mohamed VI durante un discurso dirigido a la nación el pasado 6 de noviembre. Ante tal diagnóstico el soberano marroquí invitó a su vecino del este a retomar la relación, en punto muerto desde hace lustros, a través de la constitución de “un mecanismo político conjunto de diálogo y concertación”, cuyo “nivel de representación, formato y naturaleza son a convenir de un común acuerdo”. El rey enfatizó que este mecanismo “deberá comprometerse a examinar todas las cuestiones bilaterales con franqueza, objetividad, sinceridad y buena fe, sin condiciones ni excepciones, según una agenda abierta”. La droga, el contrabando, la inmigración, la lucha contra el terrorismo, hechos históricos no clarificados o incluso la cuestión del Sáhara Occidental serían algunos de los temas a abordar “sin tabúes” en el marco de esta instancia, apuntan fuentes diplomáticas marroquíes. Asimismo, se podría avanzar en ámbitos clave para ambos Estados como la seguridad y lucha contra el terrorismo, el crimen organizado o la inmigración irregular, sobre los que a día de hoy no existe la más mínima concertación, tal y como denuncia Abdeljak Jiam, el máximo responsable del Buró Central de Investigaciones Judiciales (BCIJ), también conocido como el “FBI marroquí”.

Argel opta por no responder de forma directa a la mano tendida de Mohamed VI. Un comunicado del Gobierno argelino del 22 de noviembre da cuenta de que se ha interpelado directamente al secretariado general de la Unión del Magreb Árabe (UMA) para la organización de una reunión del consejo de ministros de asuntos exteriores de la institución panmagrebí. “Retomar las reuniones del consejo de ministros a iniciativa argelina pretende introducir un efecto catalizador susceptible de redinamizar las actividades de otros órganos de la UMA”, justifica el documento. Visto desde Rabat la reacción del vecino Estado es interpretada como una evasiva, una dinámica nada satisfactoria que nada tiene que ver con la iniciativa de Mohamed VI. Tras días en los que se suceden maniobras, formales e informales, para establecer en vano un contacto de nivel ministerial con Argelia, el 26 de noviembre el jefe de la diplomacia del Reino, Naser Burita, recibe en su despacho al embajador de Argelia en la capital marroquí con el objeto de exigir una respuesta oficial a la propuesta del soberano alauí. “Mohamed VI apela a la bilateralidad, mientras que la deriva argelina se inscribe en el marco de la redinamización del proceso de construcción regional”, reza un comunicado vertido por el ministerio de Asuntos Exteriores (MAE) marroquí. Si bien “no hay objeción de principio” en lo concerniente a un encuentro en la UMA, el diálogo que quiere Rabat debe ser “bilateral, directo y sin intermediarios”, concluye el documento.

 

Suspicacias argelinas

Un funcionario del MAE argelino citado por el diario panárabe Al Arabi al Yadeid confiesa que su país no alberga intención alguna de dar una respuesta oficial a Mohamed VI al percibir su discurso como “una maniobra destinada al consumo mediático” y descargar sobre Argelia la responsabilidad de la ausencia de diálogo entre ambos Estados. La oferta se interpreta dudosa en el fondo, al interpretar que se quiere bilateralizar el dosier saharaui, uno de los motivos centrales de la estrategia diplomática marroquí durante los últimos tiempos, y en la forma, al coincidir con el aniversario de la Marcha Verde, que en Marruecos simboliza la “recuperación” de las “provincias del sur” (Sáhara Occidental). Además, seis años después de las estériles discusiones de Manhasset, en Estados Unidos, el secretario general de Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres, logró convencer a los cuatro principales actores concernidos (Marruecos, Frente Polisario, Mauritania y Argelia) a encontrarse alrededor de una mesa en Ginebra, el pasado diciembre. “Rabat quiere que Argel asuma sus responsabilidades como principal sostén del Frente Polisario y que adopte un lugar central en las negociaciones, eventualidad que Argelia rechaza de plano”, explica la investigadora francesa de origen marroquí Jadiya Mojsen-Finan. “Debemos analizar el discurso del rey, efectivamente, en el contexto del nuevo capítulo de negociaciones sobre el dosier saharaui”, reconoce el politólogo marroquí Mustafa Sehimi.

No todo es suspicacia y condena en Argelia. Algunos medios independientes han destacado la proposición marroquí como instrumento para salir del actual impasse. “He aquí una posición de Rabat que constituye un auténtico cambio de tono para con Argelia”, titular el diario Liberté. El periódico Le Quotidien d’Oran estima que se trata de “un discurso absolutamente nuevo hacia Argelia” y el Watan constata que Mohamed VI “defiende el recalentamiento de las relaciones bilaterales”. Para el ministro delegado para asuntos africanos del Reino de Marruecos, Mojcín Yazuli, “la proposición de Su Majestad no ha sido fortuita sino que es el fruto de un largo proceso de reflexión y sobre todo de la constatación del fracaso de la dinámica bilateral. Hemos dejado escapar oportunidades que se cifran en puntos de PIB perdidos por nuestras economías. El desarrollo socioeconómico argelino mantiene una fuerte correlación con el marroquí, con el de la región y con el del continente. Nuestro diferendo se ha convertido en una piedra en el zapato de África y nuestros vecinos esperan que solucionemos prontamente nuestros desencuentros, tal y como ha quedado de manifiesto en la última cumbre de la Unión Africana (UA)”. “La finalidad no es situar a nuestro vecino ante un hecho consumado. Marruecos no propone un mecanismo llave en mano, sino un marco de concertación flexible con modalidades que hay que definir de forma conjunta”, destaca Yazuli, que rechaza cualquier tipo de “táctica”, “cálculo” o “intención oculta” de parte de su país.

 

Diálogo de sordos

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El Presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, en un colegio electoral, 2017. RYAD KRAMDI/AFP/Getty Images

El Tratado de Marrakech de 17 de febrero de 1989 firmado por los jefes de Estado libio, mauritano, tunecino, argelino y marroquí auguraba la construcción de un espacio común de estabilidad y prosperidad. La percepción era que las cosas avanzaban y que era posible sobrepasar atávicas desconfianzas mutuas. Pero el atentado del hotel Asni de Marrakech contra turistas extranjeros, el 24 de agosto de 1994, en el que se vieron implicados dos terroristas franco-argelinos, acabó por disipar el clima de optimismo y desde entonces la frontera terrestre entre Marruecos y Argelia permanece cerrada. La llegada al poder de un nuevo presidente, Abdelasis Buteflika, el 27 de abril de 1999, y la entronización apenas unos meses después, el 23 de julio, de un flamante monarca, Mohamed VI, reavivó ciertas esperanzas de alcanzar unos mínimos de cordialidad y concertación. No obstante, durante estas casi dos décadas raras han sido las oportunidades para retomar el diálogo. La más reciente mano tendida de Rabat para abrir un diálogo “franco y directo”, en palabras del soberano marroquí, aún en suspenso, entra dentro del diálogo de sordos que caracteriza la dialéctica argelo-marroquí.

La última oferta marroquí se empezó a gestar en enero de 2012, cuando el titular de Exteriores del Reino de Marruecos, el islamista Sadedín Elotmani, el actual jefe de Gobierno, llamó a pasar página de más de cuatro décadas de tensiones y desencuentros. Con motivo de un viaje oficial a Argel, el primero que éste efectuaba tras su nominación como jefe de la diplomacia marroquí, en lo que se pretendió un gesto harto simbólico, Elotmani sugirió a los “hermanos argelinos” el dejar de lado cuestiones como el Sáhara Occidental o el cierre fronterizo y empezar a trabajar, al menos en un primer momento, en temas “menos sensibles”. A la propuesta de Rabat, Argel respondió a través de su MAE con la exigencia de que Marruecos cumpliese con, al menos, tres condiciones antes de normalizar la relación: el cese de una supuesta campaña mediática hostil, el fin de una presunta “infiltración masiva de droga” y la aceptación por el Reino del apoyo de Argelia al Frente Polisario. Tales exigencias provocaron las iras de Marruecos, que arremetió, vía comunicado, contra estas “posiciones anacrónicas en su desarrollo e injustificadas en su sustancia”. La política de apertura intentada por Elotmani se cortó de plano. Entre 2013 y 2018 los dos países se han mantenido aislados, evidenciando la imposibilidad del diálogo, reiterando los dirigentes argelinos, una y otra vez, las condiciones que habían provocado el enfado de Rabat.

Si Marruecos se encuentra detrás de la iniciativa de apertura de 2012-2013 y de la más reciente, del pasado mes de noviembre, hay que computar a Argelia un efímero intentó para relanzar las relaciones bilaterales en 2005. Apenas unos meses antes de la celebración de la cumbre de la Liga Árabe en Argel, en marzo de ese año, el presidente Abdelasis Buteflika, en sus apariciones, no cesó de multiplicar los elogios al proyecto de integración magrebí y hacia el rol determinante que Marruecos estaba llamado a desempeñar, prometiendo dar un nuevo impulso a la relación bilateral. Los hechos evidenciaron que tal estrategia estaba destinada a convencer a Mohamed VI para asistir al cónclave en la capital argelina, ya que una vez tuvo lugar la cumbre, las relaciones volvieron al status quo habitual, caracterizado por el clima de tensión. A modo de represalia, Rabat rechazó recibir al entonces primer ministro, Ahmed Uyajia, quien tenía previsto una visita oficial al Reino en junio de 2005, que finalmente no tuvo lugar.

 

Reposicionamiento africano y provocaciones

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El rey marroquí Mohamed VI en Rabat, 2018. FADEL SENNA/AFP/Getty Images

El regreso de Marruecos a la Unión Africana (UA) ha sido mal digerido por Argel. “Argelia ha jugado a fondo la carta africana en sus relaciones tensas con Marruecos, lo que le sirvió cuando Hasán II optó por dejar de lado al continente y optar por la carta occidental, una estrategia que se articulaba esencialmente sobre el apoyo de Francia, España y las monarquías petroleras del Golfo”, estima Murad Gumiri, presidente de la Asociación de universitarios argelinos para la promoción de estudios de seguridad nacional. “El cambio estratégico operado por Marruecos, que se ha reorientado de forma acentuada hacia el continente africano, es fuente de preocupación par Argelia, ya que aquello que se consideraba conseguido, ganado, a nivel continental, hoy ya no es un logro. Marruecos ha logrado peso e influencia en África, donde multiplica sus intereses económicos y extiende su poder blando, mientras que Argelia sigue teniendo grandísimas dificultades para desplegarse hacia Occidente”, explica Gumiri.

La proximidad de Marruecos con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y la voluntad mostrada por Rabat para integrar la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (CEDEAO) son percibidas como una política deliberada para aislar y rodear a Argelia de su entorno más inmediato. “Con un presidente lastrado físicamente y las rigideces que esto implica en la toma de decisión, a pesar de tales constataciones, hay que destacar la flagrante ralentización diplomática argelina. A Argel tal sólo le queda la guerra de palabras, más o menos venenosas, a modo de respuesta a la nueva situación y a los problemas reales que se evita afrontar”, sostiene Murad Gumiri.

Las afrentas y provocaciones cruzadas, ya sea vía declaraciones, comunicados o medios de comunicación, son recurrentes. Durante el trimestre de 2013, el entonces secretario general del histórico partido nacionalista marroquí, el Istiqlal, Hamid Chabat, auspició una campaña contra Argelia reclamando la soberanía sobre toda la parte oriental del país. Una campaña que tuvo como colofón, el 1 de noviembre de 2013, el asalto del consulado argelino de Casablanca y la quema de su bandera. Ulteriormente, con motivo del bloqueo de decenas de refugiados sirios en la frontera terrestre común, Rabat acusó a Argel de querer introducir a este contingente humano en el país de forma ilegal. Apenas unos días después, durante un encuentro de la ONU en el Caribe, un diplomático marroquí era agredido por Sufián Mimuni, director general del MAE argelino. Marruecos evocó entonces “el extremo nerviosismo de la diplomacia argelina” provocado, según Rabat, por la pérdida de influencia diplomática argelina y por los avances en el dosier saharaui.

Fue sonada la crisis diplomática iniciada por el titular Exteriores argelino, Abdelkader Mesahel, el 20 de septiembre de 2017. Durante un discurso pronunciado en la universidad de verano del Foro de jefes de empresas, principal patronal argelina, Mesahel, interpelado sobre el dinamismo de los bancos marroquíes en África, respondió que esto se debía a que servían para “operaciones de blanqueo del dinero de la droga”. Lejos de retractarse, Mesahel, que citó como fuente a “numerosos jefes de Estado africanos”, también tuvo unas palabras para la compañía aérea nacional marroquí, la Royal Air Maroc (RAM), asegurando que ésta “no transporta únicamente pasajeros”, insinuando que en las bodegas de sus aviones se transportan mercancías ilícitas e, indirectamente, tildando a Marruecos de narco-Estado.

 

Carrera armamentística

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Trabajadores marroquíes construyen una valla en la frontera con Argelia. FADEL SENNA/AFP/Getty Images

“Las relaciones argelo-marroquíes han pasado por diferentes etapas desde la guerra de las Arenas de 1963, que vieron a las Fuerzas Armadas Reales invadir Argelia y la muerte de miles de argelinos nada más salir de una guerra de liberación (contra Francia) extremadamente mortífera”, enfatiza Murad Gumiri, presidente de la Asociación de universitarios argelinos para la promoción de estudios de seguridad nacional. Según éste, “todos los líderes militares argelinos han desconfiado de Marruecos, no como país y como pueblo, sino más bien de su monarquía y su rey, lo cual les ha impelido a mantener siempre, en todo momento, una imponente presencia militar en la frontera oeste argelina”. Fuentes periodísticas marroquíes aseguran que Argelia estaría blindado aún más sus fronteras con Marruecos, años después de la instalación, por parte de Rabat, de un dispositivo de seguridad a lo largo del trazado de separación de tres metros de altura y dotado de sensores electrónicos para “prevenir cualquier infiltración de miembros de grupos extremistas en el interior del territorio marroquí”, tal y como en su momento arguyeron fuentes oficiales.

Según el diario casablanqués Al Massae, que dice basar sus informaciones en “fuentes argelinas”, Argel estaría desplegando una suerte de muralla de alambre de espino de 6.000 kilómetros a lo largo de la cual se habrían instalado cientos de torres de control equipadas de radares de última generación. Sorprende la longitud del trazado, habida cuenta de que la frontera marroco-argelina se extiende a lo largo de unos 1.600 kilómetros, lo cual da pábulo a pensar al rotativo marroquí que este dispositivo se hará extensible a los lindes argelinos con otros Estados. En el trazado fronterizo con Marruecos hace ya varios años que Argelia ha comenzado a cavar fosos y trincheras, y a edificar muros de tierra y torres de control equipadas con cámaras de infrarrojos. Además, siempre según Al Massae, patrullas mixtas, formadas por brigadas del Ejército, guardia fronteriza y Gendarmería, han sido desplegadas a lo largo del nuevo trazado de seguridad, cuya acción se verá complementada con radares móviles y drones de vigilancia. Una fuente de seguridad argelina justifica estas medidas extremas por “la necesaria lucha contra las diferentes formas de criminalidad que asolan nuestras fronteras”.

En un reciente informe el Grupo de investigación y de información sobre la paz y la seguridad (GRIP) de Bruselas tilda a Argel de “campeón de las importaciones de armas en África”. Con un gasto total de 8.600 millones de euros en 2017, Argelia se consagra, un año más, como el Estado africano que más recursos destina a las actividades militares. El centro de investigación belga explica que “este nivel de militarización” se explica ante todo por “una ambición hegemónica regional” y “la rivalidad con el Reino de Marruecos”, al tiempo que llama a los países comunitarios que exportan material militar a Argelia a tomar en consideración “el potencial efecto nocivo de estas ventas (…) y el peligro que suscita la acumulación constante de armas” en Argelia. A un nivel inferior, Marruecos no quiere ser menos que sus vecinos del este. El Pentágono acaba de anunciar que la Casa Blanca ha dado el visto bueno a una nueva venta de armamento para las Fuerzas Armadas Reales compuesto por un lote de carros de combate Abrams por un monto global de 1.025 millones de dólares. Según un comunicado vertido por la Defensa estadounidense, “este armamento sofisticado permitirá al Reino reforzar y modernizar su arenal militar y perfeccionar la aptitud de los dos ejércitos, marroquí y estadounidense, para realizar acciones conjuntas”.

 

Imposible arreglo

“Mientras el Sáhara Occidental se encuentre el medio, nada ocurrirá entre Rabat y Argel. Es una fatalidad”, confiesa una fuente diplomática argelina. “Pero la cuestión saharaui es fundamental para nosotros y abandonar al pueblo saharaui a su suerte sería una traición a los principios que nos han conducido a nuestra propia independencia”, estima este diplomático. Como “solución de compromiso” Rabat renuncia a que el Sáhara Occidental sea una provincia más y defiende una autonomía para la región bajo su soberanía, proyecto con el que no comulga Argelia, que persiste en su apoyo al Frente Polisario, favorable a un referéndum de autodeterminación como antesala de la independencia de la ex provincia española. Bloqueadas desde 2012, las discusiones fueron retomadas el pasado diciembre en Ginebra bajo la égida de Naciones Unidas y con la participación, además de Marruecos y el Polisario, de Mauritania y Argelia, previéndose una nueva ronda de contactos durante el próximo mes de marzo.

“El dosier del Sáhara Occidental no será nunca solucionado por ninguna instancia internacional ni por ningún enviado especial. Sólo una visión argelo-marroquí trascendental podría aportar una solución durable al conflicto”, aserta Gumiri. Tal entente no parece plausible, al menos a corto y medio plazo. Mientras tanto la vida continúa, sin novedad, y en Marruecos los medios ya se hacen eco de una supuesta maniobra argelina en el seno de la UE para dar al traste con los acuerdos agrícola y pesquero firmados entre Rabat y Bruselas. El periódico Al Ajdat al Magribia afirma sin ambages que Argel “ha movilizado a sus grupos de presión, como de costumbre ante tales acontecimientos, con el objeto de hacer fracasar la aprobación por la comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento europeo los acuerdos”.

“Cada uno tiene muchas lecciones que aprender del otro en la lucha contra el islamismo y mucho interés en colaborar en el tratamiento de la emigración africana y la seguridad en el Sahel, unos dosieres cuyo tratamiento es importantísimo para el Magreb”, considera un anónimo politólogo de la Universidad de Tizi Uzú, en la Cablia (Argelia). El coste de la no integración magrebí es estimado por diferentes instituciones financieras internacionales en no menos de un 2-3% del PIB anual para las economías regionales. “Si Marruecos y Argelia hubiesen cumplido con su compromiso de formar una unión económica con Túnez, Libia y Mauritania, hoy en día serían uno de los bloques económicos más importantes del mundo árabe y Oriente Medio”, evaluaba hace algunos meses el semanario británico The Economist basándose en un informe del Banco Mundial. La importancia de activar el eje Rabat-Argel es evidente para Túnez, quien ya ha propuesto su mediación. Kehmaies Jinaui, ministro tunecino de Asuntos Exteriores, no ha dejado pasar la oportunidad para elogiar el llamamiento de Mohamed VI y la iniciativa de diálogo multilateral de Argel, acciones que “pueden contribuir a hacer más operativas las relaciones magrebíes a nivel bilateral y colectivo en aras de pasar página entre Marruecos y Argelia”.