Cómo se construye la ventaja competitiva de las naciones.

La diplomacia ha evolucionado a lo largo de su historia. En el siglo XIX, era una profesión desarrollada entre y reservada a los diplomáticos, los ministerios y los gobiernos. Se ejercía como una actividad de interlocución entre Estados, quienes decidían sobre las relaciones internacionales, el equilibrio de poder entre las naciones, el estallido de las guerras y las firmas de los armisticios. Se circunscribía a las relaciones reservadas entre los miembros de un selecto club, con acceso exclusivo y el cual no daba cabida al resto de la sociedad.

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La diplomacia del siglo XX amplió su radio de acción. La extensión de derechos políticos y civiles para la población y la ampliación de las clases educadas obligó a los gobiernos a ampliar el foco de su territorio de influencia más allá de otros Estados con los que se habían negociado las cuestiones que afectaban a la paz y a la guerra entre las naciones.

Los gobiernos comenzaron a dirigirse a las poblaciones de los países sobre los que se pretendía influir mediante la creación de vías indirectas de movilización o desmovilización, para ganar su confianza o desincentivar su voluntad de resistencia e incrementar su influencia.

Surgió el concepto de “diplomacia pública”, donde las tareas de representación de los intereses de la política exterior de las naciones eran abiertas y compartían objetivos y transmitían emociones para ganar corazones y mentes de las poblaciones de otros países.

En la diplomacia del siglo XXI confluyen las prácticas anteriores a las que se suma una nueva dimensión: la disminución de las barreras de acceso a la información para los ciudadanos, que ha multiplicado exponencialmente la capacidad y la velocidad a la que se comparte.

Vivimos una democratización de la adquisición y emisión de información y un empoderamiento de la ciudadanía que no deja impasible a la práctica de la tarea diplomática.

Las empresas, las organizaciones no gubernamentales, las instituciones públicas y los ciudadanos adoptan un papel activo y participan, impulsan y reclaman acciones y explicaciones a los gobiernos.

El siglo XXI alumbra la extinción de la diplomacia como un monopolio en manos de los gobiernos para incluir a colectivos privados y públicos, que interaccionan con instituciones, empresas y ciudadanos de otros países con total libertad. Hoy, los Estados precisan establecer un diálogo con los ciudadanos de sus países, también, para lograr una alineación de estos con sus objetivos de política exterior.

Esta nueva concepción de la actividad diplomática pone de manifiesto la transición de la diplomacia de club a la denominada diplomacia en red, entendida como una actividad participativa y que engloba a diversos actores y grupos de interés, sin que hayan desaparecido los otros territorios en los que la diplomacia sigue ejerciéndose.

El reto al que se enfrenta la diplomacia actual es la crisis de confianza que pesa sobre las instituciones, las cuales son vistas como irresponsables, con unos principios éticos cuestionables y poco cercanas al ciudadano. Paralelamente, existe el desafío de ...