Reconstruir Brasil

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Una de las imágenes que más me llamó la atención tras las últimas elecciones presidenciales en Brasil fue la de un grupo de seguidores de Jair Bolsonaro, con sus móviles en la cabeza, llamando a los extraterrestres para evitar que Lula llegara a la presidencia. Fanatismo e irracionalidad en estado puro.

Fue un antecedente menor de lo que poco después, el 8 de enero, se convertiría en “la fiesta” del asalto a los poderes del Estado brasileño. Un acontecimiento seguido en directo desde todas las latitudes, amparado en la negativa de millones de personas a creer en la limpieza de su propio sistema electoral, pese a ser considerado como uno de los más que existen; en la convicción de que la victoria de su líder, Bolsonaro, les había sido robada. Una melodía que, lamentablemente, ya sonaba familiar.

Pese a la asonada, Brasil ha cambiado de foco, radicalmente, en las últimas semanas. Para entender mejor cómo puede afectar el asalto a las prioridades de la nueva presidencia de Luis Inázio Lula da Silva y qué puede esperar el mundo de esta nueva etapa conversé con Gilberto M. A. Rodrigues, profesor y coordinador del Programa de Posgrado en Relaciones Internacionales de la Universidade Federal do ABC (UFABC) y colaborador de esglobal.

Rodrigues describe cómo las investigaciones en marcha están sacando a la luz los resortes de un golpe de Estado no convencional, en el que han participado, por acción u omisión, militares y miembros de la policía militar bolsonaristas. Para él, fue la experiencia y la inteligencia política de Lula -que arranca su tercer mandato como presidente- y de su equipo más cercano las que le llevaron a decretar la intervención federal -un instrumento previsto en la Constitución de aplicación temporal- y permitieron dar una respuesta rápida y firme al tiempo que cauta y equilibrada al mayor desafío a la historia de la democracia brasileña reciente. Saber cómo funcionan los resortes del Estado, las palancas de poder entre el gobierno federal, el de los Estados, el del ejército y los otros cuerpos de seguridad ha sido fundamentales para terminar con el asalto -sin un solo muerto- y comenzar la reconstrucción de la convivencia política, siendo muy consciente de la enorme polarización que divide al país.

El que todos los gobernadores de los Estados -incluidos algunos seguidores del anterior presidente- acudieran al día siguiente a la reunión organizada por Lula ha servido para escenificar el deseo de defender las instituciones democráticas. Por cierto, que los 27 gobernadores y el presidente se han vuelto a reunir la semana pasada, en una convocatoria organizada antes del asalto, un intento de iniciar una nueva etapa en relaciones entre los principales actores políticos de Brasil. Además, a diferencia de sus dos mandatos anteriores, en los que el partido del Lula, el PT, dominaba el panorama político, en esta ocasión el presidente depende de una amplia y muy diversa coalición de gobierno y de un congreso sumamente fragmentado que no facilitará la gobernabilidad.

“Hay una sensación de que los hechos del 8 de enero han catalizado, han acelerado la agenda política de Lula”, afirma Rodrigues. “Detrás hay un mensaje muy claro: el presidente va a serlo de todos y todas”. En esa agenda, la prioridad absoluta es la reconstrucción del país: de la política, de la educación, de la sanidad -Brasil ostenta el dudoso récord de registrar el segundo mayor número de fallecidos por la COVID-19, solo detrás de Estados Unidos-, de la transparencia, de la reorganización administrativa -con la recuperación o la creación de nuevos ministerios; han surgido ya también críticas por el engorde de la administración-, del medio ambiente -con el regreso de la prestigiosa Marina Silva al ministerio correspondiente-. 

Frenar la deforestación de la Amazonía será otra de las prioridades claras del gobierno. Los ecologistas calculan que aumentó un 60% durante el mandato de Bolsonaro en relación a los cuatro años anteriores, auspiciada por el desmantelamiento de las políticas de protección y por el proceso de militarización de la región. La connivencia del anterior presidente con la gran empresa y con los sectores extractivos han hecho el resto. Muchos piensan que el daño es ya irreversible.

Lula tiene prevista como primera gran iniciativa internacional una conferencia con los jefes de Estado de todos los países pertenecientes a la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), cuya secretaría general está en Brasil. “Es una organización técnica, pero Lula, seguramente, va a aprovechar para darle un componente político”, explica Rodrigues. “Un mensaje al mundo de la importancia de la Amazonía”. En esa línea también está la candidatura presentada para albergar la COP30, en 2025, lo que contribuiría a fortalecer la visibilidad y el protagonismo del país en el terreno de el combate contra el cambio climático.

En el ADN del nuevo gobierno está también recuperar la lucha contra la pobreza, el hambre, y la desigualdad y por la defensa de los derechos humanos, la igualdad de género y la diversidad. En el recuerdo flotan los 30 millones de personas que salieron de la pobreza durante las dos primeras presidencias de Lula, que supo, por una parte, capitalizar las políticas lanzadas por su antecesor, Fernando Henrique Cardoso y, por otra, aprovechar la buena coyuntura económica. El éxito de su gestión en ese campo se acabó asimilando a un nombre:  el programa Bolsa Familia, que ahora pretende relanzar. Las circunstancias económicas, sociales y políticas hoy son muy diferentes y no será fácil reeditar los resultados del pasado. Una de las novedades es la creación, por primera vez en la historia de Brasil, del Ministerio de los Pueblos Indígenas, tan maltratados por la presidencia de Bolsonaro.

Recuperar el capital diplomático

Ha sido una casualidad que el primer viaje de Lula al exterior, a Argentina, haya coincidido además con la cumbre de CELAC en Buenos Aires. Ello ha permitido al presidente brasileño escenificar su agradecimiento y buena sintonía con Alberto Fernández -que le apoyó incluso en los momentos más complicados- y convertirse en el protagonista de la reunión regional ante las ausencias de los presidentes de México y Venezuela. “Brasil está de vuelta en el mundo” declaró Lula, después de cuatro años de aislamiento bolsonarista. Tan es así, que sus asesores presumen de que en el escaso mes que lleva en el cargo, se ha reunido ya con la mitad de líderes extranjeros que viera Bolsonaro en todo su mandato.

En lo bilateral, la restauración de la relación Argentina-Brasil estuvo salpicada por la idea (un globo sonda) de lanzar una moneda común. “Se trataría de una moneda de referencia para el comercio, no de curso”, explica Rodrigues. No parece un proyecto viable, teniendo también en cuenta la complicada situación política argentina.

En lo regional, para Brasil es prioritario recomponer los bloques económicos y los proyectos de integración. Empezando por Mercosur. Desde Buenos Aires, Lula viajó a Uruguay a encontrarse con el presidente Luis Lacalle Pou. En la agenda, convencer a éste de no firmar un Tratado de libre comercio individual con China, lo que sería un golpe importante a la organización suramericana. Bajo el impulso brasileño, Mercosur buscaría rearmarse y fortalecerse y en ese empeño cerrar el acuerdo ya negociado con la Unión Europea supondría un importante avance. De nuevo, la división entre los propios socios, a ambos lados del Atlántico, no lo pondrá fácil: en un lado, el talante proteccionista de diversos sectores, sobre todo en Argentina; en otro, las reticencias supuestamente medioambientales, pero marcadas también por el proteccionismo agrícola, sobre todo en Francia. Habrá que ver si la entrega de 203 millones de euros para proteger la Amazonía prometida por el canciller alemán, Olaf Scholz en su reciente visita a Brasil sirve para convencer a Macron de retirar su bloqueo. Y sí, después de la UE, Mercosur podría buscar, en bloque, un acuerdo con China.

Recuperar Unasur es otro objetivo. Aprovechar las oportunidades que ofrece la integración, empezando por las infraestructuras. Ahí queda mucho por hacer y es donde instrumentos como el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BnNDES) puede llegar con su financiación. Para Rodrigues, la política latinoamericana de Lula se centrará en lo suramericano. Más al Norte, las dinámicas son otras, dominadas por la influencia de México y Estados Unidos.

En el terreno multilateral, Brasil seguirá empeñado en reclamar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ahora ocupa, precisamente, uno de los puestos no permanentes. En ese marco, un desafío importante a la coherencia y a los principios de la política exterior brasileña va a ser la relación con Rusia y la posible negociación de un acuerdo de paz para la guerra en Ucrania.

Lula quiere jugar un difícil equilibrio marcado por la ambigüedad. La anexión rusa de territorios ucranianos supone una afrenta clara a la tradición brasileña. En su discurso durante la cumbre de CELAC, el presidente brasileño evitó mencionar a Rusia -sí incluyó a China, en la que tiene puestas todas sus miradas, e India-, poniendo de algún modo en cuestión el futuro de los BRICS. Pero ni el presidente ni su diplomacia quieren verse obligados a apoyar incondicionalmente a Ucrania, ni se sienten cómodos con conceptos como la ampliación de la OTAN. ¿Será capaz Brasil de liderar el desarrollo de esa ambigüedad estratégica? ¿De esa vía intermedia entre Occidente y el resto de entender el nuevo orden global? 

Lula vuelve, pero el país que recibe y el mundo que le rodea son muy diferentes a los que se encontró en sus presidencias anteriores. Es posible que su gran experiencia le sirva para poder abordar al mismo tiempo los ingentes problemas internos con una agenda exterior que devuelva a Brasil el lugar que le corresponde por geografía, demografía y ambición. 

Le pregunté también a Gilberto Rodrigues por una obra, preferiblemente de ficción, que nos ayude a entender el Brasil de hoy. Y no lo dudó: Torto arado (2019), de Itamar Vieira Junior, todo un éxito editorial que recoge memorias colectivas de las desigualdades raciales, sociales y de género y que evoca las resistencias ancestrales de los pueblos quilombolas -los afrodescendientes que habitan los quilombos-. Está previsto que la novela se publique en breve en varios países europeos y en Estados Unidos y ya se prepara su adaptación como serie.

Una referencia para añadir a la lista que publicamos en esglobal con Estampas para conocer y comprender mejor Brasil: libros, películas y una canción.

Si están interesados en ver mi conversación completa con el profesor Rodrigues, puede hacerlo aquí.

Y les anticipo que el día 9 de marzo, están invitados a una charla en exclusiva con Manuel Muñiz, Provost de IE Unversity, decano de la IE School of Politics, Economics and Global Affairs y anterior secretario de Estado para la España Global. En breve recibirán la convocatoria en sus correos.

Les recuerdo, por último, que me encantará recibir sus comentarios y sugerencias en suscriptores@esglobal.org.

Cordialmente

Cristina Manzano