
La renuncia de Tareck el Aissami como ministro de Petróleo tiene implicaciones en las relaciones de Venezuela con aliados como Siria, Irán y Turquía.
Tras una investigación llevada a cabo por la Policía Nacional Anticorrupción en la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) ante el presunto desfalco de más de 3.000 millones de dólares de las cuentas de la industria petrolera y la aparición de una red de prostitución interna, el ministro de Petróleo Tareck el Aissami renunció a su cargo vía Twitter el pasado 20 de marzo. Una iniciativa que ha sido observada, dentro y fuera de Venezuela, como una posible purga política interna por parte del presidente Nicolás Maduro bajo el manto de una especie de "cruzada anticorrupción".
La renuncia de El Aissami ocurre en un contexto determinante para Maduro. Una de las claves de este contexto tiene que ver con el futuro de los diálogos que lleva a cabo su gobierno con la oposición venezolana en Ciudad de México, un marco vital reclamado por Estados Unidos y la Unión Europea para trazar una hoja de ruta viable con vistas a propiciar un sistema electoral transparente de cara a los comicios presidenciales pautados para 2024. Por otro lado están las expectativas de Maduro de normalización de las relaciones diplomáticas con Washington y los países europeos, actores garantes de este proceso de diálogo en México.
Tras varios meses de parálisis por desavenencias con la oposición venezolana, la renuncia de El Aissami podría provocar un giro inesperado a favor de estos diálogos, una vez Maduro estaría dispuesto a reactivar la mesa de negociaciones en México. Con sus críticas a este diálogo, el ex ministro, considerado un radical del chavismo, era observado como un obstáculo para la viabilidad de estas negociaciones, lo cual constituía una piedra de tranca para Maduro en un momento en que necesita normalizar sus relaciones exteriores mientras Venezuela comienza a retornar al mercado energético global tras años de sanciones, a través de un aumento de su producción y exportaciones petroleras.
En este sentido, la renuncia de El Aissami podría analizarse como una concesión por parte de Maduro ante la comunidad internacional para asegurar un nueva dirección política, más distendida y atenta a los cambios internacionales derivados de la guerra en Ucrania y cómo los mismos podrían beneficiar su posición en el escenario internacional.
Este nuevo rumbo aborda igualmente una estrategia hemisférica para implicar un acercamiento entre Maduro y la oposición como herramientas de resolución de la crisis venezolana, tal y como hemos visto con las recientes gestiones del presidente colombiano, Gustavo Petro, de convocar a una cumbre mundial sobre la crisis venezolana.
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