Tareck El Aissami, en la segunda fila, a la izquierda, exministro de Petróleo, durante una rueda de prensa del Presidente de Venezuela Nicolás Maduro. (Carolina Cabral/Getty Images)

La renuncia de Tareck el Aissami como ministro de Petróleo tiene implicaciones en las relaciones de Venezuela con aliados como Siria, Irán y Turquía.

Tras una investigación llevada a cabo por la Policía Nacional Anticorrupción en la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) ante el presunto desfalco de más de 3.000 millones de dólares de las cuentas de la industria petrolera y la aparición de una red de prostitución interna, el ministro de Petróleo Tareck el Aissami renunció a su cargo vía Twitter el pasado 20 de marzo. Una iniciativa que ha sido observada, dentro y fuera de Venezuela, como una posible purga política interna por parte del presidente Nicolás Maduro bajo el manto de una especie de "cruzada anticorrupción".

La renuncia de El Aissami ocurre en un contexto determinante para Maduro. Una de las claves de este contexto tiene que ver con el futuro de los diálogos que lleva a cabo su gobierno con la oposición venezolana en Ciudad de México, un marco vital reclamado por Estados Unidos y la Unión Europea para trazar una hoja de ruta viable con vistas a propiciar un sistema electoral transparente de cara a los comicios presidenciales pautados para 2024. Por otro lado están las expectativas de Maduro de normalización de las relaciones diplomáticas con Washington y los países europeos, actores garantes de este proceso de diálogo en México. 

Tras varios meses de parálisis por desavenencias con la oposición venezolana, la renuncia de El Aissami podría provocar un giro inesperado a favor de estos diálogos, una vez Maduro estaría dispuesto a reactivar la mesa de negociaciones en México. Con sus críticas a este diálogo, el ex ministro, considerado un radical del chavismo, era observado como un obstáculo para la viabilidad de estas negociaciones, lo cual constituía una piedra de tranca para Maduro en un momento en que necesita normalizar sus relaciones exteriores mientras Venezuela comienza a retornar al mercado energético global tras años de sanciones, a través de un aumento de su producción y exportaciones petroleras.

En este sentido, la renuncia de El Aissami podría analizarse como una concesión por parte de Maduro ante la comunidad internacional para asegurar un nueva dirección política, más distendida y atenta a los cambios internacionales derivados de la guerra en Ucrania y cómo los mismos podrían beneficiar su posición en el escenario internacional. 

Este nuevo rumbo aborda igualmente una estrategia hemisférica para implicar un acercamiento entre Maduro y la oposición como herramientas de resolución de la crisis venezolana, tal y como hemos visto con las recientes gestiones del presidente colombiano, Gustavo Petro, de convocar a una cumbre mundial sobre la crisis venezolana.

La ‘Corporación siria’: ¿qué hay detrás de Tareck el Aissami?

Pero los diálogos en México y la normalización de las relaciones exteriores de Maduro no son los únicos factores que juegan sus cartas dentro de la renuncia de El Aissami. Otras claves en política interna y de geopolítica para Venezuela tienen un calado importante detrás de este asunto. 

El exministro de Petróleo de Venezuela, Tareck El Aissami (Carolina Cabral/Getty Images)

Como denota su nombre completo, Tareck Zaidan el Aissami Maddah, es palpable su origen sirio-libanés por parte de inmigrantes afincados en las regiones andinas del Occidente venezolano, concretamente en su ciudad natal de El Vigía (estado de Mérida). 

La formación política le viene de familia: su padre Carlos Zaidan el Aissami fue jefe de la sección venezolana del partido político Baaz Árabe Socialista de Irak, el mismo de Saddam Hussein que gobernó ese país entre 1968 y 2003. Desde el punto de vista religioso, su familia profesa la corriente chií drusa, muy presente en Siria, Líbano, Israel y Jordania. Por otro lado, se especula con una conexión familiar del clan familiar El Aissami con el de Al Assad (también del partido Ba’ath) que gobierna Siria desde 1971.

Abogado criminólogo, antes de ingresar en el chavismo El Aissami destacó como líder estudiantil en diversos movimientos y partidos de izquierdas desde la Universidad de los Andes (ULA), pero fue con la llegada de Hugo Chávez al poder (en 1999) cuando inició su meteórica carrera política alcanzando altos cargos, destacando entre otros el de ministro de Relaciones Interiores (2008-2012); gobernador del estado Aragua (2012-2017); Vicepresidente Ejecutivo del gobierno (2017-2018); ministro de Industrias y Producción Nacional (2018-2021); y ministro del Petróleo (2020-2023)

Más allá del ámbito venezolano, los vínculos políticos de al Aissami llevan directamente a Siria y las conexiones con el régimen de Al Assad y el partido Baaz, a los que también se unen el movimiento islamista libanés Hezbolá, el palestino Hamás y el principal benefactor exterior de estos movimientos, la República Islámica de Irán. 

En los 60, algunos sirios y libaneses con trayectoria política en sus países de origen emigraron a Venezuela donde entraron en contacto con formaciones de izquierdas, incluso algunas guerrillas insurgentes. A partir de los 80 se formalizaron algunas relaciones políticas entre militares venezolanos de izquierdas (como es el caso de William Izarra, ex embajador en Corea del Norte, fallecido en 2021) con regímenes árabe socialistas como la Libia de Gadafi y los baazistas de Siria e Irak. Estos militares, junto a sectores civiles que pertenecieron a las guerrillas venezolanas en los 60, fueron progresivamente cohesionándose dentro del movimiento chavista que intentó infructuosamente el asalto al poder a través de un golpe militar en febrero de 1992. 

Ya con el chavismo desde 1999, estas relaciones sirio-venezolanas alcanzaron cotas de mayor calado vía redes de solidaridad e incluso la creación de una Comisión Mixta binacional a través del Grupo Parlamentario de Amistad Siria-Venezuela, instalada oficialmente en 2022. Por otro lado, Damasco y Teherán son miembros aliados en calidad de observadores del ALBA, el mecanismo de integración hemisférico impulsado por Venezuela y Cuba desde 2004. Debe también destacarse la presencia en Siria de unos 350.000 sirio-venezolanos,  principalmente concentrados en la región de As Suwayda, conocida en el país árabe como "la pequeña Venezuela". 

Estas conexiones llevan a observar las informaciones que presuntamente vinculan a El Aissami con redes criminales tanto en Venezuela como en el exterior, principalmente Oriente Medio. Según informaciones de think tanks sobre seguridad global, la región de As Suwayda destaca por sus conexiones con actividades ilícitas como el narcotráfico, la emisión ilícita de pasaportes y documentos de identidad venezolanos para ciudadanos árabes y el tráfico ilegal de armamentos. Estas actividades unirían a estas redes con sectores vinculados a Irán, Hezbolá e incluso Rusia, en este caso desde su intervención militar en Siria en 2015 para apoyar al régimen de Bahar al Assad. Según estas informaciones, El Aissami jugaría un papel clave en la difusión y definición de estas redes hacia Venezuela.

Por tanto, sus conexiones con Oriente Medio no pasaron desapercibidas para Washington. En 2017 el Departamento del Tesoro lo incluye en la lista OFAC (Oficina para el Control de Activos Extranjeros). En 2019 fue acusado por la Corte Federal de Manhattan en Nueva York de violar la ley de capos extranjeros de la droga por ser el testaferro de Samark José López Bello, acusado de narcotráfico. En julio de 2019, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas norteamericano (ICE) incluyó a El Aissami en la lista de los más buscados porque habría favorecido actividades ligadas al tráfico de drogas, ofreciendo una recompensa de 10 millones de dólares por su captura.

Este contexto lleva a esclarecer un factor de poder interno dentro de la estructura chavista-madurista: la Corporación siria, un clan conformado, entre otros, por altos cargos como El Aissami, el actual Fiscal General, Tarek William Saab Halabi, el ex vicepresidente y ex ministro de Educación Elías Jaua Milano y el ex ministro de Transporte Terrestre y Obras Públicas, Haiman el Troudi Douwara. A ellos hay que agregar el ya mencionado Samark José López Bello, el hombre de negocios y encarcelado por narcotráfico Walid Makled y el empresario Alex Saib Saab, actualmente preso ante la justicia estadounidense tras su extradición de Cabo Verde.  

De acuerdo a diversas informaciones, laCorporación siria es "el tercer grupo político devenido en organización de delincuencia organizada plenamente articulado con las estructuras formales del poder en Venezuela. Es, quizás, el más siniestro (…) no solo por su relación con el terrorismo internacional, principalmente Hezbolá y Hamás, sino también, en otro extremo nacional, con las grandes bandas delictivas venezolanas, llamadas "megabandas", con las que intenta monopolizar el microtráfico, menudeo y venta local de cocaína".

Debe destacarse que, con la llegada al poder de Maduro en 2013, esta Corporación siria ascendió a las más altas esferas para, una vez iniciadas las investigaciones en EE UU contra la mayor parte de ellos, ser progresivamente degradados o apartados del centro neurálgico del chavismo-madurismo. Salvo Tarek William Saab, que sigue siendo Fiscal General, todos los demás han caído en desgracia para Maduro: Jaua Milano en 2018 y El Troudi en 2015 (actualmente es diputado). El último de ellos ha sido ahora El Aissami.

El laberíntico ‘camino de Damasco’: ¿cómo quedan ahora esas alianzas?

La aparente caída en desgracia de la Corporación siria en Venezuela con El Aissami como epicentro deja una serie de interrogantes clave para definir el nuevo rumbo que estaría tomando el gobierno venezolano: ¿cómo quedan esas conexiones con Siria, Irán, Turquía e incluso Rusia? ¿Supondrá esto un alejamiento de Maduro de esas antiguas alianzas exteriores en aras de consolidar las expectativas de normalización diplomática con EE UU y la UE producto de la guerra ucraniana? El viraje de la administración Biden hacia Venezuela, ¿tiene peso en la caída de El Aissami? La purga anticorrupción de Maduro, ¿hasta qué punto afectará sensiblemente el hasta ahora incontestable poder interno de El Aissami?

En primer lugar, miremos el panorama interno. La caída de éste en el marco de la purga anticorrupción es interpretada como una señal lanzada por Maduro para "crear una base de poder propio" y así encabezar su propia facción política dentro del chavismo. Todo ello a pesar de que El Aissami mantuvo una actitud pública de lealtad al líder venezolano aunque, según revelan otras informaciones, se especula con una rivalidad interna con pretensiones políticas presidenciales. 

Con la aparente neutralización de la Corporación siria, en Venezuela existen ahora tres grandes clanes de poder: el ya mencionado Maduro-Flores, el de los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez y el de Diosdado Cabello, para quien el Aissami constituía una de sus piezas políticas clave. No obstante, Diosdado ha sido uno de los primeros en reaccionar ante la renuncia de El Aissami al declarar, sin referirse personalmente al ex ministro, que "muchos terminan traicionando la revolución sólo porque ya han robado lo suficiente".

Venezolanos se solidarizan con Siria en una protesta contra la decisión del presidente estadounidense Trump de lanzar ataques aéreos al país en abril de 2017 (Creative Touch Imaging Ltd./NurPhoto vía Getty Images)

Por otro lado, esta purga de Maduro ocurre a una década de conmemorarse la desaparición física del ex presidente Hugo Chávez, cuyo fallecimiento oficial fue anunciado en marzo de 2013. Observando los actuales equilibrios de poder existentes dentro de la cúpula chavista-madurista, la caída de El Aissami y la neutralización de la Corporación siria podrían interpretarse como una especie de borrón y cuenta nueva por parte de estos clanes de poder lo que, a su vez, contribuiría a obstaculizar cualquier tentativa de El Aissami por seguir ascendiendo políticamente. Al mismo tiempo, Maduro ha fortalecido aún más al estamento militar en esta nueva correlación de fuerzas, con la perspectiva de asegurar su legitimidad en el sector castrense y evitar potenciales focos golpistas.

Esto nos lleva al contexto de las alianzas exteriores. La caída de El Aissami puede ser igualmente observada como una especie de concesión por parte de Maduro ante las presiones de Washington por limpiar su gobierno de actores incómodos con conexiones con enemigos declarados de EE UU, como son los casos directos de Irán, Siria y el Hezbolá, pero también de China y Rusia, con la intención de avanzar en la normalización de relaciones con Caracas. 

El silencio de Irán y Siria ante la renuncia del ex ministro de Petróleo venezolano es sintomático, porque evidenciaría el posible peso que la administración Biden ha tenido sobre Maduro para alejar a estos dos países de la esfera hemisférica a través de la caída de El Aissami. 

Por otro lado, Turquía también entra en la ecuación, ya que ha venido convirtiéndose en uno de los mejores socios económicos de Venezuela, ayudando a sortear las sanciones estadounidenses y europeas contra Maduro y otros altos cargos de su gobierno, pero también como benefactor de concesiones de explotación en el denominado Arco Minero al sur de Venezuela. Junto a Irán y Rusia, Ankara ha sido uno de los mayores apoyos diplomáticos y económicos de Maduro, aunque su gobierno tampoco se ha pronunciado oficialmente sobre la caída de El Aissami. 

En el caso ruso, si bien sigue manteniendo intactas sus relaciones con Venezuela, especialmente en el ámbito energético, su casi absoluta atención en la guerra en Ucrania le ha dejado aparentemente con escaso margen de maniobra e influencia en los asuntos internos del país latinoamericano. Mismo tratamiento se puede argumentar en el caso de China, otro de los aliados diplomáticos y económicos de Maduro, actualmente enzarzado en un pulso geopolítico global con Washington. Pekín tampoco ha reaccionado oficialmente a la renuncia de El Aissami.

Toda vez, está por ver si su caída podría suponer una operación cosmética por parte de Maduro para ganar popularidad dentro de la sociedad venezolana ante un contexto de crisis económica que ha llevado en las últimas semanas a diversas protestas sociales y sus repercusiones ante el calendario electoral 2024, donde Maduro busca la reelección presidencial como vía de consolidación de su poder. Todo ello a costa de degradar a un aliado que hoy, vistos los equilibrios internos y externos, conviene claramente dejar fuera de juego dentro de las esferas de poder que están consolidándose en el nuevo rumbo de Venezuela. Por el momento, es Maduro quien está tomando la iniciativa en esta sórdida lucha de poder interna. 

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura