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Envoltura de alimentos hechos con desechos de materiales tecnológicos reciclados en una feria en Alemania. (Daniel Karmann/picture alliance via Getty Images)

He aquí las respuestas y los pasos que está dando la UE para hacer frente a los problemas medioambientales que azotan al planeta, y en concreto al continente europeo. ¿Cuáles son lo retos y qué medidas se están tomando?

El cambio climático y la pandemia de la COVID19 están afectando a nuestras comunidades y nuestras economías —a nuestra vida cotidiana— y agudizando las desigualdades entre unos países y otros y dentro de ellos. Estos desafíos demuestran la relación fundamental que existe entre el entorno natural y el bienestar humano y ponen de relieve los vínculos rotos en dicha relación.

A medida que los retos son cada vez más evidentes, vemos que el peligro de brotes epidémicos aumenta paralelamente a la pérdida de hábitats naturales y biodiversidad y que el cambio climático influye en la transmisión de enfermedades a través de vectores, la propagación geográfica y los rebrotes. Pero estas dos tendencias —la pérdida de biodiversidad y el cambio climático— no son naturales, porque las ha alimentado el continuo incremento de la demanda material y la producción global en los últimos decenios. En general, la degradación del medio ambiente está acelerándose debido a nuestro modelo económico lineal de tomar, usar y descartar y nuestra demanda creciente de recursos naturales. Transformar ese modelo lineal en un modelo circular, basado en el reciclado de materiales, la reutilización de productos y la prolongación de la vida de esos productos, es el principal objetivo de la economía circular y los modelos económicos circulares.

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Modelo simplificado de la economía circular en materiales y energía. Fuente: Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) y ETC/WMGE, adaptado de EEA (2016).

Aunque la idea general de la economía circular no es nueva en absoluto, el agotamiento de los recursos de nuestro planeta y la frecuencia cada vez mayor de fenómenos climáticos extremos hacen que su implantación sea hoy especialmente urgente. Los peligros naturales relacionados con el tiempo y el clima, como las olas de calor y las fuertes precipitaciones, son cada vez más frecuentes e intensos en Europa, lo que ha generado cambios socioeconómicos, una mayor exposición a los riesgos y un aumento de las pérdidas económicas. Entre los ejemplos más recientes están los fenómenos extremos experimentados por Italia y, en concreto, la ciudad de Venecia poco antes del brote del coronavirus, así como las fuertes lluvias, el granizo y los vientos huracanados que golpearon Andalucía en agosto de 2020. En respuesta a estos problemas, y dentro de un plan general de actuación en virtud del Pacto Verde Europeo, la Comisión Europea ha desarrollado en 2020 un nuevo Plan de Acción para la Economía Circular (CEAP en sus siglas en inglés) que actualiza el que se aprobó en 2015.

El primer CEAP dio pie a una serie de actuaciones y políticas de la UE cuyos resultados (por ejemplo, el incremento del reciclado y la incineración con tasas de recuperación de energía) ha analizado la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). ¿Pero cómo se está implantando el nuevo CEAP 2020 en la UE y cuál puede ser su grado de eficacia?

Un informe reciente del Instituto de Política Ambiental Europea y el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo especifica las medidas del Plan de Acción Ambiental de 2020 que podrían tener más posibilidades de generar cambios reales. Entre ellas están la iniciativa para implantar criterios y objetivos de Contratación Pública Ecológica (GPP en sus siglas en inglés), con informes preceptivos; la actualización del Marco de Observación de la Economía Circular, que incluye el desarrollo de nuevos indicadores de consumo y huellas material; y medidas específicas para sectores y cadenas de valor de productos esenciales como la electrónica, la tecnología de la información y la comunicación (TIC), baterías y vehículos, envasado, plásticos, productos textiles, construcción, alimentos, agua y nutrientes. Estas cadenas de valor de productos clave son las que más repercusión tienen en el medio ambiente entre todas las cadenas de valor de consumo y producción de la UE y, por tanto, son los sistemas de producción y consumo en los que más se necesita un cambio estructural.

Al centrarse en los principales efectos (medioambientales, sociales y económicos) de las cadenas de valor prioritarias y de qué formas podrían ser más circulares, la AEMA, en un informe reciente sobre Productos textiles y medio ambiente en una economía circular, llega a la conclusión de que la implantación de los modelos económicos circulares —basados en una producción local y con uso eficiente de los recursos, servicios de alquiler, arrendamiento y reparación, plataformas de intercambio, programas de recogida y diseño para la durabilidad— proporciona beneficios económicos tanto a los productores como a los consumidores y reduce las repercusiones medioambientales asociadas. Un estudio llevado a cabo en Flandes y citado en el informe calcula que el reciclado de fibras procedentes de prendas de vestir y productos textiles para el hogar podría disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 8% y reducir el uso de energía y recursos, lo que abarataría los costes de producción. Otro informe reciente de la AEMA titulado El consumo europeo en una economía circular: las ventajas de unos productos electrónicos más duraderos muestra que, en la UE, los televisores, los teléfonos móviles y las lavadoras tienen una vida media al menos 2,3 años más corta de lo diseñado o lo deseado. El documento aborda también el hecho de que algunas opciones como el refuerzo de los requisitos de diseño ecológico, el desarrollo de etiquetas energéticas y los pasaportes para productos electrónicos, así como la ampliación de las garantías del fabricante hasta el final de la vida útil, podrían quizá prolongar dicha vida gracias a las reparaciones y la reutilización, la refabricación y el reciclado.

Si bien no cabe duda de que implantar nuevos modelos económicos es fundamental para lograr una economía circular, también son esenciales los cambios de comportamiento y las regulaciones normativas. Por ejemplo, la tendencia a la moda rápida —en el sector textil— y la demanda de los diseños más modernos por parte del consumidor —en el sector de la electrónica— podrían mitigarse si se facilitan unos estilos de consumo menos dañinos, se educa a los consumidores y se financia a los fabricantes sostenibles. En este último aspecto, la UE ha creado una Plataforma de apoyo financiero a la economía circular con el fin de respaldar el plan de acción para la economía circular, mediante el impulso a las inversiones con recursos públicos y privados y utilizando herramientas como el Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas (FEIE). Sin embargo, la cantidad total prestada por el Banco Europeo de Inversiones (BEI) a sectores de la economía circular entre 2013 y 2017 sigue siendo escasa en comparación con la financiación total concedida por el Banco a los Estados miembros de la UE, lo que indica que es necesario hacer mucho más, sobre todo en la clara identificación del papel que las finanzas sostenibles pueden desempeñar en la economía circular y los programas relacionados con el cambio climático. A pesar de ello, la Unión tiene numerosos programas dedicados a financiar la transición a una economía circular, como los Fondos estructurales y de inversión europeos, Horizonte 2020 y el programa de la UE para la competitividad de las empresas y las pequeñas y medianas empresas (COSME), entre otros. Al mismo tiempo, algunos Estados, como Dinamarca, Grecia, Finlandia, Francia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Polonia, Portugal, Eslovenia y España, ya han instaurado hojas de ruta o iniciativas estratégicas concretas para la economía circular, mientras que otros han integrado los aspectos de economía circular en sus estrategias nacionales, desde la perspectiva de la gestión de residuos (por ejemplo, Alemania) o la economía basada en biocombustibles (por ejemplo, Suecia). En general, la adopción de estrategias o planes de actuación nacionales para la economía circular y el uso eficiente de los recursos en la UE es un proceso en curso, vigilado continuamente por la AEMA. Ahora bien, está por ver hasta qué punto se aplicarán estas estrategias una vez aprobadas.

Debido a la complejidad y los numerosos sectores y cadenas de valor que intervienen, seguir el progreso general de los diversos países hacia la economía circular no es nada fácil. La Comisión Europea ha establecido un marco de observación de la economía circular que incluye 10 indicadores divididos en cuatro áreas temáticas: Producción y consumo, Gestión de residuos, Materias primas secundarias y Competitividad e innovación. Aun así, en algunos de estos indicadores, solo existen datos del total de la UE, y no de cada país.

Algunos indicadores utilizados por Eurostat para vigilar los avances de los Estados miembros de la UE hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODG) de la ONU número 12, “Consumo y producción responsable”, pueden dar una idea más precisa de los países que poseen sistemas más circulares, que están avanzando hacia ellos o que están retrocediendo. Por ejemplo, en 2017, la tendencia en la tasa de uso de material circular —que mide la proporción de materiales recuperados y reutilizados en la economía respecto al uso total de materiales— fue aproximadamente del 30% en Países Bajos, de entre el 10 y el 20% en Francia, Bélgica, Italia, Alemania y Austria e inferior al 10% en el resto de los países de la UE. Además, de 2012 a 2017, Letonia, Austria, Países Bajos, Bulgaria, Italia y Malta aumentaron su uso de materiales circulares más del 3%, mientras que España, Luxemburgo, Estonia y Finlandia lo redujeron entre un 2,4% (España) y un 13% (Finlandia). Por otra parte, un estudio reciente llegó a la conclusión de que solo algunas de las diferentes estrategias adoptadas por los Estados miembros son eficaces a la hora de afrontar los retos de la economía circular a nivel comunitario.

Aunque Europa está avanzando en la implantación del nuevo Pacto Verde, todavía es difícil tener una perspectiva global de los progresos en la economía circular por la fragmentación de los datos y la falta de una perspectiva sistémica. No obstante, los últimos trabajos sobre la huella ecológica de los 27 Estados miembros de la UE pueden ayudarnos a obtener una visión global y complementar los tableros de control detallados con situaciones y tendencias fáciles de comunicar. Este análisis indica que los países europeos están usando más del doble de la capacidad de los ecosistemas de la Unión para producir materiales biológicos útiles y absorber emisiones de carbono (es decir, la biocapacidad de la UE). Las economías de la Unión Europea no sólo siguen en la actualidad un modelo económico lineal, sino que las dimensiones biofísicas de esas economías —es decir, el metabolismo de los sistemas socioeconómicos— han sobrepasado los límites seguros del planeta. En pocas palabras: si todos los países del mundo dejaran en los ecosistemas del planeta una huella ecológica similar a la de la UE, la humanidad necesitaría el equivalente a los recursos naturales y los servicios ecológicos de 2,8 tierras para seguir viviendo. El 22 de agosto de 2020 celebramos el Día del Sobregiro de la Tierra, una señal de alarma que indica el día del año en que la demanda de recursos y servicios ecológicos por parte de la humanidad supera lo que la Tierra puede regenerar en 2020. Desde el 22 de agosto y hasta el final del presente año, la economía mundial funcionará con un déficit de recursos; los déficits por países son aún más marcados, ya que el Día del Sobregiro de los miembros de la UE en 2020 varía entre el 16 de febrero en Luxemburgo y el 11 de julio en Rumanía.

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Días del Sobregiro de 2020 por países. Las fechas de los países indican cuándo sería el Día del Sobregiro de la Tierra si cada persona en el planeta tuviera la misma Huella per cápita que los residentes de ese país. Fuente: Global Footprint Network National Footprint and Biocapacity Accounts 2019.

Una vez más, si bien es crucial cambiar nuestras formas de producir y consumir de lineales a circulares, también lo es mantener el “tamaño” de este círculo dentro de los límites del planeta y lograr que la fecha del Día del Sobregiro se aproxime a diciembre.

 

 

Traducción Maria Luisa Rodríguez Tapia.

 

 

Las aportaciones de LFM y DM no reflejan necesariamente la opinión de la Agencia Europea de Medio Ambiente.