
La trascendencia del actual momento político para la isla en cuatro dimensiones: la transición generacional, la llegada de un civil a la presidencia, la separación de las cabezas del partido comunista y el gobierno, y los cambios en las élites cubanas.
El próximo abril se producirá la primera transición intergeneracional presidencial en el sistema político cubano posterior a la revolución de 1959. Raúl Castro, quien ascendió a la presidencia de Cuba con carácter temporal tras la enfermedad de su hermano Fidel Castro en 2006, y con su propio mandato, dos años más tarde, ha dirigido una transformación remarcable de la economía y la política de la isla. Deja un legado inconcluso a su sucesor. Pocas transiciones de liderazgo en la historia de América Latina y los países comunistas han sido tan cuidadosamente diseñadas. Desde ahora hasta el próximo octavo congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) en 2021 corresponderá observar cuán hábil es la elite cubana para ejecutarla.
¿Es esta sucesión presidencial algo más que un cambio de personal? ¿Cómo difiere este traspaso de poder del anterior de Fidel a Raúl Castro en 2006? ¿Qué implicaciones tiene para la política cubana y el curso de las reformas? ¿Se puede esperar algún cambio sistémico como resultado del reemplazo del octogenario Raúl Castro por un líder cercano a los 58 años? Este artículo discute la trascendencia del cambio presidencial cubano que se avecina en cuatro dimensiones: la transición generacional, el primer ascenso de un civil a la presidencia desde 1976, la primera separación de las cabezas del PCC y el gobierno en el sistema político postrevolucionario, y la circulación de las redes de influencia y patronazgo al interior de las elites cubanas como resultado de la llegada al Ejecutivo de un nuevo equipo.
El cambio generacional
En su libro Political Order in Changing Societies, el politólogo estadounidense Samuel Huntington definió el traspaso intergeneracional del poder como la prueba última de la capacidad de un orden político de reproducirse. Ese es el reto mayor del paso de la presidencia del liderazgo que llevó a las guerrillas castristas al poder en 1959 a otras generaciones, nacidas dentro del sistema político desovado por la revolución cubana. Las nuevas elites postrevolucionarias comparten valores nacionalistas con sus antecesores pero han estructurado sus convicciones, intereses, valores y privilegios en torno a experiencias distintas en las últimas seis décadas.
El castrismo original se forjó en la guerra revolucionaria y la toma autónoma de posiciones en torno a la decisión fidelista de adoptar el comunismo como ideología garantizadora del triunfo nacionalista contra la hostilidad estadounidense. Sus herederos han ascendido al poder, no contestando ni compitiendo contra el poder establecido, sino por su lealtad, obediencia y capacidad burocrática para implementar las políticas que los hoy octogenarios les dictaron. En algún momento de la próxima década, esa nueva generación tendrá ...
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