Un hombre en La Habana entre las banderas de Cuba y EE UU. (Yamil Lage/AFP/Getty Images)
Un hombre en La Habana entre las banderas de Cuba y EE UU. (Yamil Lage/AFP/Getty Images)

“Lento, pero sin pausa” ¿Cuál será el futuro de Cuba?

2016 será un año decisivo para el futuro de la isla: en abril tendrá lugar el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), que coincidirá con diez años de Raulismo, y en noviembre se celebrará el 60º aniversario de la salida del yate Granma hacia Cuba, en paralelo a las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

La severa crisis política y económica en Venezuela y la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias venezolanas del 6 de diciembre pasado obligarán al régimen cubano a acelerar las negociaciones con Estados Unidos, con quien ya sostuvo una reunión secreta sobre un tema clave: las propiedades que Cuba nacionalizó durante la Revolución y que su vecino del norte sigue reclamando. Este asunto ocupará un espacio importante tanto en la agenda bilateral como en la transición cubana, que continúa pasito a pasito.

Los cambios en Cuba y Estados Unidos se condicionan mutuamente. Un presidente menos favorable al diálogo podría frenar una mayor apertura en Cuba y, viceversa, las reformas en la isla podrían acelerarse con la continuidad del compromiso constructivo y el fin de la política de sanciones que provocaría cambios más sustanciales.

El ritmo de reformas en la isla siempre ha dependido de socios externos que, desde la alianza con la Unión Soviética hasta la unión con Venezuela, dieron oxígeno económico al régimen castrista y retrasaron los cambios necesarios para adaptarse a una economía globalizada. Ahora, Cuba está sustituyendo a Venezuela por Estados Unidos.

Esta nueva apuesta no está exenta de riesgos, pero el lucrativo intercambio con Venezuela – especialistas cubanos a cambio de crudo – se está agotando, igual que la Revolución Bolivariana en un post chavismo inmerso en una profunda crisis interna tras la derrota electoral. La victoria de la oposición es el principio del fin de la alianza bilateral y uno de sus líderes, Henrique Capriles, ya ha dicho que “no vamos a regalar más petróleo”.

Desde esta perspectiva, la luna de miel entre Cuba y Estados Unidos es un paso pragmático para preparar el fin de la alianza con Caracas – en camino a un Estado frágil con un récord de homicidios y una economía colapsada - y buscar un nuevo aliado que reemplace a Venezuela como principal socio económico.

En 2014, Caracas todavía representó un 37% del comercio total de Cuba, a la que suministró unas 90.000 toneladas de barriles de petróleo diarios, un compromiso que el Gobierno de Nicolás Maduro difícilmente puede mantener en una situación de emergencia nacional por la caída del precio del crudo, una inflación del 158% y una recesión histórica del -10%.

Ambos lideran el ALBA, una plataforma que une a un grupo de países para construir un modelo alternativo de desarrollo y oponerse a la hegemonía de Estados Unidos. La frágil alianza está condicionada a cambios internos en Cuba y Venezuela, y tanto el ...