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Un drone chino Wing Loong en Emiratos Árabes Unidos. KARIM SAHIB/AFP via Getty Images

Los aparatos no tripulados de la República Popular están convirtiéndose en uno de los productos bandera de sus exportaciones militares.

Es habitual encontrar noticias sobre ataques de drones estadounidenses contra miembros de grupos armados (como Al Qaeda, Al Shabab, milicias chiíes en Irak o incluso Daesh, o el caso de la muerte del general iraní Qasem Soleimani). Parece que los aparatos aéreos no tripulados de Washington dominan los cielos del planeta, pero cada vez más otros actores están ganando terreno con estos equipos militares.

Como en tantos otros campos, en el mundo de los drones militares, China está configurándose como el principal competidor de EE UU. Mientras que nombres como Reaper o Predatos (modelos de fabricación estadounidense) son relativamente familiares para el público que sigue la actualidad internacional, las acciones protagonizadas por aparatos fabricados en el país asiático no son tan conocidas, aunque también tienen lugar en los principales escenarios de atención global.

Entrando en casos concretos, Emiratos Árabes Unidos empleó drones chinos para apoyar la ofensiva del general libio Khalifa Haftar sobre Trípoli a finales de 2019. Aunque el debut del uso militar de los aparatos tripulados de la República Popular fue anterior. Hay que remontarse a 2015, y en un escenario que había sido coto para los aviones no tripulados estadounidenses: Irak. Allí, el gobierno de Bagdad los empleó para atacar posiciones de Daesh en el norte del país.

Este uso de drones de construcción china por parte de actores como Emiratos o Irak no es un hecho anecdótico. Se interpreta como un cambio en el mercado internacional de estos dispositivos militares. Este giro lo apunta Enric Luján, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona y autor del libro Drones. Sombras de la guerra contra el terror (Virus Editorial, 2015), quien asegura que “hasta ahora las ventas habían estado dominadas por Estados Unidos e Israel”.

El mercado internacional de drones militares es uno de los que más ha crecido en las últimas décadas. Según estimaciones de Jane’s Information Group, el gasto global en estos vehículos aéreos no tripulados en 2019 rondó los 8.000 millones dólares. En este ámbito, las cifras de China aumentan de manera constante.

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Drone israelí. David Silverman/Getty Images

Si se miran los datos absolutos de ventas de aparatos (aportadas por el Center for Strategic and International Studies, CSIS), entre 2008 y 2018, Pekín fue escalando posiciones hasta situarse como el tercer vendedor mundial de estos sistemas. El primero en este período fue Estados Unidos (que vendió 292 drones), seguido de Israel (265 unidades) y China completó el podio con 181 aparatos suministrados a 13 países distintos. Dos años después, estas posiciones en el mercado global de drones aún tiene vigencia.

Un primer punto para explicar la pujanza de los drones chinos hay que buscarlo en el proceso de modernización de la industria armamentística del gigante asiático, iniciado a finales de los 90. Según Luján, esto ha permitido que cuenten con drones competitivos en los mercados, ya que “los dispositivos que vende la República Popular son igual de fiables tecnológicamente que los que suministran los países occidentales”.

De hecho, el proceso de toma de decisión para escoger un tipo de armamento es complejo, en especial en sistemas sofisticados como los drones. Según detalla Siemon T. Wezeman, investigador del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), a la hora de decidirse por un sistema de defensa u otro, “intervienen cuestiones como el coste, el plazo de entrega, las relaciones políticas y militares, las transferencias de tecnología, las compensaciones, las opciones de crédito, así como la disponibilidad futura de actualizaciones”. Todas estas cuestiones “desempeñan un papel importante a la hora de que un gobierno se decida a comprar un sistema de armas”, añade el experto de la institución sueca.

El rey de estas ventas chinas de drones es el modelo CH-5 Caihong (arco iris), que compite con el MQ-9 Reaper estadounidense y el Heron TP israelí. Otros modelos del país asiático que también son muy populares en los mercados internacionales son los Wing Loong, que son los aparatos tipo utilizados en los ataques de Emiratos en Libia.

Si se miran los costes de estos aparatos, el CH-5 cuesta unos ocho millones de dólares, según datos del CSIS, la mitad del valor de mercado de un Reaper norteamericano. Por lo tanto, aunque las prestaciones tecnológicas del modelo asiático son algo inferiores, la diferencia en el coste convierte al modelo chino en una opción atractiva para los presupuestos militares de terceros países.

Hasta que China ha comenzado a hacerse notar en el mercado internacional de drones, EE UU e Israel eran reticentes a vender sus aparatos con capacidad armamentística a según qué países por temor a que la inestabilidad política en estas naciones propicie que los sistemas de armas estadounidenses o hebreos caigan en manos de potenciales enemigos. Una muestra de esta cautela es que el 70% de las ventas de los vehículos aéreos no tripulados israelíes solo pueden usarse para tareas de reconocimiento y vigilancia. Mientras que Washington únicamente vende sus modelos de drones armados a aliados de la OTAN como Reino Unido, Italia o Francia.

Estas reticencias estadounidenses para vender sus drones armados a más aliados (incluso algunos muy cercanos como las monarquías del Golfo Pérsico) han propiciado que China ocupe ese espacio en el mercado. Pekín no tiene tantos reparos, ya que tres cuartas partes de sus ventas de drones entre 2008 y 2018 eran aparatos con capacidad de ataque, según datos aportados por CSIS.

Por su parte, Wezeman explica un caso concreto de cómo el gigante asiático ha ocupado el espacio que en teoría era coto de EE UU: “Washington no quiso vender vehículos aéreos no tripulados con capacidad ofensiva a Arabia Saudí y Pekín sí que lo hizo”. Este acuerdo se firmó en 2017, incluía la compra de 300 drones Wing Loong en los próximos años. Además, contempla la construcción de una factoría para producir estos aparatos bajo licencia. El experto del SIPRI recuerda que “la República Popular está dispuesta a vender sus drones a cualquiera”, dentro de su política de no poner restricciones al uso de las armas que vende a terceros.

Otro país que recibió la negativa de EE UU a venderle sus drones fue Irak. Fue en 2015, y Bagdad recurrió a Pekín que le vendió tres CH-4B (un antecesor del CH-5). Tal y como se ha apuntado al principio del artículo, el pasado diciembre de ese año, el Ejército iraquí mostró un vídeo de un ataque de estos aparatos contra posiciones de Daesh. Tres años después, el gobierno de Bagdad también reconoció que había llevado a cabo unas 260 misiones de combate con sus drones.

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Drone MQ-9 Reaper estadounidense. Isaac Brekken/Getty Images

Además de ciertos recelos hacia posibles aliados, Estados Unidos también ha sido muy restrictivo con las ventas de drones en comparación con otros equipos militares porque ha sometido estos sistemas al Régimen de Control de Tecnología de Misiles (RCTM). Es un tratado internacional, establecido en 1987, para controlar las ventas de determinados dispositivos armamentísticos, como misiles de largo alcance. Hoy lo integran 35 Estados. Los drones han sido incluidos en este acuerdo por sus características técnicas (no están tripulados y transportan armas).

Wezeman recuerda que estas restricciones a las ventas por parte de EE UU no son exclusivas de los drones, sino que “tiene esta costumbre de limitar lo que el país comprador puede hacer con las armas adquiridas”. El experto del SIPRI recuerda casos como “el ejemplo de Pakistán que no tiene permitido utilizar los F-16 en Cachemira”; o casos más genéricos “donde se permite su uso para la defensa nacional pero no para reprimir revueltas internas o impide que puedan modificarse, por ejemplo, drones de reconocimiento que se equipen con armas”.

La pujanza de China en este mercado ha hecho que Washington se plantee cambiar su filosofía en la comercialización de estos aparatos. Las ventas de Pekín a países aliados han pesado mucho en esta decisión. Además de los citados casos de iraquíes y saudíes, Jordania, EAU y Egipto también han optado por drones armados made in China”.

Esta destacada presencia en un escenario tan sensible como Oriente Medio es detallada en el informe del think tank británico Royal United Services Institute. El documento recoge que los países de la zona han comprado 23 aparatos construidos en la República Popular. Además, también señala que éstos han sido utilizados en operaciones de combate en Yemen por parte de Emiratos Árabes Unidos. Mientras que en el caso saudí, solo se ha podido comprobar que los ha usado en tareas de reconocimiento, aunque no se descarta que también haya recurrido a las versiones armadas para algún ataque contra los hutíes.

En Europa, China también está poniendo un pie en Estados que habían sido clientes de industrias armamentísticas como la rusa o la estadounidense. Serbia ha sido el primer país europeo que ha adquirido drones militares del país asiático. En concreto, se firmó un acuerdo en septiembre de 2019 que implicó la adquisición de nueve Chengdu Pterodactyl-1 por parte de Belgrado.

Este año la administración Trump ha comenzado a dar pasos para reinterpretar el RCTM; la medida se ha tomado, en buena parte, con la vista puesta en recuperar el terreno en estos países que se han decantado por adquirir equipos chinos. En este sentido, Heidi Grant, directora de la Administración de Seguridad de la Tecnología de Defensa del Pentágono, ha definido de manera gráfica la situación, asegurando que “si somos incapaces de satisfacer esta demanda, nos estaremos pegando un tiro en el pie”.

 

Competencia para vender… y para comprar

Cuando se cambia el rol de vendedor a comprador, China escala a la segunda posición por lo que se refiere a las adquisiciones de aeronaves sin tripulantes para la próxima década. Según datos de Jane’s Information Group recogidos en el diario The Guardian, de aquí a 2028, las fuerzas armadas de todo el mundo adquirirán unos 80.000 drones de vigilancia y reconocimiento y unos 2.000 con capacidades de ataque.

Entrando más en detalle, Estados Unidos comprará la mitad de estos drones de ataque a empresas como General Atomics Aeronautical Systems Inc (fabricante de los Predators y los Reapers). China también optará por sus propias compañías —como Chengdu Aircraft Industry Group (que manufactura los Wing Loong)—, y adquirirá 68 aparatos armados para las diversas ramas de sus fuerzas armadas.

En el listado de Jane’s, el tercer lugar lo ocupa Rusia con 48 unidades. En lo referente, a los modelos de reconocimiento y vigilancia, los estadounidenses comprarán unos 43.000, mientras que el gigante asiático incorporará a unas 8.500 unidades.

Con estas cifras, en cuanto a las flotas propias, parece que EE UU seguirá teniendo una clara ventaja. Pero los números y las estrategias de chinos y estadounidenses también auguran una dura pugna por conquistar los mercados de terceros países. El despliegue de drones armados ya no es solo una cuestión de las grandes potencias, sino que cada vez interesan a más Estados en todo el planeta.