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Retrato satírico de Donald Trump y Kim Jong-un en el carnaval de Dusseldorf, Alemania, 2018. Lukas Schulze/Getty Images

¿Qué intenciones esconde Pyongyang? ¿Estará el impulsivo Presidente estadounidense cayendo en una trampa?

Si la participación de Corea del Norte en los Juegos Olímpicos de Invierno Pieongchang en febrero fue una grata sorpresa, el desfile conjunto sirvió para reafirmarse a los que todavía ven cierta esperanza en las relaciones intercoreanas. Lo que pocos esperaban es que el resultado de ese acercamiento produjese unos frutos tan rápidos y sobre todo de tal dimensión. Si el presidente Donald Trump y Kim Jong-un se dan la mano finalmente a finales de mayo, será la primera vez que los líderes de ambos Estados se reúnan en 70 años desde la proclamación de la República Popular Democrática de Corea.

Otros presidentes de EE UU dieron con anterioridad el paso, Jimmy Carter en 1994 y Bill Clinton en 2009, pero solo después de haber abandonado la Casa Blanca y con la misión principal de negociar la liberación de detenidos estadounidenses en suelo norcoreano.

La situación actual es muy distinta en muchos aspectos a circunstancias anteriores y todo parece indicar que la enorme importancia que han adquirido en la política las redes sociales y la imagen tiene mucho que decir de este encuentro en donde el precio por la imagen puede ser muy alto, se produzca o no tan esperada reunión.

Lo primero que debe considerarse son cuatro acontecimientos inesperados que se han producido a escala mundial y que están interrelacionados de manera muy estrecha. El primero,  fue la sorpresiva elección del propio Trump a finales del 2016, cuando nadie, ni siquiera él mismo, según el reciente libro de Michael Wolff, Furia y Fuego, apostaba por su victoria. El segundo elemento fue la destitución de la presidenta Park Geun-hye  en Corea del Sur por la Asamblea Nacional bajo los cargos de corrupción y abuso de poder, lo que llevó a unas elecciones y a la victoria del antiguo ayudante de Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun, Moon Jae-in. En tercer lugar, y tan solo cinco meses después, la reelección del Primer Ministro Shinzo Abe en Japón,  y quien  hasta ahora ha demostrado una especial química personal con el presidente Trump, provocando un acercamiento entre ambos países que no ha pasado desapercibido en sus vecinos coreanos. Y, finalmente, la creciente relación entre el nuevo Presidente coreano, Moon Jae-in, y el desde hoy nuevo emperador chino, Xi Jinping, que con la introducción en la Constitución de la supresión de los dos mandatos tiene carta libre para dirigir el destino de China, quién sabe si hasta el 90 aniversario de la fundación de la República Popular.

Si estalla una nueva guerra comercial entre Estados Unidos y el mundo por el tema de los aranceles, todo hace indicar que de nuevo China se apresure a seguir haciendo amigos, al mismo tiempo que Washington continúe con la construcción de su muro imaginario y aislándose de la comunidad internacional bajo su pretexto de “América primero”, y de nuevo desde Pyongyang volverán a jugar la carta de dividir a los enemigos y a los amigos.

Esta  nueva situación nos puede llevar a sacar tres conclusiones sobre a la inesperada decisión del presidente Trump, y parece que sin consultarlo con su círculo más cercano de aceptar el ofrecimiento de encuentro con Kim Jong-un a finales de mayo en lugar, día y hora sin confirmar ni determinar. El anzuelo parece haber sido el ofrecimiento de la suspensión de hacer más ensayos nucleares y pruebas de misiles durante el tiempo que duren las conversaciones.

La primera conclusión sería que el régimen norcoreano no necesita hacer más ensayos porque ya están al final del proceso de terminar ambos programas. Las pruebas de 2017 demostraron a la comunidad internacional que su programa nuclear no solo no estaba detenido sino que eran capaces de llevar a cabo lo que algunos expertos incluso calificaron como el ensayo de una bomba de hidrógeno, mucho más potente que todas las anteriores. Por lo que respecta al programa de misiles balísticos, los ensayos también demostraron que ya sus misiles están cerca de poder alcanzar el territorio americano y no solamente la isla de Guam como se creía.

La segunda conclusión puede llevarnos a la idea de que, por el contrario, están más lejos de lo augurado y necesitan ganar tiempo para seguir adelante en su desarrollo, especialmente, en un momento en el que las sanciones económicas y el embargo empiezan a afectar directamente a su desarrollo.

Y la tercera hipótesis puede ser que realmente piensen que el Presidente estadounidense sea capaz de llevar a la práctica sus continuas amenazas. Probablemente, la lectura del libro de Michael Wolff no haya servido para darles tranquilidad.

De momento el líder norcoreano no ha hecho todavía ninguna mención a que tiene la intención de desnuclearizarse o renunciar a continuar en un futuro con sus programas, y mucho menos a  las medidas de verificación exigibles como hizo el régimen iraní para poder levantar las sanciones económicas. Solo han dejado claro su posible disponibilidad para desnuclearizar la Península, lo cual puede incluir bajo su perspectiva que Estados Unidos acepten también alejar de sus aguas los submarinos nucleares, portaviones y bombarderos con capacidad nuclear.

Al mismo tiempo, han dejado claro que para poder discutir este escenario necesitan garantías de que desaparecerán las amenazas y que Pyongyang se siente “segura” algo que, por otra parte, parece también complicado de conseguir si observamos que el complejo de inseguridad coreano tiene unas raíces milenarias, ya que hay pocos países en el mundo que hayan sufrido tantas invasiones a lo largo de su historia como ellos.

Desgraciadamente, las motivaciones personales por obtener un rédito mediático inmediato y la personalidad impulsiva de Trump le pueden haber llevado a  aceptar de manera personal una propuesta cargada de terceras intenciones y puede que esta cita a ciegas, si se produce, haga que el precio por la foto sea demasiado alto.

En cualquier caso, tanto el reloj como el tiempo corre en contra del Presidente estadounidense, sobre todo si tenemos en cuenta que las elecciones midterm en noviembre están a la vuelta de la esquina y todo parece indicar que perderá la débil mayoría que tiene ahora en el Senado y en la Cámara de Representantes a favor de los demócratas que se lanzaran,  ahora sí, a un ataque sin piedad a su presidencia y a evitar su reelección en 2020. Para entonces Kim Jong-un seguirá en  su cargo.