El Presidente de la República Islámica de Irán, Ibrahim Raisi, en la sede de la ONU, Nueva York, Estados Unidos. (Lev Radin/Pacific Press/LightRocket/Getty Images)

El presidente iraní, Ibrahim Raisi, ha demostrado una gran habilidad para reformular y revitalizar la posición del país en el escenario internacional sin necesidad de haber diseñado una nueva estrategia para el país.

La conmoción sociopolítica derivada de la trágica muerte en custodia policial de Mahsa Amini en septiembre de 2022, no solo sacudió a Irán, sino que también delineó un sinfín de especulaciones sobre el futuro inmediato de la República Islámica y la región. En aquel contexto, la presidencia de Ibrahim Raisi, apenas con un año de andadura y marcada por el severo escrutinio de sus antecedentes en materia de derechos humanos cuando fuera Jefe del Poder Judicial (2019-2021), enfrentaba un camino incierto y con muchos obstáculos previsibles. 

Raisi había ganado casi sin rivales en las elecciones presidenciales con menor participación en la historia de la república (48,8 %), y tras haber perdido en su anterior intento frente a Hassan Rouhani en 2017. Esto lo llevó a ser, con algo más de 18 millones de votos, el presidente con menos respaldo popular desde 1997. A este panorama político se le sumaba una agobiante crisis económica sin precedentes, en parte producto de la política de “máxima presión” impulsada por la administración del expresidente Donald Trump y las sanciones subsiguientes aplicadas a partir de su salida unilateral del acuerdo nuclear (JCPOA) en noviembre de 2018. La pandemia de la Covid-19 se ensañó particularmente con Irán, exacerbando las tensiones económicas y sociales existentes y alimentando el descontento popular, que ya había estallado espontáneamente en dos grandes oleadas de protestas durante la presidencia de Hassan Rouhani, en noviembre de 2017 y diciembre de 2018. El aislamiento internacional, y particularmente regional, que Teherán venía sufriendo desde incluso la firma del acuerdo nuclear, no había sido compensado ni económica ni políticamente por el pivote iraní hacia China y Asia en general, agregando más incertidumbre y descontento incluso entre la élite política que aceptó a regañadientes un diálogo directo con Washington en 2013 con la expectativa de recomponer la economía y los vínculos comerciales con Occidente. En este escenario socioeconómico, político e internacional, el pueblo iraní demandaba respuestas rápidas y efectivas, y que en principio no muchos esperaban fueran respondidas por el nuevo presidente.

El giro diplomático iraní

Contra muchos pronósticos, el segundo año de mandato de Raisi lo encuentra mejor posicionado, principalmente debido a una notable recuperación de la proyección internacional de Irán tanto a nivel regional como global. Siendo la política exterior un tradicional recurso de los gobiernos del país para recuperar legitimidad interna y obtener réditos electorales y políticos, desde incluso la era prerevolucionaria, la mejoría de las relaciones exteriores de Teherán es sin duda un éxito para Raisi, tanto de cara a su reelección en 2025 como a una posible aspiración de ser, eventualmente, el próximo Líder Supremo de la República Islámica. 

Sin recurrir a estrategias diplomáticas ...