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El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, durante un evento de campaña de su partido Fidesz en Szekesfehervar. (FERENC ISZA/AFP via Getty Images)

¿Le han salido competidores Viktor Orbán y a su partido Fidesz?

Cuando en el verano de 2015 llegó a Hungría una ola de inmigrantes norteafricanos, su primer ministro, el populista Viktor Orbán, decidió romper el consenso europeo y adoptó una postura de línea dura contra la migración y el enfoque humanitario hacia los refugiados. En el espacio de unos pocos días, Hungría levantó una valla de alambre de espino en su frontera sur con Serbia (desde donde estaban llegando los refugiados) y limitó de forma drástica las opciones para solicitar asilo. En ese momento, Orbán calificó la migración como “una amenaza existencial para el modo de vida europeo” y aún continúa agitando el sentimiento antinmigración tanto en su país como en el extranjero. Estas y otras acciones del primer ministro húngaro fueron muy criticadas por otros líderes europeos, por no mencionar los grupos de derechos humanos.

Sin embargo, en su país las acciones de Orbán fueron bien recibidas y sirvieron para aumentar la popularidad de su partido, Fidesz. Además, como se vio en los años posteriores, la postura radical de Orbán contra la migración estaba en sintonía con una creciente parte de la opinión pública en Europa. Pronto, los partidos contra la migración comenzaron a obtener también buenos resultados en el continente, incluyendo Polonia, Francia, Alemania, Italia y, recientemente, incluso España. En 2016, el Reino Unido votó a favor de abandonar la Unión Europea, y el temor a la migración ha sido citado como el factor más importante que motivó a los partidarios de la salida. Algunos partidos populistas, especialmente en Europa Central, adoptaron la retórica que ya había sido empleada por Orbán y, en la mayoría de los casos, fueron premiados en las urnas. En los antiguos países comunistas de Europa central, ha alcanzado el estatus de líder ideológico entre los votantes y partidos de la derecha.

Orbán ha gobernado Hungría desde 2010, ganando tres elecciones consecutivas, sin contar su primer mandato entre 1998 y 2002. Desde que regresó al poder en 2010, ha transformado el país, eliminando la independencia del Poder Judicial, limitando las libertades de los medios de comunicación, cambiando la ley electoral para beneficiar a Fidesz y creando una clase de oligarcas fieles al partido mediante la adjudicación de contratos gubernamentales. Los modelos que inspiraron a Orbán son la Rusia de Putin y la Turquía de Erdogan, con quienes mantiene estrechas relaciones. En 2019, Hungría fue clasificada por Freedom House, una ONG estadounidense especializada en medir los niveles de democracia en todo el mundo, como solo “parcialmente libre” junto a Pakistán, Zimbabue y Singapur. En el ranking, una nación puede ser clasificada como: libre, parcialmente libre y no libre. Esta es la primera vez desde que se publican estas listas en que un Estado miembro de la UE no ha sido clasificado como “libre”, lo que supone un motivo de bochorno para la Unión, que se precia de ser la más efectiva promotora de la democracia.

Sin embargo, a pesar de las crecientes críticas internacionales a los métodos autoritarios de Orbán, hasta hace poco parecía que su control sobre el poder era casi absoluto. Con la gran mayoría de los medios de comunicación del país manejados por el Gobierno o sus aliados y el Poder Judicial compuesto por personas elegidas por su lealtad al partido, no existe ningún instrumento efectivo para equilibrar el dominio gubernamental. Además, hasta hace no mucho la oposición se mostraba débil y dividida, y parecía discutir más entre sí que con Orbán. En las elecciones parlamentarias de 2018, Fidesz obtuvo el 44,87% de los votos, lo que, gracias a la ley electoral reformada por el Gobierno de Orbán, le dio una mayoría de dos tercios en el legislativo y la capacidad de enmendar y cambiar la Constitución. En las recientes elecciones europeas, a las que Fidesz se presentó con un programa abiertamente antinmigración y euroescéptico (reflejado en carteles que representan al presidente de la Comisión Europea como el archienemigo), el partido obtuvo el 52,12% de los votos. El segundo puesto fue para una Coalición Democrática liberal que consiguió solo el 16,26%. La impresión, por tanto, fue que Orbán no jugaba limpio y que tampoco tenía un contrincante de entidad.

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El alcalde de Budapest, Gergely Karacsony, durante un mitin antes de ganar las elecciones de la capital de Hungría. (ATTILA KISBENEDEK/AFP via Getty Images)

Las recientes elecciones locales en Hungría, sin embargo, sugieren que las cosas pueden estar volviéndose contra Orbán y su partido. Es cierto que Fidesz todavía ganó en la mayoría de las asambleas regionales, pero ha perdido varias elecciones prestigiosas en las ciudades más grandes, incluida Budapest. La lucha por la capital, gobernada por Fidesz sin interrupción desde 2010, fue el enfrentamiento más espectacular entre el Gobierno y la oposición de la última década. Por primera vez, los principales partidos de la oposición cooperaron y presentaron a un único candidato: Gergely Karacsony, que ganó por un estrecho margen con el 51% de los votos. El alcalde saliente, István Tarlós, apoyado por Fidesz, obtuvo el 44%. La oposición también se ha impuesto en 14 de los 23 distritos de Budapest y en el Ayuntamiento. En el resto del país, logró mayorías en 10 de las 23 principales ciudades.

Si bien estos resultados pueden no parecer un gran avance, esta es la primera vez en una década que Fidesz se tambalea y pierde elecciones clave. Es más, parece que la oposición finalmente ha encontrado la manera de enfrentarse a Fidesz como un frente unido. En Budapest, Karacsony recibió el apoyo de una coalición de socialistas, liberales y verdes. Incluso los nacionalistas de Jobbik, aunque no respaldaron a Karacsony, decidieron no competir presentando otro candidato. En otras ciudades y regiones en las que la oposición se postuló como un frente unido, ganó o estuvo cerca de hacerlo. Al mismo tiempo, en aquellos lugares donde compitieron por separado, registraron grandes derrotas contra Fidesz.

Además de aprovechar su unidad, la oposición se benefició de adoptar una narrativa más fresca y convincente en la campaña. En lugar de atacar a Fidesz y a sus acciones, Karacsony adoptó un tono constructivo, centrándose en los problemas sociales y las cuestiones ecológicas que harían de Budapest un lugar más habitable. Al mismo tiempo, la campaña de Fidesz apenas presentaba cambios desde 2015 y se mantuvo centrada en la retórica antinmigración y los temas de orden público. Sin migrantes en el horizonte, las historias aterradoras de una supuesta amenaza a la civilización europea sonaban huecas y atrajeron menos interés de los votantes.

Hungría no se enfrentará a elecciones parlamentarias hasta 2022. El partido Fidesz y Viktor Orbán aún representan, por un amplio margen, la principal fuerza política del país. Tienen una mayoría suficiente en el Parlamento para volver a dibujar las fronteras electorales con el fin de satisfacer sus propósitos; dominan los medios de comunicación y las principales empresas del país. Sin embargo, la oposición acaba de descubrir que, mientras permanezca unida y adopte un estilo de campaña constructivo con visión de futuro, es capaz de presentar un serio desafío a Orbán y Fidesz, incluso en un entorno marcado por reglas injustas. Karacsony, el actual alcalde de Budapest, tiene la oportunidad de emerger como la figura que unifique a la oposición y la lidere para las elecciones de 2022.

Yendo más allá de Hungría, hay dos observaciones principales que pueden extraerse de esta experiencia. Como antes le sucedió a Polonia, hoy Hungría demuestra que existe una creciente brecha de valores entre los centros urbanos, que tienden a votar por políticos liberales, y las provincias, que votan por partidos conservadores o populistas. Al mismo tiempo, las elecciones de Budapest demostraron que hay límites al atractivo de la retórica contra la migración. Si el partido Fidesz no logra comprenderlo, es probable que continúe debilitándose.