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Pescadores en Calpe, Mar Mediterráneo. (Carma Casula/Cover/Getty Images)

La pesca y la acuicultura son claves para la alimentación de una humanidad en crecimiento constante y aquejada de subalimentación y malnutrición. Pero su vital importancia está lastrada por su escaso atractivo para las nuevas generaciones, precisamente ahora que los retos son ingentes: a las consecuencias de la pandemia y el Brexit se une la antigüedad de flotas como la española. Y eso no es lo más grave: la sobrepesca fomentada por las subvenciones impide la sostenibilidad de los océanos, mientras las violaciones a los derechos humanos se han colado a bordo.

Sobre la línea del horizonte se van haciendo pequeños los dos protagonistas de esta historia, que desaparecen justo allí donde alcanza la mirada, en ese lugar en el que el azul del cielo se encuentra con el añil del océano. El Lodairo aún tiene una larga travesía por delante, siempre rumbo norte, hasta el mar de Barents, una de las divisiones del Ártico, aguas gélidas de buen bacalao. El destino del Nuevo Arretxe queda bastante más cercano, en la zona de las islas Columbretes, a unas 30 millas al este de la costa de Castellón. Para comprender al sector pesquero hay que meterse en el agua y estos párrafos zarpan con ambas embarcaciones, de altura y de bajura, respectivamente.

Antes de subir a bordo conviene revisar el Estado mundial de la pesca y la acuicultura. La sostenibilidad en acción, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El informe ofrece una detallada panorámica de dos actividades que anualmente mueven 179 millones de toneladas de pescado, de las que 156 se destinan al consumo humano. La pesca representa concretamente el 54% (96,4 millones, una cifra récord), mientras que el cultivo de especies acuáticas vegetales y animales, cuya producción ha aumentado el 7,5% desde 1970, completa la parte restante. El informe hace hincapié en la creciente importancia de estas cifras, sobre todo, a medida que la población mundial va acercándose paulatinamente a la cifra de los 10.000 millones de personas y que la subalimentación y la malnutrición crecen desde 2015.

Siete países capturan la mitad de la producción: China (35%), Indonesia (7%), Perú (7%), la India (6%), Rusia (5%), Estados Unidos (5%) y Vietnam (3%). Y la especie por antonomasia es la anchoveta, un pez semejante a la anchoa que se utiliza para la fabricación de harina. La acuicultura también está dominada por la región asiática (89% en los últimos decenios), el único continente en el que supera a la salvaje. Para conocer el peso de la Unión Europea mar adentro, hay que consultar la edición más reciente de El mercado pesquero de la UE, publicado por el Observatorio Europeo del Mercado de los Productos de la Pesca y de la Acuicultura (EUMOFA, por su siglas en inglés). La producción comunitaria es en conjunto ligeramente superior a la de Rusia o Estados Unidos.

Esta primera aproximación por escalas desemboca en el 1% que representa la pesca española de captura marina sobre el total mundial. “Si bien el número de buques disminuye año tras año, el volumen de capturas no sigue esta misma evolución, lo que indica que la menos eficiente tiende a abandonar la actividad”, anticipa el último Informe anual de la actividad de la flota pesquera española, a cargo del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA). El porcentaje se eleva hasta el 5% en las importaciones globales, pues el Estado español es el principal importador de la zona euro y también el de mayor producción acuícola con 319.000 toneladas. En cuanto al consumo en el interior del bloque comunitario, España solo es superada por Italia y es la primera en lo que a piezas frescas se refiere. La merluza, a la baja desde 2016, sigue siendo el pescado preferido para comer.

Ahora ya sí, provistos de los tres principales informes sobre pesca y acuicultura en sus respectivos niveles geográficos, es el momento de embarcarse a bordo del bacaladero Lodairo, que zarpa desde las costas gallegas, y del catamarán Nuevo Arretxe, con puerto base en Castellón. Navegar con estos barcos brinda la oportunidad de analizar los principales retos por los que atraviesa un sector que diariamente lucha su presente, sabedor de las dificultades que le aguarda el porvenir.

 

“Ver a la familia es la mayor evolución”

José Luis Otero es el capitán del Lodairo. Acaba de cumplir 43 años y lleva desde los 15 en el oficio, primero ayudando a su padre en un pesquero de bajura cuando todavía no era oficial y, tras terminar sus estudios con 28, ya en altura. A través de una aplicación de mensajería instantánea, la conversación se desarrolla entorpecida por unas décimas de retardo y salpicada por pequeños cortes de voz que no impiden que su dilatada experiencia llegue nítida a tierra: “La mayor evolución, con mucha diferencia, ha sido tener Internet a bordo y poder hacer lo que estamos haciendo ahora. Hacer videollamadas y ver a la familia es la mayor evolución que hemos tenido en muchísimos años”.

Si no hay contratiempos, “si todo va normal”, el Lodairo y sus 34 tripulantes regresan a puerto a los 70 días. El año pasado Otero estuvo ocho meses embarcado, fuera de casa: “Se lleva, pero nunca te acostumbras”. Confiesa que “hay momentos buenos y momentos malos” y que “para durar hay que amar mucho la profesión”. Lo dice al timón de una rara avis de 86 metros de eslora (eje longitudinal de proa a popa) y algo más de 16 de manga (el eje transversal) llamada Lodairo, que aún no ha cumplido los seis años. Se trata del pesquero más grande de España y cuenta con gimnasio, sauna y camarotes individuales, entre otras facilidades.

 

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Pescadores en Barbate, Cádiz. (Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images)

Una flota envejecida y pequeña

Resulta que el Lodairo es la excepción de la excepción, por antigüedad, por tamaño y por las comodidades que ofrece a bordo. “Por desgracia, la mayoría de los barcos no son como este”, advierte Otero, convencido de que “hay que modernizar la flota” como única opción para hacer de la mar una salida laboral y vital atractiva. Bajo su punto de vista, esa transformación pasa necesariamente por construir pesqueros más grandes, lo que burocráticamente conlleva muchas trabas: “Hay muchas limitaciones a la hora de construir buques. Claro que tiene que haber cuotas y regulaciones en los caladeros, pero las autoridades se piensan que por ser más grande se va a pescar más y no es así. Nuestra bodega, por ejemplo, es más pequeña que la de otros porque el espacio extra lo utilizamos para vivir, ¡que pasamos más tiempo aquí que en nuestra casa!”. Lo explica rodeado de barcos con bandera de Noruega (“que renueva su flota cada diez años”) y de Rusia (“casi la totalidad de sus embarcaciones se han renovado en los últimos años”).

En el mundo existen 4,56 millones de embarcaciones de todo tipo, calcula la FAO, cantidad menguante en Europa desde la entrada del nuevo siglo. Un vistazo al informe del MAPAMA aterriza estos datos en España: 9.014 buques estuvieron dados de alta en 2019, el 88,8% en activo y la gran mayoría estructurada como flota artesanal, pues el 71,64% son barcos de menos de 12 metros de eslora. La edad media de la flota española es de 31 años (35 en el caso de la artesanal), cuando la europea desciende a los 25 años. “Es un asunto capital”, advierte el secretario general de la Confederación Española de Pesca (Cepesca), Javier Garat, quien lamenta que “ni el actual Fondo Europeo Marítimo y Pesquero [FEMP, la principal respuesta de la Comisión Europea para tratar de paliar el impacto de la pandemia] ni el que se podrá utilizar en un par de años [el Fondo Europeo de Pesca y Acuicultura Marítima, FEMPA] contemplan ayudas a la renovación, por lo que tendrán que ser los armadores los que la asuman, con la financiación de las entidades financieras”.

 

“No conozco a ninguna mujer a bordo por esta zona”

Joseba Arego es el patrón del Nuevo Atxarre, construido hace ya 16 años con 25 metros de eslora y ocho de manga, pero que todavía hoy es “de los nuevos porque en la última década apenas se han construido”. Está dedicado a la pesca de cerco con luz. Eso significa que sale por las noches y regresa con las primeras luces del día, con la obligación de pisar a puerto cada jornada “aunque no se capture nada; porque esto es así: unas veces no coges ni una sardina y otras el cupo diario”. Significa que se separa unas decenas de millas de la costa, hasta que la tecnología disponible (radares, sonares, pilotos automáticos, sondas, etcétera) delata dónde está el pescado: “Hemos avanzado mucho tecnológicamente. No sabemos la especie que hay debajo del barco, pero sí el tamaño en centímetros”. Significa que, una vez localizada la mejor zona, Arego ordena soltar un bote de luz para conseguir atraer y concentrar el cardumen hasta que una red termina cercando las sardinas y los boquerones.

Y así lleva Arego más de cuatro décadas, porque tiene 60 años y empezó también a los 15 con su padre y a los 24 se hizo patrón, siempre faenando en la zona mediterránea. A sus órdenes responden la decena de tripulantes que lo suelen acompañar. Todos ellos, al igual que sucede en el Lodairo, son hombres que rondan la cincuentena en su gran mayoría. “En artes menores sí hay alguna mujer, pero por esta zona no conozco a ninguna”, admite Arego. La pesca y la acuicultura emplean en todo el mundo a 55,9 millones de trabajadores, una afirmación que la FAO escribe acertadamente en masculino porque la participación de las mujeres se reduce al 14%, cuota que baja hasta el 12% en el caso de la pesca. En la mayoría de las regiones no participan en la pesca de altura, mientras que en la de bajura “son generalmente responsables de las tareas en tierra, que requieren mucha habilidad y tiempo, o se encargan de las embarcaciones y canoas más pequeñas”, especifica la investigación del organismo especializado de la ONU.

 

“El relevo generacional es un problema fundamental”

De los tres hijos que tiene Arego, la mayor se decantó por la abogacía, el mediano es médico, “pero conoce el mar porque ha venido cada verano mientras estudiaba,” y el menor, con 21 años, es el que ha decidido ser patrón de altura y “quiere vivir de esto”. La máxima autoridad a bordo del Nuevo Atxarre es consciente de la dureza de la profesión, pero está seguro de su futuro: “Durante miles de años hemos pescado y se puede seguir haciendo si se gestiona bien”. Aunque reconoce que el ejemplo de su hijo no es común y que se le va a hacer cuesta arriba.

Lo sabe todo el gremio. “El relevo generacional es uno de nuestros problemas fundamentales. Queremos fomentar la incorporación de la mujer a través del incremento del número de tituladas náuticas y elevar el nivel de atracción de los jóvenes”, concede Garat, también presidente de la organización de armadores, pescadores y empresarios Europêch. La cuestión, y en esas están, es cómo lograr que sea una salida atractiva para la juventud.

 

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Pescado fresco en Asturias. (Tim Graham/Getty Images)

“Muchas subvenciones sin pensar en el caladero” que favorecen la sobrepesca

El Nuevo Atxarre no puede salir antes de las ocho de la tarde por normativa, así que su jornada suele comenzar entre las nueve y las once de la noche y termina por la mañana del día siguiente, cuando descargan, a veces a las siete y otras a las once, “dependiendo de lo que hayas tardado, de la cantidad de pescado que hayas cogido y de la zona, entre otros muchos factores”. Descanso y vuelta a empezar, cinco noches a la semana, con la obligación de estar 48 horas ininterrumpidas parados. Arego lamenta “la mala gestión pesquera durante los últimos treinta años, en los que simplemente se ha dejado hacer. Ha habido mucho dinero de Europa, muchas subvenciones para equipamiento tecnológico, pero no se ha pensado tanto en el caladero, en no llevarlo al límite, cuando está en una situación crítica”. Y aquí toca un punto que preocupa al sector en su conjunto: la sobrepesca.

“Continúa siendo uno de los principales retos”, asevera Laura Rodríguez, directora en España y Portugal de la Marine Stewardship Council (MSC). Esta organización ecologista sin ánimo de lucro calcula que la sobrepesca origina una pérdida de alimentos en el mundo que podría abastecer a 72 millones de personas. Para combatirlo, exigen que la Organización Mundial del Comercio (OMC) “cumpla con el objetivo de eliminar los subsidios perjudiciales para la pesca” que, tal y como recoge la meta 14.4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, debería haberse logrado en 2020. “Estos subsidios perjudiciales contribuyen a la sobrepesca y a la destrucción de los ecosistemas marinos, así como afectan a los medios de vida de las comunidades costeras”, subraya Rodríguez.

 

¿Existe una pesca sostenible?

La sostenibilidad es precisamente uno de los debates más acuciantes que suscita el sector, que se enfrenta a críticas como la que lanza el recién estrenado documental Seaspiracy, dirigido y protagonizado por Ali Tabrizi. El cineasta británico concluye que “no existe la pesca sostenible” y aboga por reducir al máximo o incluso eliminar el consumo del pescado, estableciendo reservas marinas. Lo cierto es que ninguna de las fuentes consultadas reniega de la posibilidad de una pesca y una acuicultura sostenibles, adjetivo que aparece hasta medio millar de veces en el estudio de la FAO, que sin embargo refleja datos preocupantes cuando se sumerge en las profundidades oceánicas, consideradas el hábitat más grande para la vida en la Tierra: las poblaciones de peces que presentan niveles biológicamente sostenibles ha descendido del 90% en 1974 al 65,8% en 2017. “La tendencia es negativa, pero la tasa de declive se ha ralentizado. Lo positivo es que hay pruebas sólidas en muchos países y regiones de que, con las medidas de gestión adecuadas en vigor, es posible mejorar la situación”, amplía a esglobal el director adjunto del Departamento de Pesca y Acuicultura de la FAO, Audun Lem, que prefiere ver el vaso medio lleno: “Soy optimista sobre el futuro. No sé si lograremos el objetivo para 2030, pero estoy convencido de que será significativamente más alta que en la actualidad”.

De forma extraoficial y bajo petición de anonimato, un funcionario de la Unión Europea revela que, en el Atlántico nororiental y en los mares adyacentes, donde se originan tres cuartos de las capturas comunitarias, “ha habido claros signos de mejora”, pues la sostenibilidad en las capturas comerciales aumentó de menos del 30% en el año 2000 a casi el 62% en 2018. Fuera de estas aguas, sin embargo, “la situación es más desafiante”. En el Mediterráneo, por ejemplo, esta misma fuente reconoce que “la presión es, en promedio, dos veces mayor que en el Atlántico nororiental. Gran parte de las poblaciones están sobreexplotadas. Si la UE quiere cumplir sus propios objetivos de pesca sostenible, los esfuerzos en el Mediterráneo y en el Mar Negro deben incrementarse sustancialmente”.

A bordo del Nuevo Atxarre, Arego señala que progresivamente sí se han introducido limitaciones en el número diario de capturas, acotaciones que el gremio de su zona ha decidido incluso endurecer “para no saturar los mercados y no agotar el caladero. Porque se ha llegado a un límite en el que realmente hay que hacer algo; la pregunta es cómo y a quién se lo aplicas. Hay muchos pescadores que simplemente no quieren verlo o que quieren que las medidas se apliquen cuando ya estén jubilados”. A la hora de buscar responsabilidades, apunta en todo caso “al Gobierno, de todos los colores, porque han hecho parches entre elecciones, han presentado muchos planes y muchas tablas de Excel, pero no han implantado una política fuerte duradera para así evitarse provocar un rechazo generalizado”. Termina su reflexión lanzando un mensaje bien claro: “El mar no es de los pescadores. Es de todos. Lo único que yo tengo es una licencia para explotar este recurso. A mucha gente le cuesta entender esto”.

 

“Una norma diabólica, imposible de cumplir” y el Brexit

El último Informe del sector pesquero español. Creciendo en sostenibilidad publicado por Cepesca data de 2019. Por aquel entonces hablaba de la triple “tormenta perfecta”. El primero de los retos identificados: conseguir el Rendimiento Máximo Sostenible (RMS), un objetivo centrado en la ya citada sostenibilidad. El segundo desafío: acatar la llamada ‘obligación de desembarque’, lo que impide la habitual práctica de devolver a la mar las capturas no deseadas; en este caso, se trata de favorecer una mejor selección y una mayor fiabilidad de los datos aportados. Desde su introducción paulatina entre 2015 y 2019, todas las piezas deben conservarse a bordo y desembarcarse en el puerto, deduciéndose así de las cuotas máximas permitidas. Desde Cepesca, Garat alerta de que se trata de “una norma diabólica, imposible de cumplir en todos sus términos. Es imprescindible que la Comisión Europea permita adaptarla a la realidad”.

La tercera tempestad señalada: la incertidumbre introducida por el Brexit. No ha sido hasta principios de junio cuando finalmente se ha alcanzado un acuerdo bilateral entre la Unión Europea y el Reino Unido acerca de las posibilidades de pesca en los stocks compartidos, fijando unos Totales Admisibles de Captura (TAC) y unas cuotas para 2021, que se amplían a 2022 para las especies de aguas profundas. A la pregunta de este medio¸ el Ministerio de Agricultura de España remite a la nota oficial en la que el ministro, Luis Planas, valora positivamente el acuerdo porque “da seguridad a los pescadores españoles y la flota seguirá faenando con normalidad”. Desde Cepesca, sin embargo, lamentan que “los sectores socioeconómicos no hayan tenido un mayor peso específico” y consideran que en algunas especies podrán acabar el año “sin grandes sobresaltos, pero no así en otras, debido a las restricciones y reducciones” introducidas por el acuerdo.

 

“Si surge un brote de COVID-19 a bordo se contagia toda la tripulación”

Precisamente enfrascados en definir los acuerdos tras la salida del Reino Unido de la UE estaban unos y otros, cuando esa “tormenta perfecta” se vio completamente desbordada por la aparición del coronavirus. A los mandos del bacaladero Lodairo, Otero cuenta sin rubor que ha pasado “mucho miedo” con la pandemia: “Antes de salir de puerto nos hacemos pruebas y abordo intentamos tomar las mayores medidas posibles, pero se pasa mal. Ha sido muy difícil, muy duro. Los primeros 15 días hasta saber si estás limpio, pero después también porque tenemos inspecciones que vienen cada semana desde tierra. Y ya se dieron casos de contagio así. Y si te coge en alta mar lo cogemos todos, porque aquí estamos siempre juntos. Imagina que mis otros oficiales y yo nos ponemos con fiebre alta. Un barco no puede llevarlo cualquiera, no todo el mundo está preparado. Siempre estás con el corazón en un puño”.

Otero y los suyos se han salvado “por ahora”, aunque se han visto obligados a duplicar el tiempo en alta mar. Más allá del aspecto psicológico, el coronavirus ha supuesto un grave revés. A finales de 2020, la FAO ya recogió alguno de estos impactos en su estudio Repercusiones de la COVID-19 en los sistemas alimentarios relacionados con la pesca y la acuicultura. Entre sus páginas se habla de una disminución de la oferta, del consumo y de los ingresos comerciales; también de trastornos e incertidumbre generalizados, especialmente relevantes en los países más empobrecidos y para las mujeres, “ya de por sí vulnerables como productoras, elaboradoras y vendedoras de alimentos, así como cuidadoras”.

 

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Un pescador tailandes descansando entre contenedores de pescado. (Paula Bronstein/ Getty Images)

“Alta probabilidad” de esclavitud en alta mar y otros retos

Los últimos minutos de la película de Tabrizi, que ha levantado polémica y ha provocado incluso respuestas directas de organizaciones como la MSC, revelan la presencia de trabajos forzosos en las marisquerías tailandesas. Una serie de testimonios directos de las víctimas dan buena cuenta de ello: “Han tenido que encontrar la forma de pescar aún más barata y ahí es donde empieza la vulnerabilidad inherente. Gran parte del pescado que consumimos hoy proviene de la esclavitud. Es muy difícil dar cifras concretas porque opera totalmente a escondidas”.

Gavin McDonald es investigador sénior  en la Universidad de California Santa Bárbara. Junto a sus compañeros del Emlab, un instituto de soluciones medioambientales aplicadas al comercio, ha realizado un estudio que revela que hasta 100.000 personas pueden haber sido víctimas de trabajos forzosos entre 2012 y 2018. Lo reveló en un artículo científico publicado a finales de diciembre de 2020. Para sacar las conclusiones han combinado la ciencia de datos con imágenes por satélite y con algoritmos de inteligencia artificial, logrando así patrones de conducta sospechosos (por ejemplo, embarcaciones que permanecen en alta mar durante muchos meses). De los 16.000 buques pesqueros analizados, entre el 14% y el 26% sugirieron una “alta probabilidad de que estén utilizando trabajos forzosos”. Estas embarcaciones frecuentarían 79 puertos repartidos por todo el globo, con especial presencia en África, Asia y América del Sur. Por correo electrónico, McDonald confirma que en el listado también figuran enclaves europeos, entre ellos, algunos muelles españoles.

Mientras el equipo de la Universidad de California trabaja en una actualización de sus hallazgos, prevista para antes de que finalice el año, el sector sigue acumulando retos: las iniciativas de la UE relacionadas con el Pacto Verde, el Plan Plurianual de Pesca en el Mediterráneo Occidental, las negociaciones con terceros países y con las Organizaciones Regionales de Pesca, la nueva Ley de Pesca Sostenible de España, una rebaja al IVA del pescado y el marisco, reducir los impactos en las especies vulnerables, también en los hábitats y en los ecosistemas, por su puesto el cambio climático, la contaminación  marina, las consecuencias de la nueva fiebre de la minería en las profundidades oceánicas y de los yacimientos de gas offshore … “Los retos que tenemos por delante solo se pueden afrontar desde la colaboración”, concluye la directora en España y Portugal del MSC, Laura Rodríguez, haciendo referencia tanto a gobiernos, como a organismos internacionales, a empresas comercializadoras y a la comunidad en su conjunto: “Los consumidores son también parte activa del movimiento de pesca sostenible. Un consumidor crítico, informado, que lee las etiquetas, es una fuerza poderosa”. Mientras este reportaje toca a su fin, el Lodairo y el Nuevo Arretxe continúan faenando en la mar.