Banderas del Partido de la Justicia y el Desarrollo en una calle de Estambul, Turquía. Mustafá Ozer AFP/Getty Images
Banderas del Partido de la Justicia y el Desarrollo en una calle de Estambul, Turquía. Mustafá Ozer AFP/Getty Images

Algunos rumores hablan de una posible escisión en el partido gobernante, AKP, en Turquía de la mano de algunos políticos relevantes del conservadurismo turco críticos con la deriva autoritaria de Recep Tayyip Erdogan. ¿Qué hay de cierto? ¿Qué dicen los expertos?

Cuando desde dentro de un partido gobernante comienzan a brotar las voces discordantes, la oposición, allá donde sea, trata de buscar su rédito personal. En el caso de Turquía, encontrar esa ranura ha costado más de una década y tres mayorías parlamentarias. Pero en el último año, y sobre todo en el último mes, varios importantes nombres del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) han abandonado el hermético discurso oficial para comenzar a criticar el giro autoritario del presidente Recep Tayyip Erdogan. La prensa opositora, ansiosa por restar apoyos a los islamistas, está ahondando en esta fisura al destacar que podría producirse un cisma en el AKP. Si bien una nueva fuerza islamo-conservadora no se puede descartar ante la nulidad opositora, los expertos no otorgan muchas opciones a esta posible escisión en el seno del partido gobernante.

La teoría del cisma en el AKP surgió antes de las elecciones del pasado 1 noviembre. Devlet Bahçeli, el líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), auguró que una nueva formación política surgiría. Lo denominó como el quinto partido, y según los analistas sus palabras apuntaban a los miembros del AKP decepcionados con Erdogan. La posterior mayoría parlamentaria de los islamistas alejó el incipiente debate de la esfera pública, pero en las últimas semanas, después de que Bülent Arinç, una de las principales figuras del conservadurismo turco, criticase a Erdogan en una entrevista en CNNTürk, los rumores se han vuelto a disparar en los pasillos del Parlamento.

Bülent Arinç, tras pasar por el movimiento islamista de Necmettin Erbakan, fundó el AKP junto a Erdogan y al ex presidente Abdulá Gül. Pero en el último año, al igual que otras cabezas visibles de los inicios del partido, ha sido desplazado de la primera fila política por la nueva hornada de leales al erdoganismo.

En su última intervención pública Arinç contradijo a Erdogan al insinuar que el Presidente sí conocía los pormenores de los acuerdos de Dolmabahçe −la hoja de ruta para solucionar el conflicto kurdo que más tarde Erdogan rechazaría−, y se atrevió a decir lo que muchos piensan en Anatolia: que nada escapa al control del presidente. Menos aún en una causa vital como el proceso de diálogo: “Puede que no recibiese la información necesaria. Pero no creo que nada pueda hacerse en esas causas sin hacérselo saber a él [Erdogan]”.

Esta no es la primera vez que Arinç osa contradecir al Presidente turco. En 2013 se posicionó en contra de la desmedida represión policial en las protestas de Gezi y consideró injusta la caza de brujas contra el movimiento de Fetulá Gülen. En la víspera de los comicios del año pasado apuntó la deriva autoritaria dentro del partido islamista. En el congreso del AKP, organizado en septiembre, Erdogan colocó a dedo a más de la mitad de los 50 cargos elegidos. Arinç, Gül o Alí Babacan −ingeniero de la revolución económica de los islamistas− habían desaparecido de la primera fila política. Entonces recordó que “fuimos un partido de nosotros (…) pero ahora nos hemos convertido en partido unipersonal”.

Ilhan Kaya, experto de la Yildiz Technical University, considera que “Erdogan comenzó a dominar el partido con su carisma y sintió que no les necesitaba. Pero Gül y Arinç no están contentos con el rumbo del Gobierno y ven la polarización como un gran problema. Sus críticas han tenido una buena acogida en el AKP y la esfera pública porque aún tienen poder para desestabilizar el AKP”.

Estos nombres, y otros más que fueron primeros espadas del AKP, son los que ahora se barajan como integrantes del quinto partido. Todos ellos son respetados en la esfera conservadora y cuentan con rédito para embarcarse en una lucha entre islamistas conservadores.

 

¿Exageración o realidad?

Tras la crisis desatada por Arinç, una de las pocas voces islamistas que se atreven a contradecir a Erdogan, el presidente se reunió con Gül, quien zanjó la polémica al destacar que “estamos en el mismo barco”. Pero Arinç no se ha detenido y tras el reciente atentado contra militares en Ankara pidió dimisiones en el Gobierno por los evidentes fallos en materia de seguridad. Estas divergencias plantean una pregunta: ¿son reales los rumores que apuntan a un cisma en el AKP o es una crisis artificial creada por los medios opositores?

Halil Ibrahim Yenigün, profesor de ciencias política en Istanbul Commerce University, considera que es demasiado pronto para hablar del quinto partido: “Gente cercana al Gobierno dice que es una estrategia para crear un reajuste interno en lugar de una ruptura. Ahora mismo los críticos con el AKP no parecen tener la oportunidad para crear un nuevo partido y están tanteando el ambiente para comprobar la reacción de Erdogan”.

Para este experto, suspendido en su labor docente por apoyar una solución dialogada al conflicto kurdo, la victoria electoral del AKP complica la creación del quinto partido: “El ambiente era más propicio durante Gezi, el ataque a los gülenistas o tras las elecciones de junio. Ahora Erdogan ha consolidado su poder y expandido el mensaje que dice que tú estarías acabado si yo me fuese. Muchos votantes del AKP relacionan su destino con el del Presidente turco y, al menos que estos lazos se rompan, no creo que ningún nuevo partido tenga muchas posibilidades de derrotar a Erdogan porque se muestra como una figura indispensable dentro y fuera del país”.

Aykan Erdemir, experto de la Foundation for Defense of Democracies, recuerda que en Turquía los partidos chocan con el alto corte electoral. Para poder entrar en el Parlamento se necesita superar el 10% de los votos. Esta circunstancia entorpece la creación de nuevos bloques políticos. Además, insiste en que “la mayoría de partidos están fundados por ricos donantes, pero pocos hombres de negocios desean constituir un partido por las posibles represalias del Presidente turco”. Pese a ello, advierte de que “una división dentro del AKP sería letal para Erdogan y sus aspiraciones presidencialistas”.

La prensa opositora ha destacado que Erdogan podría volver a convocar elecciones para intentar alcanzar los tres quintos de los asientos parlamentarios que permitirían al AKP redactar en solitario una nueva Constitución para que el pueblo anatolio vote en referéndum. Erdemir, antiguo miembro del Partido Republicano del Pueblo (CHP), apunta que “este terreno sería el apropiado para crear un nuevo partido. Pero esta posibilidad, que podría robar votos al AKP, ahuyenta los deseos de Erdogan por convocar unos nuevos comicios”. “Él luchará con todos sus medios para impedir esta división”, sentencia.

 

La oposición, sin voz ni voto

En el pasado, el Partido de la Gran Unidad (BBP) parecía el único embrión alternativo al AKP dentro del islam político. Pero su apreciado líder, Muhsin Yazicioglu, falleció en un extraño accidente de helicóptero en 2009. Desde entonces, el BBP no ha conseguido encauzar la renovación y ahora es un partido residual más.

En los próximos cuatros años la oposición turca va a volver a sufrir el ostracismo político. Y el problema es que el futuro no trae perspectivas más halagüeñas, ya que en los comicios pasados fueron incapaces de robar votos en una coyuntura favorable: el desgaste de una década en el poder, la corrupción y el autoritarismo.

El CHP ha vuelto a confirmar como líder a Kemal Kiliçdaroglu, pero perdió un tercio del apoyo interno. En las últimas semanas, los kemalistas han creado una crisis interna después de que uno de sus miembros descolgase un cuadro de Mustafá Kemal Atatürk que preside los despachos del grupo. Esta crisis plantea el mayor problema que Kiliçdaroglu no ha solucionado: hasta dónde hay que respetar el legado de Atatürk un siglo después. En el partido nacionalista MHP la situación es aún más preocupante. Devlet Bahçeli acaba de recuperarse de una operación de corazón y son muchos los que desean un relevo. Los Lobos Grises solo han conocido a dos líderes: el fundador Alparslan Türkes y el propio Bahçeli. Los resultados del 1 de noviembre desencadenaron una crisis interna porque su líder había dicho “no” a cualquier propuesta del AKP para conformar una coalición si Erdogan no se alejaba del poder. Entre los comicios de junio y noviembre, el MHP se dejó casi la mitad de sus diputados, lo que ayudó al AKP a recuperar la mayoría parlamentaria.

“Si la economía va bien la oposición no tendrá ninguna oportunidad”, subraya Kaya. “Es un momento extremadamente complicado para la oposición. El CHP sigue pagando por los fallos del kemalismo. El MHP es un partido muerto y su misión ha sido cumplida con éxito por el AKP. En el futuro inmediato no existe una forma para derrocar al AKP. Pero la estructura social está cambiando. Cada vez más gente es capaz de distinguir entre AKP y religión y creo que nuevos políticos emergerán. La posibilidad de que una escisión del AKP derrote a Erdogan es muy pequeña. Creo que el pro kurdo HDP tiene incluso más posibilidades de erosionar los planes del Presidente turco para 2023 −la conocida como Nueva Turquía−”, aventura Yenigün.

Cuatro meses después, la oposición busca la forma de encarar un complicado futuro sin voz ni voto. Quedan cuatro años para buscar la fórmula que reduzca el poder de Erdogan y entierre su idea de la Nueva Turquía para 2023. Un cisma en el AKP o la aparición de una nueva figura política conservadora parecen las únicas soluciones si no se produjese una inmolación política del propio Presidente. Las preguntas son cuándo y quién será la cabeza que dirija la esperada revolución contra el sultán.