Mural con mensajes de reconciliación en el municipio La Montañita, Colombia. (Juancho Torres/Getty Images)

Pocos avances y muchos problemas en el gobierno de Gustavo Petro en Colombia.

Se han cumplido diez meses desde que Gustavo Petro, el primer presidente progresista de la historia de Colombia, llegase a la Casa de Nariño. Un tiempo más que prudencial para ofrecer un balance inicial sobre algunos de los aspectos que, desde el comienzo, mayor atención concentraron en la opinión pública. Esto es, la obtención de un pacto de gobierno muy heterogéneo, con formaciones partidistas muy disímiles, lo cual se traducía en la conformación de su Ejecutivo, y la cuestión de la consecución de la paz en el país; lastrado por el conflicto armado interno más longevo y violento del largo siglo XX latinoamericano.

Cuando en los primeros compases de este nuevo gobierno que estableció la red de alianzas parlamentarias, el resultado inédito era que Gustavo Petro comenzaba su andanza como presidente con tres cuartas parte de apoyo en el Congreso, además de con un grueso de ministros, muchos de ellos, provenientes de formaciones moderadas e incluso conservadoras -como era el caso de Alejandro Gaviria (Educación), José Antonio Ocampo (Hacienda) o Álvaro Leyva (Exteriores). No hacía falta ser muy avezado para prever qué tal sentido pactista tendría poco recorrido, condicionado al momento en el que se abordasen con profundidad las que habían sido prioridades de la disputa electoral para Petro, tal y como era el caso de la reforma de las pensiones, de la salud o del trabajo. Las alianzas partidistas tenían todo para resquebrajarse, especialmente, si el presidente aspiraba a cuestionar algunos de los que habían sido pilares de un Estado profundamente desregulado y desfinanciado en las últimas décadas.

Presidente de Colombia, Gustavo Petro, con la Vicepresidenta Francia Marquez, en Bogotá, Colombia. (Sebastian Barros/Getty Images)

La crisis de gobierno de inicios de mayo, que supuso el cambio de ocho carteras, sumado a la fractura abierta de la coalición parlamentaria y los escándalos de otros nombres relevantes, como el ya exembajador en Venezuela, Armando Benedetti, o la hasta hace unas semanas responsable del gabinete presidencial, Laura Sarabia, evidencian que los tiempos han cambiado para un gobierno que deberá readaptar parte del sentido de su agenda política. El Partido de la U y el Partido Conservador se han desmarcado abiertamente de la coalición de gobierno, y no esperan un futuro mucho más halagüeño a lo que concierne al Partido Liberal y Partido Verde -máxime, con unas elecciones municipales y departamentales por desarrollar a finales de este mismo año. Es decir, ahora mismo el gobierno del Pacto Histórico Nacional se encuentra en serias dificultades para proseguir con las principales reformas legislativas que abrieron las diferencias entre formaciones. Diferencias que, ahora mismo, invitan a que el fin de la legislatura, el 20 de junio, deje consigo un horizonte político de notable incertidumbre.

Muchos de los planteamientos rupturistas que sirvieron de lema de campaña para Gustavo Petro resultan inviables, y los que aún no lo son, corren ...