Avi Gabbay abrazado por un miembro de su equipo después de ser elegido líder del Partido Laborista de Israel. (Jack Guez/AFP/Getty Images)

En los últimos 17 años ningún laborista, partido antaño hegemónico, ha servido como primer ministro de Israel. Benjamin Netanyahu, en cambio, está cerca de ser el premier con más días en el cargo desde el nacimiento del Estado. Pero Avi Gabbay puede revertir la tendencia. El nuevo líder de los laboristas reúne determinadas características para alzarse con la victoria electoral o al menos liderar la formación de una nueva mayoría en las próximas elecciones legislativas —las cuales podrían celebrarse este 2018 si los escándalos de corrupción siguen atosigando a Netanyahu—.

Según Daniel Ben Simon, antiguo diputado laborista y hoy periodista en el diario Haaretz, Avi Gabbay está hecho a la medida del momento histórico-político que atraviesa Israel y puede atraer a parte del electorado que nunca ha votado laborista. Tiene una biografía y un ideario distinto de los demás líderes del partido y, quizás por ello, es el candidato que necesitan para volver a encabezar un gobierno.   

Gabbay no forma parte de la élite ashkenazí (judíos de origen europeo) ahora en retroceso. Es de origen mizrají, sus padres son originarios de Marruecos. Ha sido un empresario de éxito y desde que ganó inesperadamente las primarias en el partido laborista el pasado mes de julio, prometiendo el regreso al poder, ha revolucionado los postulados del laborismo en pos de cautivar el voto de centro y de derechas.   

En su vida anterior a la política, Gabbay dirigió la compañía de telecomunicaciones Bezeq durante seis años (del 2007 al 2013) convirtiéndose en uno de los ejecutivos mejor pagados de Israel. Tras su salida de Bezeq, en lugar de ser fichado por otra gran empresa o entrar en un fondo de inversión, camino tradicional para ejecutivos de su nivel, decidió dar el salto a la política. Primero, junto al ahora ministro de Finanzas y ex miembro del partido Likud Moshe Kahlon, fundó la formación centrista Kulanu, y se convirtió en ministro de Medio Ambiente del gobierno de Netanyahu en 2015 al unirse a la coalición en el poder. Pero un año después abandonó el cargo en protesta por la entrada en el gabinete de Avigdor Liberman, líder del partido Israel Betenu (Israel es nuestra casa, traducido al español). Se especuló entonces que formaría un nuevo partido político con Moshé Yalón, ministro de Defensa sustituido por Liberman. Sin embargo, su siguiente andadura política le llevaría más a la izquierda. Después de abandonar su cartera, decidió, pues, optar por liderar Avodah, el partido laborista, y lo consiguió.   

Tras la victoria de Netanyahu en marzo de 2015 comentamos que si la izquierda quiere ganar las elecciones en Israel necesita un mizrají. Y ya lo tiene. Los mizrajíes y los sefardíes —ambos grupos se engloban bajo el primer término— son judíos procedentes de países árabes y del norte de África que históricamente han vivido a la sombra de la élite de judíos ashkenazíes que fundaron el Estado de Israel. Los mizrajíes son hoy mayoría (más del 60% de la población judía de Israel), no votan a la izquierda y un partido que aspire al poder debe tenerlos en cuenta.

El periodista israelí Avi Issacharof, que escribió uno de los análisis más atinados sobre el mencionado triunfo del Likud en 2015, fue más específico y subrayó que la izquierda tienen que aprender a “hablar mizrají”, lo que supone presentar un programa político distinto al laborista: más conservador en lo social, más inmovilista a la hora de hacer concesiones en el proceso de paz con los palestinos y más liberal en lo económico, pero sin erosionar el estado de bienestar. Gabbay lo habla, y lo habla bien.

Así, en su intento por seducir a un electorado cada vez más mayoritario en Israel escorado al centro-derecha, Gabbay ha dicho que la izquierda ha olvidado “cómo ser judíos”, ha aseverado que no pactará con la Lista Árabe Unida (tercera fuerza política del Parlamento), ha apoyado la presencia militar del Ejército en el valle del Jordán en un eventual acuerdo de paz con los palestinos e incluso se ha mostrado contrario a desalojar los grandes bloques de asentamientos. En este sentido, Ilan Gilon, diputado de Meretz (partido de la izquierda israelí)  dijo, tras los comentarios de Gabbay sobre los asentamientos, que “quizás se ha olvidado de que fue elegido para liderar una alternativa contra el Likud”.

A pesar de ello, Gabbay no ha abandonado reivindicaciones socioeconómicas tradicionales de la izquierda. Se muestra a favor de instaurar el matrimonio civil en Israel, aboga por una revisión de los privilegios de los judíos ultraortodoxos y apoya un rol activo del Estado en la prestación de servicios públicos.

A muchos laboristas no les ha sentado nada bien que su nuevo líder intente seducir a una nueva mayoría. Desde las bases laboristas clásicas, se le ve como un recién llegado, alguien que no es ni siquiera realmente de izquierdas. A este respecto, de acuerdo con la periodista Avirama Golan, el nuevo rumbo de los laboristas no es sólo pura estrategia electoral, es también el ideario político de Gabbay. Es un hombre morfológicamente de derechas que está transformando el partido laborista en otro Likud, advierte Golan. Además, no tiene escaño en el Parlamento y hace oposición desde los medios de comunicación. Otros, al contrario, lo ven como una oportunidad para recuperar el poder. Omer Bar Lev, diputado laborista y rival de Gabbay en las primarias, opina que éste tiene razón al intentar atraer sectores de población más allá del centro izquierda.

 

Una ‘tercera vía’ israelí

Atraer a una masa de voto que piensa que debe haber una solución de separación con los palestinos, que se identifica con los valores tradicionales judíos pero que rechaza la coerción en el cumplimiento de los preceptos religiosos y que creen en la economía de mercado, pero también en la responsabilidad pública del Estado en educación, sanidad y servicios sociales. Esa es la estrategia electoral de Gabbay como la resume el periodista Anshel Pfeffer.  Una recomposición del ideario de la izquierda tradicional para volver a alcanzar una mayoría, similar a la tercera vía que llevó al laborista británico Tony Blair a Downing Street en 1997.  

Lo único que le falta a Gabbay, tal como observa Pfeffer, y de conformidad con los estándares en Israel, es un buen currículo militar. Ciertamente, Gabbay no es un halcón; sirvió en el Ejército en Inteligencia, pero no en unidades de élite como sí lo hicieron Netanyahu y Naftalí Bennet (líder del partido el Hogar Judío, a la derecha del Likud y miembro de la actual coalición de gobierno) aunque intenta compensar esa carencia —muy tenida en cuenta por el electorado— con su pasado empresarial y con sus orígenes mizrajíes.

 

No lo tiene fácil

Este giro ideológico que Gabbay está liderando dentro del laborismo tiene una explicación numérica muy clara: tienen que ir al centro y al centro-derecha para ganar las elecciones.

El jefe de los rabinos Yona Metzger (izquierda) y el primer ministro Benjamin Netanyahu (centro) en una celebración en Jerusalén. (Daniel Bar-On/AFP/Getty Images)

Tal como apunta la politóloga Dahlia Scheindlin, “solo una quinta parte de la población israelí se define a sí misma como de izquierdas; muchos de ellos son árabes que apoyan la Lista  Unida, o votantes de Meretz, lo que le restaría a los laboristas la mitad de los potenciales votantes de izquierda. Para ganar, los laboristas necesitan más centristas, que representan aproximadamente el 30% del electorado. Una gran parte de ellos son ex izquierdistas que todavía quieren básicamente terminar el conflicto y vivir en un Estado liberal, al tiempo que rechazan los viejos argumentos y el tono de la izquierda. Yesh Atid y Kulanu monopolizaron en gran medida a los votantes centristas”.

De acuerdo con la encuesta elaborada por el Israel Democracy Institute, publicada en abril de 2017 (antes de las primarias del partido laborista), a la pregunta de qué tipo de coalición de gobierno preferiría si las elecciones se celebraran en un futuro cercano, un 35% contestó que un gobierno de derechas, y un 46% uno de centro-derecha. Sólo un 24% se mostró claramente a favor de un gobierno de izquierdas. La misma encuesta mostraba que un 56,7 % de los encuestados volvería a votar a la misma lista que apoyó en 2015 y un 77,8 % opinaba que un gobierno de derechas o de centro-derecha volvería a ganar los comicios. El pasado mes de noviembre, una encuesta del Canal 10 situaba a los laboristas en tercera posición (19 escaños) por detrás de Yesh Atid (22) y del Likud (26). Demoscópicamente es una realidad incontestable: el partido laborista debe arrebatar una gran masa de votantes a los partidos centristas (Yesh Atid y Kulanu) y, si es posible, derechistas (Likud, Israel Betenu, Habait Hayehudí).

Pero Gabbay no lo tiene nada fácil. Además de que va tercero en las encuestas, tiene que disputar el voto de centro con dos partidos bien posicionados. Y corre el riesgo de que la base izquierdista del laborismo huya a Meretz.

 

Crisis duradera en la izquierda israelí

Por encima del liderazgo ambicioso y transgresor de Gabbay, su postulación por parte del laborismo representa sobre todo la crisis ideológica que atraviesa la izquierda hegemónica israelí. En los últimos 17 años, el partido laborista ha tenido ocho líderes, y ninguno de ellos ha podido ser primer ministro. El partido de los padres fundadores, judíos europeos socialistas, ha sucumbido al avance de una masa social mayoritaria, los judíos de origen mizrají, más tradicionales y más conservadores en el sentido de su voto. También, ante la opinión mayoritaria de los israelíes de que el mantra de tierras por paz para solucionar el conflicto con los palestinos, apadrinado por el laborismo, no ha funcionado. Un mantra que, en palabras del columnista del Jerusalem Post Daniel Gordis, quedó enterrado en la Segunda Intifada y en los tres conflictos contra Hamas en Gaza.

El partido laborista, ya sea en coalición o con diferentes marcas, gobernó el país desde 1949 hasta 1977 sin perder ningunas elecciones. Posteriormente fue retrocediendo año tras año, aunque ganó las elecciones en 1984. Volvió a repuntar en los 90, ganando en 1992, 1996 y 1999. Hoy es tercera fuerza en intención de voto y está bajo amenaza de ser despedazado por el centro y por la izquierda. Es verdad que la izquierda israelí necesita un revulsivo y ese es, actualmente, Avi Gabbay.

Es una apuesta arriesgada. “He puesto todas mis fichas en la mesa para vencer a Netanyahu”, declara Gabbay. Presumiblemente, sólo tendrá una oportunidad: si pierde no seguirá al mando de Avodah. Algunos en el partido laborista comentan que “le hemos dado suficiente cuerda para hacer lo que quiera, ya sea para ganar o para colgarse”.