
¿Será alguno de los candidatos republicanos capaz de llegar a la Casa Blanca?
Existe un viejo dicho sobre el liderazgo y la política en Estados Unidos: los demócratas se enamoran y los republicanos se ponen de acuerdo. Sin embargo, el Partido Republicano está sufriendo una auténtica batalla entre el aparato adinerado y los votantes y activistas que forman su base, mucho más conservadora. Una batalla que no sólo se libra en la campaña electoral para 2016, sino también en la Cámara de Representantes y el Senado. Esos activistas y votantes, representados por la red de organizaciones, súper PAC (Comités de Acción Política) y grupos de congresistas que constituyen lo que se conoce como Tea Party, no están dispuestos a seguir obedeciendo la línea oficial.
Desde fuera del partido o de Estados Unidos, las primarias republicanas parecen más un espectáculo creado para un reality show de televisión que un ejercicio de democracia. Tras los espantosos atentados de París, los candidatos presidenciales tenían una oportunidad excelente para medir sus fuerzas en materia de política exterior. Pero pronto se vio que los dos favoritos en el Partido Republicano, el promotor inmobiliario Donald Trump y el neurocirujano jubilado Ben Carson, estaban superados por las circunstancias. “Yo me limitaría a bombardear a esos imbéciles. Eso es. Volaría los oleoductos”, dijo Trump. “Volaría cada centímetro de los oleoductos. No quedaría nada”. En cuanto a Carson, hizo una declaración tan anodina y vacua que uno corría peligro de dormirse: “Usaría todos los medios de que disponemos. Incluidas las posibilidades económicas de que disponemos. Incluidas todas nuestras actividades encubiertas y nuestras fuerzas especiales. Creo que seguramente habrá que colocar a algunos hombres sobre el terreno”.
Los tres siguientes candidatos, por orden de resultados en los sondeos más recientes, el senador Marco Rubio, el senador Ted Cruz y el exgobernador de Florida Jeb Bush, tienen dos cosas en común: todos han ocupado un cargo electo y todos han expresado ardientemente su deseo de reforzar la intervención estadounidense en Siria, con algo más de contención que Trump y unos cuantos detalles más que Carson. Este no es más que uno de los muchos ejemplos de la división existente en el partido Republicano entre el aparato y los candidatos alternativos, outsiders, que se dirigen a los activistas conservadores y la base electoral.
Los estadounidenses atesoran muchas veces ideas románticas de elegir a candidatos recién llegados, es decir, que no son políticos profesionales, sino que abandonan durante un tiempo su carrera para servir al bien común. Tienen la ventaja de que no necesitan defender ninguna trayectoria, por lo que los votantes pueden proyectar sus propias ideas en ellos y plasmar una imagen de pureza ideológica. Y tampoco hace falta carecer de experiencia política para ser considerado outsider: hay congresistas como el candidato demócrata Bernie Sanders, que es senador, y el propio Ted Cruz, a quienes se considera independientes dentro de sus partidos. Curiosamente, Marco Rubio ha seguido la dirección contraria: en 2010 fue elegido con un programa ...
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