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Mujeres yazidíes iraquíes, comunidad que ha sufrido especialmente la brutalidad de Daesh, cerca de la ciudad de Dohuk. Safin Hamed/AFP/Getty Images

Cómo Daesh y otros grupos yihadistas violan y venden mujeres sistemáticamente para destruir comunidades, financiarse e incluso reclutar a las propias mujeres que han sido víctimas de estos abusos.

La violencia sexual contra las mujeres se ha mantenido como una constante en los conflictos armados a lo largo de la historia, llegando incluso a constituirse la violación como un crimen contra la humanidad tras las contiendas de los Balcanes y Ruanda. Su práctica ayuda a compensar la falta de poder de un bando, subordinando y humillando al contrario. Los grupos islamistas también han adoptado esta táctica, llegando incluso a formar parte de sus objetivos estratégicos y de su ideología.  Se trata de un instrumento que les permite aumentar su poder afianzando lazos entre sus miembros, destruyendo el futuro de comunidades o incluso como método de financiación y de reclutamiento de las propias mujeres que han sido víctimas de este tipo de abusos.

Y es que, en las sociedades patriarcales, la violación constituye un factor de radicalización entre las mujeres, ya que tras sufrir abusos sexuales éstas quedan estigmatizadas por su propia comunidad que las rechaza, dejándolas fuera del matrimonio y la maternidad. Cuando una mujer considera que se ha desviado del rol de género que se presupone para ella en la sociedad en la que vive y a través del cual construye su propia identidad, estas pueden acabar sucumbiendo al discurso yihadista. Conscientes de estas normas culturales, Al Qaeda en Irak (AQI), uno de los grupos que ha llevado a cabo más atentados con mujeres en la historia moderna, usó la violación como modo de reclutamiento.

En 2009 fue arrestada la iraquí Samira Ahmed Jassim, quien ordenó la violación de 80 mujeres en un periodo de dos años con el objetivo de crear escuadrones suicidas para atentar en el nombre de AQI. Samira se encargaba de seleccionar a mujeres con problemas económicos o emocionalmente vulnerables y después de ordenar la violación, las convencía de que la única manera de redimirse de la deshonra provocada por los abusos y de restablecer el código de honor era a través de un ataque suicida.

En ocasiones estas violaciones se llevan a cabo en grupo para reforzar el espíritu de camaradería de los miembros de la organización, ya que les ayuda a crear una identidad compartida en torno a estos abusos, que además son justificados en la propaganda yihadista. Así, en varios números de la revista de cabecera de Daesh, aparecieron artículos en los que se animaba a la violación de mujeres pertenecientes a la religión yazidí y a su tratamiento como esclavas debido a su condición de apóstatas. Este mismo destino sufren las mujeres cristianas que llegan a Libia con la intención de cruzar a Europa en busca de un futuro mejor. Allí, facciones que han jurado lealtad a Daesh, ponen en práctica esta misma estrategia y someten a las mujeres a ...