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El vicepresidente de Emiratos Árabes Unidos en un foro económico sobre África en Dubai. Karim Sahib/AFP/Getty Images

El cuerno de África está convirtiéndose en el nuevo escenario del conflicto regional entre los países del Golfo Pérsico.

Tener una base militar está de moda. Somalia, Yibuti o Eritrea pueden dar fe de ello. A las ya tradicionales instalaciones militares francesas y estadounidenses presentes en la región desde hace décadas, se unen ahora las de países como India y China, pero también Turquía, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos (EAU), contribuyendo a la rampante militarización del continente.

Como apuntaba hace poco Roberto Mansilla en un artículo, el área del Mar Rojo está viviendo una creciente militarización que podría desembocar en un conflicto regional cuyos principales protagonistas son Egipto, Sudán, Turquía y Eritrea. Esta militarización se ha reflejado desde hace algunos años en el establecimiento de bases militares por parte de Estados hasta entonces extraños a la región como EAU o Arabia Saudí. EAU cuenta desde 2015 con una base en Assab, Eritrea, a la que está intentando sumar una nueva en Somalilandia y cuyo resultado es el incremento de las tensiones con Somalia y Etiopía.

Pero la presencia militar del Golfo en el Cuerno de África no se limita a la construcción de infraestructuras o a otorgar facilidades logísticas, sino que amenaza con trasladar las tensiones regionales de los países del Consejo de Cooperación del Golfo con Irán y, recientemente, con Qatar, uno de sus miembros, a una región ya de por sí desestabilizada y cuyas perspectivas de mejora pueden verse truncadas por las políticas exteriores faltas de miras de Arabia Saudí y EAU.

 

Cruzando el Mar Rojo

La presencia de los países del Golfo en el Cuerno de África respondía, al menos en un inicio, a consideraciones estratégicas estrechamente relacionadas con el conflicto que se libra en Yemen desde 2014. Las instalaciones militares de EAU en Eritrea han permitido al emirato llevar a cabo ataques contra los hutíes, así como hacer posible el bloqueo marítimo.

También existen consideraciones económicas. La compañía Dubai Ports World Ltd., con base en Dubai, gestionó el puerto de Yibuti, por el que transitan la mayor parte de las mercancías procedentes de Etiopía, durante 10 años. Pero una disputa entre el jefe de la Fuerza Aérea de Yibuti y diplomáticos emiratíes derivó en la ruptura de relaciones entre ambos países en 2015. En 2016, la misma compañía firmó un contrato por valor de 442 millones de dólares para operar por un periodo de 30 años el puerto de Berbería en Somalilandia, lo que ha desatado la furia del Gobierno Federal de Somalia. Para más inri, el Gobierno etíope adquirió una participación del 19% en el proyecto, dando así su apoyo tácito a Somalilandia, cuya independencia declarada en 1991 no es reconocida internacionalmente.

Pero la presencia del Golfo en el este de África no se limita a consideraciones logísticas y económicas. Arabia Saudí y EAU buscan que dichos Estados se posicionen claramente en los conflictos regionales. En 2015, todos los países de la región excepto Etiopía, se sumaron a la coalición contra los hutíes en Yemen, que lidera Arabia Saudí. Asimismo, cuando Riad rompió relaciones diplomáticas con Irán a comienzos de 2016, Sudán, Yibuti y Somalia hicieron lo propio. Este apoyo incondicional es premiado con asistencia financiera. A modo de ejemplo, el día en que Somalia cortó sus lazos diplomáticos con el país persa, recibió de Arabia Saudí 50 millones de dólares en concepto de ayuda.

 

Una estrategia peligrosa

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Un hombre pasa junto a las banderas de los países del Golfo en la cumbre de Consejo de Cooperación del Golfo en Kuwait, diciembre 2017. Giuseppe Cacade/AFP/Getty Images

Era de esperar que el reciente bloqueo a Qatar también influyera en los países del Cuerno de África. Sin embargo, posicionarse en este caso se ha mostrado mucho más difícil. Eritrea y Yibuti tomaron el lado saudí, mientras que Somalia, Etiopía y Sudán se declararon neutrales, pero ninguno se ha librado de las consecuencias de su decisión.

Desde 2010 Qatar era mediador en el conflicto por la isla de Doumeira, en el Mar Rojo, que enfrenta a Eritrea y Yibuti, pero al declararse ambos en favor del bando saudí, los observadores qataríes fueron inmediatamente retirados, contribuyendo a la reavivación del conflicto. Eritrea aprovechó la situación para ocupar de facto la isla, un paso que amenaza con desatar el conflicto armado entre Eritrea, Yibuti y Etiopía, principal aliado de este último y enemigo del primero, según advierte Rashid Abdi, analista de International Crisis Group.

En el caso de Somalia, el Gobierno Federal decidió declararse neutral pese a las presiones ejercidas especialmente por EAU. Como consecuencia, el estado de Puntland se declaró favorable a la alianza saudí, ignorando así la competencia exclusiva del gobierno de Mogadiscio en política exterior. Esta decisión es una muestra de cómo la diplomacia emiratí soslaya al Ejecutivo somalí en favor de los gobiernos estatales al negociar directamente con Puntland y Somalilandia, boicoteando el débil proceso de paz y contribuyendo al resurgimiento del conflicto.

Esta difícil relación se ha complicado aún más en las últimas semanas, tras el supuesto “robo” de 9,6 millones de dólares de un avión militar de EAU por parte de las fuerzas de seguridad de Somalia. El gobierno de Mogadiscio alegó que el dinero sin marcar fue hallado en una inspección rutinaria y se abrió una investigación para determinar si el mismo había sido introducido en el país de forma ilegal. Como consecuencia, las autoridades somalíes han puesto fin a la financiación por parte de Emiratos del Ejército de Somalia, declarando que las tropas obedecían órdenes de UAE en lugar de al Gobierno Federal.

El analista Mehari Taddele describe la política emiratí hacia el Cuerno de África como cortoplacista y fragmentada. “Emiratos Árabes Unidos no ve el Cuerno como una entidad estratégicamente integrada y elige socios al azar, siendo estos los países más pequeños y vulnerables de la región. En otras palabras, EAU ha adoptado un enfoque de alto riesgo desde el inicio”.

La política del Golfo hacia el Cuerno de África también tiene un impacto en conflictos de largo recorrido. Es el caso del conflicto entre Etiopía y Eritrea, en el que Addis Abeba considera una amenaza el establecimiento de bases militares de EAU en la vecina Eritrea y las relaciones con Arabia Saudí, que podrían contribuir a la salida del ostracismo internacional del pequeño Estado africano.

El conflicto entre Etiopía y Egipto por la construcción de la presa del Renacimiento en el Nilo también se ve afectado por las dinámicas regionales del Golfo. Mientras que tanto Egipto como Sudán son grandes aliados de Riad, en la cuestión de la presa, Sudán se alía con Etiopía, lo que complica aún más el difícil juego de alianzas en la región. Ante esta situación, Addis Abeba ha buscado fortalecer sus lazos con Doha como contrapeso al fuerte apoyo saudí a Egipto, que a su vez ha estrechado la cooperación militar con Eritrea, eterno enemigo de Etiopía. Algunas fuentes sugieren que el país de los faraones ha desplegado tropas, aunque las autoridades egipcias lo niegan.

En conclusión, el despliegue financiero y de tropas de los países del Golfo en el Cuerno de África amenaza con hacer estallar una situación de por sí volátil. La falta de miras de estos Estados en la persecución de sus intereses nacionales pone en peligro la seguridad regional, contribuyendo al resurgimiento de conflictos y al fracaso de procesos de paz y estabilización. Tanto si se posicionan en un bando como si no, los países africanos se ven arrastrados a una tensión regional en la que sus intereses a menudo no importan, pero por la que pagan un elevado precio.

 

Actividad subvencionada por la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores 

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