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El presidente de China, Xi Jinping, entrega una corona en la Tumba del Soldado Desconocido en Moscú. (KIRILL KUDRYAVTSEV/AFP/Getty Images)

El Partido Comunista Chino sigue estudiando de manera minuciosa la caída de la Unión Soviética, para evitar repetir sus errores y asegurar la supervivencia del régimen. 

Mijaíl Gorbachov no podía haber llegado en un momento más simbólico: el 15 de mayo de 1989, mientras se bajaba del avión en el aeropuerto de Pekín, miles de manifestantes ocupaban la plaza de Tiananmen, la más grande de toda China. Las autoridades chinas, avergonzadas, fueron incapaces de recibir al líder soviético en el centro de la gran capital. No se trataba de una cumbre rutinaria: los mandatarios chinos y soviéticos llevaban sin reunirse desde 1959. Décadas de desconfianza mutua e incluso choques armados habían enfrentado a las dos grandes potencias comunistas. En 1989, ambos países se estaban transformando, aunque desde planteamientos distintos. Gorbachov había iniciado la glasnost, un proceso de ampliación de libertades políticas e individuales: durante su visita a la capital china, proclamó ante el público local -haciendo un guiño a los manifestantes de Tiananmen- que “las reformas económicas no funcionarán a no ser que estén respaldadas por una transformación radical del sistema político”. Había mandatarios chinos -como el entonces secretario general del Partido Comunista, Zhao Ziyang- que compartían esta reflexión, aunque la decisión final sobre qué rumbo tomar la impuso el hombre más discreto y poderoso del Partido, Deng Xiaoping, promotor de un desarrollismo plenamente autoritario. La elección de Deng fue reprimir a los manifestantes de Tiananmen, para asegurar la estabilidad y continuidad del régimen, siguiendo un camino opuesto al de Gorbachov. Las condenas internacionales a la fuerza bruta de las autoridades chinas llegaron con fuerza desde Occidente, en contraposición a los elogios dispensados al reformismo democrático de líder ruso. Dos años después, el Partido Comunista de la Unión Soviética desaparecía, junto con el gran imperio que le daba nombre.

¿Por qué estos hechos importan, casi treinta años después? ¿Por qué las autoridades chinas siguen hablando de Gorbachov en sus discursos, y el Partido Comunista pone como deberes a sus miembros ver documentales sobre la caída de la URSS? “La caída del comunismo soviético fue un terremoto que sacudió al Partido Comunista Chino hasta sus cimientos. Temen que les pueda pasar lo mismo. La URSS cayó de manera totalmente inesperada, 74 años después de que los bolcheviques tomaran el poder. El PCCh lleva 68 años”, explica Arthur Waldron, profesor de la Universidad de Pennsylvania.

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El secretario general del partido comunista soviético Mikhail Gorbachov (izq.) estrecha la mano al líder chino Deng Xiaoping el 16 de mayo de 1989 en Pekín, China. (CATHERINE HENRIETTE/AFP/Getty Images)

Este temor a repetir los “errores” de la URSS ha llevado a las autoridades chinas a estudiar a fondo la presidencia de Gorbachov y la última etapa del sistema soviético. Desde 1991 en adelante, los think tank del Gobierno chino han investigado de manera obsesiva sobre las causas del debilitamiento del Partido Comunista de la Unión Soviética y la posterior caída del imperio. Una de las tesis más extendidas es la de la “culpa individual”: Gorbachov habría sido un dirigente débil que no supo aguantar los embates al sistema soviético, actuó de manera “revisionista” poniendo en duda la supremacía del Partido -como también hizo Kruschev- y no actuó con mano dura ante los que querían derribar el sistema. En 2013, se filtró un discurso del presidente Xi Jinping en el que incidía en esta crítica: “De forma proporcional, el Partido Comunista soviético tenía más miembros que nosotros, pero nadie fue lo suficientemente hombre como para ponerse en pie y resistir”.

Esta visión defendida por los sectores más conservadores de Pekín ha estado presente en la formación de los actuales cuadros del Partido: en 2006, la Academia China de Ciencias Sociales -uno de los think tank más influyentes- realizó una serie de documentales sobre la caída de la URSS, sólo disponibles para miembros del Partido, en los que se ahondaba en esta visión. Al inicio del primer documental se citaba una frase del, por entonces presidente de China, Hu Jintao: “Hubo múltiples factores que contribuyeron a la desintegración de la Unión Soviética, y uno de los más importantes fue que Kruschev se deshiciera del cuchillo de Stalin y que Gorbachov traicionara abiertamente el marxismo-leninismo”.

Aún así, las élites e historiadores chinos no tienen una única visión de por qué se desintegró la URSS. En 2011, por ejemplo, la Academia China de Ciencias Sociales publicó un libro dedicado a este asunto, que señalaba como causa principal del desmoronamiento la corrupción que había en el PCUS bajo Gorbachov -algo que parece plenamente relacionado con la actual campaña anticorrupción del presidente Xi-. Sectores más liberales del establishment chino han realizado críticas de carácter más sistémico, apuntando al estancamiento, la burocratización y los problemas económicos que la URSS padecía.

En realidad, ninguna de estas tesis se ha impuesto por completo en la narrativa gubernamental china. Tal y como apuntaba el historiador Roderick MacFarquhar en una entrevista, la “obsesión” de Xi Jinping por los errores de Gorbachov ha hecho que se centre en dos peligros principales para su propio país: uno interno, la corrupción dentro del Partido; y otro externo, la influencia de las “malas ideas” venidas de Occidente, como la democracia liberal o la libertad de expresión, que calaron en Gorbachov e hicieron caer al Partido.

Aunque quizá, para Xi, el mayor error de Gorbachov fue poner a la sociedad como autoridad superior al Partido. Esta política incidió en los propios cuadros del Gobierno, que tomaron posiciones fatales ante los acontecimientos. “La descomposición de la disciplina de partido condujo a la caída del poderoso PCUS, que tenía 20 millones de integrantes. Si los miembros del partido hacen y dicen lo que les viene en gana, el Partido se transforma en una turba”, afirmó Xi en 2013, según recogía la prensa china.

La desconfianza de Xi a dar más poder a la sociedad no sólo está marcada por el caso de Gorbachov. Una de las etapas más traumáticas para el presidente -y para casi todo el establishment chino- fue la Revolución Cultural que impulsó Mao Zedong a finales de los 60. El líder chino también apostó por “dar poder a las masas”, para que se rebelasen de manera violenta contra la burocracia del Partido, consolidando a Mao como única autoridad legítima. Aunque ambos casos son diferentes, en la mentalidad de Xi forman una lección común: dar demasiado poder y libertad al pueblo no es una buena idea.

La visión entre la mayoría de políticos chinos es que la etapa de Gorbachov fue un gravísimo error, pero esta conclusión no es exclusiva de ellos. En la sociedad rusa, por ejemplo, la mayoría de la población tiene una imagen negativa del último dirigente soviético, y del período que supusieron los 90, después de la caída de la Unión Soviética. Como explicaba el historiador Chris Miller en este artículo, mucho rusos todavía se preguntan si una transición económica autoritaria “a la china” no habría sido mejor para el país.

La estabilidad política que supuso mantener el mismo tipo de régimen y el mayor control que hubo en la transición al capitalismo -sin la formación de contrapoderes oligárquicos opuestos al Partido- fueron algunas de la razones que permitieron un enorme ascenso económico chino, mientras Rusia batallaba contra la depresión, la pobreza, el crimen organizado y la corrupción extendida. El Gobierno chino, además, realizó cambios internos para ser más flexible ante las adversidades, y estar más pendiente de la opinión pública -aunque no es seguro que el Gobierno de Xi, con su aumento de la represión dentro y fuera del Partido, pueda seguir con esta tendencia-.

Por ahora, a falta de pocos meses, la República Popular China cumplirá tantos años como duró la antigua Unión Soviética. Y, aunque el recuerdo de Gorbachov siga presente, no parece que su fantasma vaya a aparecer pronto.