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El poder se encuentra hoy bajo profunda interpelación. Está en observación de todos. Desnudo y ante una enorme exigencia de efectividad. Probablemente, ninguna otra crisis reciente haya desvelado la carencia de un nuevo tipo de liderazgo, ético y efectivo, y en coordinación internacional, como la derivada por la Covid19.

A esta altura de la pandemia, existe consenso sobre una cuestión clave: la inefectividad del concepto tradicional del liderazgo, un estilo más arrogante de comando y control, que exhibe un exceso de confianza, que pregona el miedo como axioma y que deja en evidencia falta de ética e incapacidades de una forma inaudita. Salvo excepciones, ninguna otra crisis contemporánea ha expuesto la ausencia de liderazgo global y de coordinación internacional como ésta, que afecta a casi todos los países y sectores.

Lo que acontezca en la nueva normalidad dependerá no sólo de cómo evolucione la pandemia, sino, también, y fundamentalmente, de la capacidad de respuesta de los liderazgos para transformar la realidad.

Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando nos referimos al liderazgo ético que transforma? ¿Qué características o distinciones debería tener para mejorar el mundo actual? Claramente, no existen fórmulas, ni un manual que indique qué hacer. Sin embargo, pueden destacarse algunas capacidades que consideramos indispensables para liderazgos en situaciones inéditas, como la actual.

 

La reflexión como eje de la acción

En primer lugar, ¿reflexionan los líderes actuales lo suficiente sobre lo que hacen? ¿Piensan con detenimiento sus acciones, analizan el contexto, planifican sus mensajes, antes de actuar, con la profundidad que la realidad exige? La respuesta es muy acotada. En el mundo de hoy, hay un sesgo alarmante sobre la gestión en desmedro de la reflexión estratégica.

Como causas, se identifican la necesidad omnipotente de demostrar que “lo sé”, desesperación por supuestas ganancias en el corto plazo, así como una adicción sintomática de salir compulsivamente en los medios o publicar en las redes sociales.

Asimismo,suele añadirse el hecho de que muchos líderes, en diferentes ámbitos, se rodean de asesores que les adulan en exceso, y que tienden a ser poco críticos. Sin embargo, la experiencia indica que, para poder ser efectivos, los líderes deben esforzarse eficazmente en buscar apoyo en profesionales que les ayuden a detectar nuevas posibilidades y áreas de mejora concretas, aún en situaciones de crisis profundas. La reflexión y la indagación continua son tan importantes como la acciones en sí mismas porque la retroalimentan y resignifican.

En segundo lugar, ¿cuáles son las consecuencias de la constante improvisación y de acciones erráticas ante situaciones desafiantes? Muchos líderes parecen como los deportistas sedentarios que no entrenan, aunque pretenden tener resultados positivos. Para ejercer el liderazgo en estos tiempos, resulta mandatorio el esfuerzo por entrenar nuevas habilidades y una actitud humilde de aprendizaje.

El liderazgo debe estar basado en la reflexión, en la responsabilidad y en la ética, esto último no como algo restitutivo del pasado, que viene a instaurar valores morales de antaño, sino como foco en la capacidad transformadora del presente.

Es necesario que los líderes efectivos dominen tres dimensiones claves: el lenguaje, la corporalidad y la emocionalidad. No sólo en lo inmediato, tendrán que trabajarlo a lo largo de su vida. Los consultores profesionales de diversas disciplinas son actores imprescindibles en este sentido. También el apoyo de psicólogos para el ámbito privado resulta, por supuesto, una importante contribución.

Para ello, los líderes deben acostumbrarse a introducir instancias reflexivas de forma sistemática, como los deportistas profesionales entrenan a diario. No basta con “gestionar”. Hoy se demandan líderes con compromiso con el bien común.

Para el psiquiatra Enrique Rojas, un líder ético debe ser equilibrado, manejar lo emocional, tener positividad sobre el futuro, ser coherente, poseer una personalidad atractiva, ser capaz de presentar sus ideas y contar con un espacio de reflexión personal donde pueda definir su visión estratégica.

 

La escucha activa, motor de la confianza

En tercer lugar, ¿cómo construyen los líderes la confianza necesaria para llevar a cabo sus acciones? A través de habilidades directivas y comunicacionales, a la vez que cumpliendo con sus promesas, con impecabilidad. ¿Qué significa esto? Básicamente que los líderes puedan desarrollar, antes que nada, la capacidad de escucha, una de las cualidades más importantes e, increíblemente, muy poco presentes en el management de las organizaciones.

Muchos directivos creen, erróneamente, que liderar es hablar ininterrumpidamente. De hecho, muchos CEO y gerentes tienden a ello. Ejercer la escucha activa, que incluya además del acto de oír, el de interpretar aquello que el otro está diciendo, como algo básico y que puede entrenarse. Un buen líder es aquel que escucha con sabiduría y genera resultados transformadores. Por otro lado, cumplir con aquello que se pregona. No hacer promesas incumplibles.

El filósofo de origen chileno Rafael Echeverría, cofundador de la disciplina del coaching ontológico y autor de La ontología del Lenguaje, afirma que “los resultados son la pauta ética más importante de nuestra existencia. Los resultados nos permiten evaluar nuestras acciones, permitiéndonos rectificar lo que sea necesario”. En definitiva, no se trata de disyuntivas ideológicas, sino que son los resultados alcanzados por el liderazgo la medida más importante de los mismos.

En este punto central de los resultados, Chris Argyris, cofundador de la disciplina del Desarrollo Organizacional, profesor emérito de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, hablaba de aprendizaje de primer y segundo grado en el liderazgo.

Al primer grado se refería con el hecho de modificar las acciones que impactan sobre los resultados a través del aprendizaje. Allí se concentra gran parte de la consultoría que conocemos. Por eso, como afirma la consultora McKinsey, el 70% de los procesos de transformación organizacional fracasa. La mayoría sólo se concentra en cambiar ciertas acciones puntuales del liderazgo. Por otra parte, aprendizaje de segundo grado (el famoso double loop learning) se da cuando se modifica la visión, o el propósito, que le confiere sentido a la acción y se reconocen, por ejemplo, las inhibiciones o las rutinas defensivas del callar, es decir, aquello que no se dice pero que está presente, y que corroen a líderes y organizaciones. Es desde este punto donde se pasa de la resignación y el resentimiento, a la aceptación de lo que es y a la ambición bien entendida para transformar el presente en la medida de lo posible. Es en este punto donde se abre la posibilidad a la transformación del contexto, clave para el nuevo liderazgo ético.

En este marco, las competencias comunicacionales son fundamentales e incluyen habilidades de conversación, una danza entre corporalidad, emocionalidad y un lenguaje acorde, además de que constituye la materia prima para la coordinación de acciones efectivas.

 

Foco en las competencias

Una aclaración importante: los líderes suelen confundir la confianza con ser competentes. Como hemos afirmado anteriormente en este artículo, la creencia ha sido que los líderes son personas invencibles, todo poderosas, salvadores, aunque se trata de una clara idealización, muy extendida con las expansión de las redes sociales. Muchos de ellos creen que ejercer el poder es exhibir un exceso de confianza, y tienden a la arrogancia, como si fuera una virtud, cuando paradójicamente hoy la sociedad demanda personas con mayor humildad, menos vociferantes, y que sean, sobre todo, competentes. La opinión pública demanda efectividad, no discursos vacíos, ni poses, o quejas constantes. Y ser competentes significa poner foco en la resolución de los conflictos.

Los líderes enfrentan problemas, así como también posibilidades de aprender, escuchar y estar a la altura del momento. Si la confianza tiene el efecto de disolver el miedo, de permitirnos mirar hacia el futuro con una dosis mayor de optimismo, de reducir la incertidumbre y de disminuir la complejidad, podemos reconocer que la confianza se transforma en el motor para actuar.

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Por el contrario, muchísimos líderes utilizan el miedo como forma de poder, trasladando el temor al resto de la población, una muy antigua forma de dominación social. Muy lejos del liderazgo ético, transformador, que pregonamos aquí.

En cambio, la generación de confianza es clave, y para ello, alcanzar los resultados planteados (sin prometer de más, ni tampoco de menos, o rectificar y explicar lo que se hace o no se hace) es fundamental.

Además, si consideramos a las emociones como ciertas disposiciones a la acción, que colorean el mundo en que habitamos, los líderes deben poseer un manejo emocional de sí mismos y ser conscientes de lo que transmiten en un mundo donde todo comunica. Esta dimensión también debe ocupar un espacio reflexivo del trabajo cotidiano, puede y debe entrenarse.

En cuanto a los equipos de comunicación que asesoran al liderazgo, no hay margen para la improvisación. Hace falta contar con profesionales multidisciplinarios con amplia experiencia en situaciones complejas.

Los líderes deben reconocer que no saben cómo las cosas son o serán, precisan desvelar sus vulnerabilidades, colocarse frente al espejo e iniciar un camino de indagación, un ejercicio muchas veces difícil para el poder, y reconocer que están desnudos, y aun así navegar con confianza y efectividad en un mar de incertezas. Todo ello resulta imprescindible para salir adelante.

El liderazgo ético y responsable con foco en la efectividad es la mejor vacuna contra los autoritarismos que amenazan sobre el horizonte en la prolongación de crisis profundas, como señaló Sigmund Freud en La psicología de las masas y el análisis del yo, en 1921, anticipando lo que vendría pocos años después.

No todo es igual. Los escenarios pueden ser muy disímiles. Si los líderes éticos actúan en conjunto de forma rápida y coordinada, puede emerger de la crisis un mundo mejor. No dejemos que la anarquía global, el miedo y el sálvese quien pueda se impongan. Una etapa de mayor prosperidad y bienestar es posible. Dependerá de lo que hagamos. Nada más y nada menos.

 

Este artículo forma parte del especial

‘El futuro que viene: cómo el coronavirus está cambiando el mundo’.

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