El ex presidente de Estados Unidos Donald Trump mira un vídeo del presidente Joe Biden durante un mitin para el senador Marco Rubio en Miami, Florida, el 6 de noviembre de 2022 en Miami, Florida. (Joe Raedle/Getty Images)

He aquí un repaso a la situación de los posibles candidatos a las presidenciales estadounidenses. ¿Quién podría ser el candidato de cada partido? 

“¿Cómo es posible que un país como Estados Unidos no pueda encontrar ningún candidato presidencial mejor que Biden y Trump?” Esta es la pregunta que más me hacen a medida que se calienta la temporada de primarias para las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 y parece cada vez más inevitable una segunda ronda entre Biden y Trump. “¿No hay NADIE más?”.

Pero no es esa la pregunta que hay que hacer.

En Estados Unidos no faltan políticos que aspiran a ser presidentes: demócratas, republicanos e independientes. En el debate del 23 de agosto hubo ocho republicanos (sin Trump). Al fin y al cabo, ¿a qué político no le gustaría ser POTUS (President of the United States)? Pero, repito, no es que no haya candidatos cualificados (o no) dispuestos a salir a la palestra.

Es más pertinente preguntarse, por qué estos dos hombres tienen asegurada la candidatura en sus respectivos partidos. La tienen ambos, pero cada uno por razones muy diferentes. En el caso de Biden, la explicación es más sencilla, así que empecemos por él. 

Joe Biden es el candidato lógico del Partido Demócrata porque es el presidente. Es cierto que tiene 80 años. Los demócratas que votaron por él en 2020 eran conscientes de la edad, pero pensaron que era el mejor candidato frente a Trump y resultó que tenían razón. Así que ahora, para consternación de algunos, el partido tiene un presidente en ejercicio de 80 años, y los miembros del partido del presidente no suelen presentar su candidatura contra él.

Eso no quiere decir que no haya ocurrido alguna vez en el pasado. El ejemplo reciente más destacado fue la candidatura del senador Ted Kennedy contra el presidente Jimmy Carter en 1980. Kennedy no consiguió la nominación, pero la hostilidad de las primarias pasó factura y debilitó las posibilidades de Carter de ser reelegido.

Aparte de este caso, siempre hay candidatos menores, que quizá ni siquiera están en la papeleta electoral de todos los estados. Otro Kennedy —el activista, abogado y teórico de la conspiración Robert F. Kennedy Jr.— aspira hoy a derrotar a Biden. Las encuestas de Fivethirtyeight le dan un 13% frente al 64% de Biden. También ha reaparecido la escritora Marianne Williamson, con menos del 10% de apoyos. Y no hay más aspirantes dignos de mención.

Resulta interesante que también haya alguna encuesta sobre las posibilidades de la vicepresidenta Kamala Harris frente a estos dos; en ellas gana por entre 20 y 30 puntos de diferencia. En realidad, según los datos que se manejan hoy, la única persona que podría vencer a Biden o Harris en unas primarias es Michelle Obama. Y ella ha dicho en numerosas ocasiones que no se va a presentar a la presidencia ni a ningún otro cargo político. Nunca.

En cuanto a otros posibles candidatos, hay muchos demócratas que podrían aspirar a la nominación si este fuera un año de primarias abiertas. Es decir, sin un presidente demócrata en la Casa Blanca. Para empezar, la vicepresidenta Kamala Harris no se va a enfrentar a Biden, puesto que le acompaña en su candidatura. Otros, como la activista y candidata a gobernadora de Georgia Stacey Abrams, el senador Corey Booker, la senadora Elizabeth Warren, el secretario de Transporte Pete Buttigieg, la senadora Amy Klobuchar y el gobernador de California Gavin Newsome, no están dando ningún paso por respeto al presidente de su partido. ¿Y qué pasa con AOC (la congresista Alexandria Ocasio-Cortez)? A sus 33 años, sigue siendo demasiado joven para ser candidata a la presidencia, un cargo en el que el límite mínimo de edad es de 35 años. A los redactores de la Constitución de Estados Unidos les preocupaba más alguien demasiado joven e inexperto en la Casa Blanca que una persona mayor que se aferrara al cargo más allá de su fecha de caducidad.

Así que, ahí lo tienen, Biden será el candidato del Partido Demócrata, a menos que tenga algún problema de salud que disminuya su capacidad de seguir ejerciendo la presidencia. En ese caso, la vicepresidenta Kamala Harris asumiría su puesto y, si ocurriera antes de que empiecen las primarias o incluso antes de la convención, no cabe duda de que se encontraría con una avalancha de rivales para la candidatura en 2024.

En estos momentos, parece ocurrir lo mismo con Trump: tiene más probabilidades de quedar eliminado por un Big Mac de más que por las molestas cuatro imputaciones contra él. La Constitución de Estados Unidos fija muy pocas restricciones para ser candidato a la presidencia. Aparte de tener por lo menos 35 años, la persona candidata tiene que haber vivido en Estados Unidos al menos 14 años y ser ciudadana “de nacimiento”. Este último requisito es un concepto polémico; si alguien necesita refrescar la memoria, que busque en Google la palabra “birther” (los conspiracionistas convencidos de que Obama no había nacido en EE UU). Pero la ley no dice nada sobre alguien que sea un delincuente convicto o esté en prisión. De hecho, la quinta y última vez que Eugene V. Debs aspiró a la presidencia como candidato del Partido Socialista de América, en 1920, lo hizo desde la cárcel, acusado de sedición. Pero Debs nunca había tenido verdaderas posibilidades de ganar.

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump asiste al inicio de su juicio civil por fraude en la Corte Suprema del Estado de Nueva York el 2 de octubre de 2023 en la ciudad de Nueva York. (Seth Wenig-Pool/Getty Images)

En cambio, Trump sí las tiene. Por supuesto, los cargos penales contra Trump pueden llevarlo a prisión, pero depende de lo pronto que se celebren los juicios. Sus abogados están tratando de retrasarlos todo lo posible, de acuerdo con la teoría de Trump, que cree que, si consigue llegar al 5 de noviembre de 2024 y ganar, como presidente, tendría inmunidad o incluso podría indultarse a sí mismo. Eso está todavía por ver. “El rápido desarrollo del calendario de juicios” al que se enfrenta Trump está haciendo que algunos magistrados revisen las fechas, posiblemente para adelantarlas. De momento, el primer juicio —por tratar de anular una elección— está previsto para el 4 de marzo, un día antes del Supermartes.

Este calendario de juicios sin duda le robará a Trump tiempo para la campaña electoral, pero el circo mediático que se genere en torno a ellos le garantizará seguir ocupando las portadas. Además, cada vez que se ha hecho pública una imputación, la campaña de Trump ha recaudado millones en donaciones. Así que estos juicios —esta caza de brujas como a él le gusta llamarlos— pueden acabar siendo su mejor estrategia de campaña. Y no cabe duda de que un Trump encarcelado provocaría en sus seguidores más intransigentes una furia especialmente a punto de ebullición.

A diferencia de Biden, la influencia de Trump en el Partido Republicano no es institucional. Otros republicanos que perdieron elecciones presidenciales pasaron rápidamente a un segundo plano: George H.W. Bush no ganó la reelección y, a pesar de su espectacular carrera política, se quedó con el apodo de mequetrefe. Posteriormente, otros candidatos republicanos, como Bob Dole, John McCain y Mitt Romney, todos ellos derrotados en elecciones presidenciales, pasaron a ocupar puestos de menor importancia, pero nunca se los volvió a considerar como candidatos. Eran perdedores.

Una diferencia de peso entre Trump y estas otras figuras republicanas es que él nunca pronunció un discurso en el que reconociera la derrota (dediquen un momento a ver las emotivas palabras de McCain en 2008). Es más, todavía hoy sigue insistiendo en que las elecciones de 2020 estuvieron “amañadas” en su contra, que se las robaron los demócratas del deep state. Los republicanos que le adoran le creen, y son una parte considerable del partido.

¿Por qué es tan difícil derrotar a Trump y quiénes le apoyan a vida o muerte? Nate Cohen, de The New York Times, analizó a fondo las encuestas a finales de julio, después de que se publicara el primer sondeo NYT/Siena. En ese momento, el apoyo a Trump entre los votantes republicanos estaba en el 54%, mientras que la serie agregada de sondeos de Fivethirtyeight del 14 de septiembre le daba un 55,1%. Los datos de Cohen mostraban que la base central del movimiento MAGA (Make America Great Again) representa alrededor del 37% de los republicanos que probablemente votarán en las primarias. Cohen subraya que “la base de MAGA no apoya a Trump a pesar de sus defectos. Le apoya porque no parece creer que tenga defectos”. Son personas muy conservadoras y con menos probabilidades de tener un título universitario. Creen que Trump no hizo nada malo y que es objeto de una persecución injusta.

Por otro lado, hay un 25% de republicanos que no apoyan a Trump; entre ellos, algunos que declaran que jamás lo harán (los “never-Trumpers”). Estas personas suelen tener estudios y ser acomodadas y moderadas. En medio hay un 37% al que se considera fácil de convencer. No adoran a Trump, pero les parece tan bueno como los demás candidatos de las primarias.

Ron DeSantis es el único candidato que ha conseguido hacer cierta mella en el predominio de Trump en las encuestas, pero nunca le ha adelantado. Desde el 1 de enero hasta principios de abril, los comicios daban a Trump menos del 50%, mientras DeSantis aprovechaba el relumbrón  de su victoria en las elecciones de mitad de mandato de 2022. Sin embargo, en abril, el porcentaje de DeSantis empezó a disminuir y el apoyo a Trump subió por encima del 50%, desde donde no ha vuelto a bajar.

La subida y bajada de DeSantis en las encuestas (alcanzó el 40,5% el 7 de enero, bajó al 17% a finales de julio y al 14,1% el 13 de septiembre) demuestra que un candidato apropiado quizá podría recortar la ventaja de Trump entre los votantes susceptibles en las primarias republicanas, pero la base de MAGA es inamovible. Esta base, por sí sola, no es suficiente para ganar las primarias, pero a Trump le basta con esos votantes más algunos de los fáciles de convencer para conseguirlo.

Los republicanos más convencionales, como la exembajadora ante la ONU Nikki Haley, el exvicepresidente Mike Pence y el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, que participaron en el debate de agosto, son conscientes de ello. Todos apelan en distinta medida a los sectores del bloque fácil de convencer mientras tienen cuidado de no enojar a la base de MAGA. Como en el debate no podían atacar directamente a Trump, acumularon toda su frustración y todo su desprecio por los “novatos” para utilizarlos contra el empresario de Silicon Valley, Vivek Ramaswamy. En un momento dado, Haley le soltó: “Usted no tiene experiencia en política exterior y se nota”.

Los analistas precavidos, entre los que me incluyo, no dejamos de recordar a nuestros lectores que las encuestas no son proféticas. Pero resulta que, desde que empezó la era moderna de las primarias en 1972, las encuestas predicen con bastante precisión quién ganará. Cohen hace una dura advertencia a cualquiera que dude de que Trump sea capaz de ganar las próximas primarias republicanas: “Ningún candidato que haya sacado a su rival más cercano un mínimo de 20 puntos de ventaja a estas alturas ha perdido nunca la nominación de su partido”.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura