Memorabilia política se ofrece a la venta fuera del Centro Covelli antes de un Rally Save America, con el ex presidente Donald Trump, para apoyar a los candidatos republicanos que se postulan para cargos estatales y federales el 17 de septiembre de 2022 en Youngstown, Ohio. (Foto de Jeff Swensen/Getty Images)

Gracias a Trump. Una vez más, el que fuera presidente de EE UU puede que esté echando una mano a sus rivales políticos, haciendo lo que mejor sabe: que todo gire en torno a él.

En Estados Unidos, las campañas electorales no tienen un comienzo oficial, pero el día después del Día del Trabajo (primer lunes de septiembre) es cuando tradicionalmente empieza lo que el expresidente Obama llamó “la temporada de las tonterías políticas”. Para entonces han terminado el respiro veraniego y la mayoría de las primarias, de modo que las campañas generales se aproximan a su apogeo, al tiempo que los medios de comunicación y las empresas de encuestas empiezan a hacer predicciones en serio. Lo mismo ocurre en 2022, salvo que hay que tener en cuenta el cambio que se ha producido en las encuestas mientras nos dedicábamos a asarnos con el calor estival: ahora da la impresión de que los demócratas quizá no sufran unas derrotas aplastantes en noviembre. Es más, parece que podrían obtener una mayoría justa en el Senado y que es posible —ligeramente posible, no probable— que conserven el control de la Cámara de Representantes.

Un momento; todo el mundo sabe que el partido en la Casa Blanca siempre pierde las elecciones de mitad de mandato, ¿no? Bueno, eso no es del todo exacto. Los votantes estadounidenses tienden a corregir el equilibrio de poder en esas elecciones pero, como suele ocurrir con la mayoría de las llamadas ideas convencionales, hay excepciones. Solo ha habido dos ocasiones en las que el partido del presidente ha ganado en ambas cámaras (Roosevelt en 1934 y Bush en 2002), y unas cuantas más en las que ha conseguido más escaños en una cámara. Es decir, aunque los republicanos llegaran con ventaja los demócratas tienen la Casa Blanca, eso no significa que los demócratas no puedan ganar escaños en una de las cámaras.

La segunda cosa que todo el mundo sabe es que las elecciones de mitad de mandato son referendos nacionales sobre el presidente actual y Biden tiene unos índices de aprobación pésimos desde agosto de 2021. Aunque es positivo para él que esas notas hayan mejorado ligeramente desde que alcanzó el mínimo histórico del 37,5 % en julio, lo que influye verdaderamente en ese giro es que Trump le está echando una mano sin querer de la mejor forma que sabe: haciendo que todo gire en torno a él.

De modo que, en lugar de ser un referéndum sobre Biden, estos comicios prometen ser una elección entre éste y Trump, aunque las encuestas de Pew Research muestran que Biden no es un factor importante a la hora de ir a las urnas para los votantes de ninguno de los dos partidos, salvo para unos pocos. Así que su impopularidad cuenta menos. Lo principal es que eso beneficia a los candidatos demócratas porque, en lugar de tener que estar todo el tiempo defendiendo a Biden, pueden hablar de los temas que preocupan a sus votantes y pasar a la ofensiva contra Trump y sus candidatos.

Debo insistir en la importancia de estos comicios: en las elecciones legislativas de mitad de mandato se eligen los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 35 del Senado, que se ganan y se pierden en los distritos y los estados de todo el país. Trump no es el líder de la oposición, como podría serlo en un sistema parlamentario, ni tiene ningún cargo oficial en el Partido Republicano, pero extraoficialmente sigue teniendo mucha influencia sobre los votantes y, por tanto, sobre el partido. En esta campaña, ha dejado su impronta apoyando en las primarias republicanas a candidatos contrarios a la inmigración y que niegan los resultados de las elecciones de 2020, como el Dr. Mehmet Oz (muy conocido por presentar el programa de televisión que llevaba su nombre) para el Senado en Pensilvania y Herschel Walker (exjugador de fútbol americano) para el Senado en Georgia. De hecho, el 60 % de los estadounidenses tendrá a un negacionista de las elecciones de 2020 en su papeleta electoral.

Todos, excepto uno de los candidatos apoyados por Trump, han ganado sus primarias. Pero hay que recordar que las primarias para elegir a los candidatos al Congreso cuentan con una participación escasa, en las que solo votan los más fieles y politizados. Ahora esos candidatos se presentan a las elecciones generales, en las que participan más votantes normales, que no creen que a Trump le robaran las elecciones de 2020. Todo hacía pensar que los comicios al Senado iban a ser fáciles de ganar para los republicanos, puesto que les bastaría con conseguir un escaño más. Pero no está siendo así y el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ha llegado a reconocer que los candidatos de Trump están disminuyendo las posibilidades de que el partido recupere la cámara alta. En agosto, dijo: “Seguramente hay más probabilidades de que cambie la mayoría en la Cámara de Representantes que en el Senado. Las elecciones al Senado son diferentes. La calidad del candidato influye mucho en el resultado”.

Además del apoyo de Trump a ciertos candidatos, el fallo dictado el 24 de junio por el Tribunal Supremo de anular Roe vs. Wade, la sentencia histórica que legalizó el aborto en Estados Unidos, también está favoreciendo a los demócratas. Hay que tener en cuenta que la decisión de revocar la ley la tomó un Tribunal Supremo que Trump contribuyó a componer. Puede parecer contradictorio que la anulación de Roe vs. Wade ayude a los demócratas, dado que ha sido la culminación de décadas de activismo y el santo grial de los triunfos políticos republicanos. Pero una cosa es luchar por algo y otra, muy distinta, conseguirlo.

La indignación es un combustible político, y el fallo del Tribunal Supremo ha arrebatado a los republicanos su grito de guerra más emocional para entregárselo a los demócratas. Se acabaron los días en los que los demócratas tenían que evitar hablar del aborto; ahora pueden situarlo en primer plano para poner en marcha la máquina de la indignación. Y los resultados ya se están viendo: un demócrata ha ganado unas elecciones especiales a la Cámara de Representantes en Nueva York después de haber convertido el derecho al aborto en el centro de su campaña. Y el estado de Kansas, muy republicano, celebró un referéndum en agosto en el que el 59% votó a favor de seguir permitiendo el acceso al aborto. Eso ha animado a los demócratas de otros estados a tratar de incluir referendos sobre el aborto en las papeletas de noviembre para impulsar la participación de los votantes. Va a haber referendos sobre este asunto en Michigan, California y Vermont, además de otros referendos propuestos por los republicanos para restringir aún más el aborto en Montana y Kentucky.

Otra prueba de cómo ha cambiado la cuestión del derecho al aborto es que algunos candidatos republicanos se han alejado de las posturas antiabortistas más intransigentes que adoptaron durante las primarias. Algunos incluso han eliminado el lenguaje duro de sus páginas web.

El cambio del estado de ánimo de los votantes empezó a verse en las encuestas a finales de julio y principios de agosto, aproximadamente un mes después de la decisión del Tribunal Supremo, quizá cuando la gente comprendió del todo cómo iba a repercutir en su vida diaria que se permitiera a los estados prohibir el aborto.  La encuesta genérica de Fivethirtyeight —que pregunta a los votantes qué partido prefieren que controle el Congreso— daba ganadores a los republicanos desde el pasado noviembre. Los demócratas empataron en el sondeo del 3 de agosto y posteriormente han obtenido una ventaja de 1,4 puntos.

Debo insistir en que estas elecciones se celebran en los estados y distritos, por lo que los sondeos sobre el Senado y la Cámara de Representantes nos dan una imagen más clara de lo que ocurre sobre el terreno. Las previsiones de Fivethirtyeight para el Senado empezaron a favorecer a los demócratas a finales de julio y esos porcentajes han subido drásticamente desde entonces. Aunque los republicanos siguen siendo favoritos para hacerse con la Cámara de Representantes, los pronósticos les dieron las máximas cifras alrededor del 13 de julio, con un 88% de posibilidades de controlar la Cámara, y desde entonces han caído 16 puntos, hasta el 72% de posibilidades. Hay que señalar que se trata de previsiones, no de encuestas, lo que significa que, si las leemos a la inversa, el modelo muestra que los demócratas tienen un 28% de posibilidades de mantener la Cámara y los republicanos un 30% de posibilidades de hacerse con el control del Senado.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habla durante un evento del Comité Nacional Demócrata en la sede de la Asociación Nacional de Educación el 23 de septiembre de 2022 en Washington, DC. El presidente instó a sus partidarios a votar en las próximas elecciones de mitad de período de noviembre. (Foto de Samuel Corum/Getty Images)

Aunque Trump no tuvo nada que ver con la serie de victorias legislativas de Biden durante el verano, es posible que esas victorias hayan ayudado a impulsar a los demócratas en las encuestas. Biden firmó la importantísima Ley de Reducción de la Inflación el 16 de agosto. Esta ley se aprobó mediante un acuerdo presupuestario, lo que evitó la posibilidad de bloqueos en el Senado. Los demócratas consiguieron el apoyo de los senadores Joe Manchin y Kyrsten Sinema, que son demócratas pero conocidos por su postura moderada y su afición a retrasar la aprobación de leyes. En esta ley hay varios elementos deseados por las bases del partido, como la histórica inversión en el clima y la reducción del precio de los medicamentos, que deberían atraer a una franja más amplia de moderados.

Una semana después, el gobierno de Biden anunció su Programa de Condonación de Préstamos Estudiantiles, que cancelaría préstamos federales por valor de 20.000 dólares para millones de estudiantes estadounidenses endeudados por la necesidad de financiar sus estudios universitarios. Esta no es solo una gran victoria para las bases del partido, sino que es una medida inmediata, tangible y con repercusión en la vida diaria, que beneficiará especialmente a los negros, los latinos y los jóvenes.

Por último, todos los líderes sueñan con controlar la economía, puesto que es inevitable que se les acabe culpando de todos sus males. Biden ha tenido buena y mala suerte a la hora de controlar la inflación, que será un factor importante para ganarse a los votantes indecisos y que ha bajado un poco desde su máximo valor en junio. Y todavía más importantes son los precios de la gasolina, que también han bajado un poco desde junio y a los que siempre están muy atentos los estadounidenses, con su gran dependencia del automóvil.

Entonces, ¿los demócratas deben empezar a enfriar el champán? Hay motivos para ser prudentes. Aunque las cifras actuales sean positivas para los demócratas, las encuestas no son bolas de cristal. No son más que la instantánea de un momento concreto y hasta que se celebren las elecciones pueden ocurrir muchas cosas que empujen a los votantes hacia un lado u otro.

Además, por debajo de todo esto está la ventaja estructural que tienen los republicanos en el Congreso. Las zonas rurales del país, mayoritariamente conservadoras, están sobrerrepresentadas porque incluso los estados más pequeños tienen dos senadores y un representante. En cambio, las zonas urbanas, de tendencia más izquierdista, están infrarrepresentadas, porque la Cámara de Representantes tiene un máximo de 435 miembros desde 1929. Esto, sumado a la beligerante manipulación de las circunscripciones electorales, favorece a los republicanos.

Por si fuera poco, los demócratas no están tan dispuestos a ir a las urnas cuando están seguros de sí mismos o cuando el candidato no les apasiona. ¿Recuerdan 2016? A un número importante de demócratas no les gustaba Clinton, pero estaban seguros de que iba a ganar a Trump, así que se quedaron en casa. En 2020 ocurrió lo contrario: los demócratas y un número importante de independientes tenían tal terror a un segundo mandato de Trump que votaron a pesar del escaso entusiasmo que les despertaba Biden.

Las elecciones legislativas de mitad de mandato son más complejas que las presidenciales y suelen tener una mayor abstención, lo que perjudica a los demócratas, que siempre tienen que esforzarse más que los republicanos para convencer a sus votantes de que acudan a las urnas. Los republicanos votan, y conviene no subestimar nunca la solidez del apoyo de los electores de Trump.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia